La torre de la iglesia de San Nicolás ha tenido en vilo a toda la comunidad de la parroquia desde marzo del 2018, cuando se cayó a la calle parte del enfoscado del campanario sin causar daños, pero sí preocupación, ya que había que arreglarlo. En aquella fecha, hubo que retirar todo el enfoscado del cuerpo de campañas y después llevar a cabo un trabajo de picado para evitar nuevos desprendimientos.

Fue en agosto del año pasado, cuando se decidió comenzar con la obra de reposición de la capa de cemento que recubre la torre y se instaló el andamiaje, que la ha tenido oculta a la vista de todos hasta hace apenas unos días. El fin definitivo de los trabajos tendrá lugar entre mañana y el miércoles, días en los que se quitarán las vallas que rodean la torre y los últimos herrajes que aún permanecen en el monumento. Hasta ese momento no dará por terminada la restauración y limpieza de la torre de San Nicolás el responsable de Patrimonio de la parroquia, José Salamanca.

«En mi opinión, la torre ha quedado magnifica. El proyecto de la torre nos ha tenido en vilo dos años, ya que desde que se cayó el enfoscado hemos estado liados con ella. Pero, ahora, hemos cumplido la misión de mantenerla, arreglarla y transmitirla en mejores condiciones para las generaciones futuras», afirma José Salamanca.

Dos equipos de profesionales se han encargado de las obras. Por una parte, los arquitectos Felipe Romero y José Enrique Crespo, responsables de la estructura; y por otro, el equipo de la restauradora Ana Infante, que se ha ocupado de la parte ornamental. Es, precisamente, en el apartado de los ornamentos, donde se ha producido una de las sorpresas más agradables de todo este trabajo, ya que el escudo de Íñigo Manrique ha recuperado los colores originales. «Ha sido una gran sorpresa que al limpiar el escudo hayan aflorado los colores perdidos», explica Salamanca, quien cree que se podrán distinguir desde la calle al encontrarse el escudo a menos de quince metros del suelo.

Otro de los cambios que se van a notar a simple vista en la torre es que presenta «una imagen pétrea desde el suelo, pues antes estaba enlucida su parte inferior y ahora arranca la piedra pegada al zócalo», comenta el responsable de Patrimonio de San Nicolás.

En la intervención para enlucir el cuerpo de campanas, que se realizó con la supervisión de la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía, se puso el suelo del campanario todo de ladrillo, lo cual fue una intervención «muy laboriosa» -según Salamanca- y también se repusieron la forja y el herraje de las barandillas.

Ahora, concluye la intervención en los 30 metros de altura que tiene este alminar desde el suelo y hasta el cuerpo de campanas, cuya actuación fue previa a esta y que también contó con la instalación de un primer andamio. «Ha sido un obra detrás de otra», recuerda el responsable de Patrimonio de la parroquia.

Pero, tal vez, lo más sorprendente de la restauración de la torre de San Nicolás es que se ha sufragado con las donaciones de los feligreses de la parroquia. «Se ha pagado, se está pagando y se tiene que pagar con los fondos de la feligresía. Desde luego, la feligresía es generosa, pero no se ha abonado todo de golpe, ya que había un remanente», comenta José Salamanca, todavía un poco preocupado de que surja algún inconveniente de última hora o «algún fleco» que aumente el presupuesto de estas obras, que espera que supongan un desembolso total de aproximadamente 200.000 euros.

En su opinión uno de los motivos de que los feligreses de San Nicolás hayan respondido también a la necesidad de arreglar la torre se encuentra en que fue auspiciada por el párroco, Antonio Evans, y en «su manera de ser». «Los feligreses han respondido muy bien y están siendo generosos, pero también se debe a que desde la parroquia también se les da mucho», sostiene José Salamanca.

Atrás han quedado los tres meses de confinamiento por la pandemia del coronavirus que dejó parada la obra y otra serie de pequeños inconvenientes que ya están superados. Ahora para el responsable de Patrimonio de la parroquia quedan solo dos preocupaciones: que retiren las últimas piezas del andamiaje para que la torre quede totalmente libre y que se puedan terminar de pagar los trabajos de restauración.

La torre reconstruida sobre los cimientos de un anterior alminar empezó a levantarse a mediados del siglo XV para concluirse en 1496. Seis siglos después está lista y preparada para sobrevivir al siglo XXI.