Ni el estado de alarma ni el miedo al coronavirus impidieron a Córdoba en un domingo de sol radiante, interrumpido por una leve llovizna justo a la hora de la despedida, decir adiós a una de sus personas ilustres más queridas. En un momento histórico como el actual, marcado no solo por la pandemia sino por la polarización ideológica y los departamentos estancos para buenos y malos, el hombre que trabajó por los consensos desde la esquina izquierda de la política aunó en su despedida el aplauso unánime de la ciudad que lo hizo alcalde por mayoría absoluta hace justo 41 años. Intentando no saltarse las medidas de seguridad impuestas por el estado de alarma, Córdoba se movilizó para despedir a Julio AnguitaJulioAnguita, en un deseo de arropar a la familia desde una distancia prudente que fue casi imposible de mantener a última hora por la ingente cantidad de cordobeses que acudieron a la cita.

[Así hemos contado en directo el último adiós a Anguita]

No hicieron falta abrazos ni besos. Bastaron lágrimas calladas, suspiros ahogados en las mascarillas; flores, depositadas en grandes coronas en el salón de plenos y en pequeños ramilletes sobre el suelo con emotivos mensajes (¡Hasta siempre camarada!, que la tierra te sea leve); velas encendidas ante la Casa del Pueblo, el Ayuntamiento que el propio Julio Anguita inauguró hace tres décadas, y aplausos, esa expresión de agradecimiento y cariño que los españoles han entrenado en los balcones desde que empezó la pandemia. Así, mientras en las televisiones se escuchaban los ecos por la muerte del exalcalde de Córdoba, la familia de Julio Anguita, sus hijos, las madres de sus hijos y su actual pareja, tuvieron la oportunidad de reunirse en pequeños grupos en el velatorio oficial, de acceso restringido, para recibir el calor de sus allegados. En la calle, simultáneamente, el pueblo celebraba su velatorio paralelo, cargado de simbolismo.

El Ayuntamiento de Córdoba anunció a media mañana que el traslado del féretro con los restos mortales de Julio Anguita abandonaría el salón consistorial a las cinco de la tarde, pero mucho antes de esa hora, la calle Capitulares ya estaba repleta de ciudadanos, al igual que los balcones de los alrededores. Todos los exalcaldes de la ciudad, de todos los colores, desde Herminio Trigo, Manuel Pérez y Rosa Aguilar (IU) a Rafael Merino y José Antonio Nieto (PP) e Isabel Ambrosio (PSOE), junto a los portavoces de todos los grupos municipales representados en el Ayuntamiento, acudieron a la hora señalada en una imagen que quedará para la historia, y cuya banda sonora corrió a cargo de la concertina de la Orquesta de Córdoba, que interpretó el Adagio de Abinioni. Al menos, eso era lo que estaba previsto. Tras una larga espera presidida por un silencio absoluto, la salida del féretro supuso la explosión de un intenso aplauso de los presentes que coincidió además con el inicio de una llovizna, apagando así el sonido del violín.

La familia se mantuvo en un discreto segundo plano en todo momento, subió a los coches sin que nadie la viera para acudir a la inhumación del cadáver, que tuvo lugar en la más estricta intimidad en el cementerio de la Fuensanta. Queda pendiente un homenaje público sin coronavirus y algunos piden ya que se nombre alguna calle o plaza en su honor. Descanse en paz.