El cirujano Eugenio Arévalo Jiménez es un cordobés de pura cepa, elegante y señorial de los pies a la cabeza y también en su discurso, alejado del habla convencional propia de esta tierra. Un hombre entregado a su familia, sobre todo ahora que se ha jubilado, y enamorado de su ciudad. Pero también de la medicina (que es su oficio desde que quiso ser médico en la niñez); de sus tradiciones (los patios); de la fiesta de los toros (es presidente de la Casa del Toreo y cirujano de la plaza de Los Califas desde 1996), y del debate como herramienta para incentivar la situación socioeconómica de la provincia (fue presidente de la desaparecida fundación Foros de Córdoba, que reunía a intelectuales de muy distintos ámbitos). Además, es muy aficionado a la caza y a la pesca. Eugenio Arévalo residió fuera 17 años por estudios y trabajo, principalmente en Sevilla, ciudad donde nacieron cuatro de sus hijos y donde conoció a su mujer, Havencia García Delgado, sevillana pero llamada con el nombre de uno de los mártires de Córdoba. Con 34 años volvió a Córdoba para quedarse definitivamente y ejercer como profesor en la recién estrenada Facultad de Medicina, donde llegó a catedrático de Cirugía. Además, se unió al grupo de facultativos que dio origen a lo que se conoce como el Espíritu Reina Sofía. Una filosofía de trabajo que permitió que, poco después de que naciese el hospital Reina Sofía en 1976, el complejo fuera reconocido fuera de la provincia por sus avances en cardiología, trasplantes o cirugía, gracias a la dedicación con la que ejercían su labor un grupo de especialistas médicos llegados desde muy distintos puntos del país.

-¿En qué barrió nació?

-En el número 5 de la plaza de las Tendillas, en la casa de mis padres, junto a la freiduría La Malagueña. Mi padre era industrial, tenía las Destilerías Cordobesas, y mi madre ama de casa. Fui el único de seis hermanos que estudió Medicina. Ya de pequeño me gustaba diseccionar gatos y perros. Nunca pensé dedicarme a otra cosa que no fuera la cirugía. De mis 6 hijos, la única vinculada a la sanidad es mi hija, que es enfermera, al igual que su madre, y podóloga. Tengo 5 nietos y uno más en camino.

-¿Dónde estudió y comenzó a trabajar?

-Fui alumno de los Salesianos, donde además de estudiar jugaba al fútbol y al balonmano. Completé mi formación en el colegio mayor de esta entidad en Sevilla. Tras estudiar allí la carrera, comencé a trabajar en el hospital de las Cinco Llagas (hoy sede del Parlamento andaluz). Luego en el hospital San Pablo y después en el Macarena, alternando esta actividad con estancias en el extranjero para completar mi formación. También estuve un año, en 1971, de jefe de Cirugía del Hospital Clínico de la Universidad de la Laguna en Tenerife y como profesor de esta institución. Volví a Sevilla en 1972 y trabajé allí hasta 1977. Oposité a profesor adjunto de la universidad y me vine a Córdoba porque la nueva Facultad de Medicina necesitaba profesores y también especialistas para el hospital Reina Sofía. Desde entonces y hasta mi reciente jubilación he sido jefe de servicio de Cirugía General y Digestiva del Reina Sofía y en 1986 gané la Cátedra de Cirugía. He sido el único catedrático cordobés de la especialidad hasta ahora. Estudié Medicina con beca en la facultad y en el colegio mayor. Hice la licenciatura con sobresaliente. Recibí el Premio Extraordinario de Doctorado y he concurrido a 14 oposiciones.

-¿Con tanto estudiar y trabajar tendría poco tiempo de disfrutar de las fiestas cordobesas?

-En mi juventud disfrutaba mucho de los patios, también de los carnavales en la calle Montero cuando estaban prohibidos por Franco. Iba a los peroles de San Rafael y a las romerías.

-¿Desde cuándo tiene afición por los toros?

-Me gustaba como a muchos niños de mi época jugar a imaginarme que yo era un torerillo, pero hasta que no fui al colegio mayor no participé en una capea. Los toros eran todo un acontecimiento en los años 50. Se celebraban festejos en mayo y septiembre. Todos los años se organizaba una capea e incluso nos poníamos trajes de luces alquilados. Mi padre, que era aficionado, me llevó a algún festejo en el Coso de los Tejares hasta que murió cuando yo tenía 17 años. Cuando estudiaba en Sevilla me permitía el pequeño lujo de ir a una corrida, en la grada, sentado junto a soldados y universitarios. Luego cuando empecé a ganar dinero sí podía costearme ir a más festejos y conozco muchas plazas de España. Como cirujano jefe llevo 20 años en Los Califas y nunca he necesitado un sustituto. No he ejercido como cirujano en otras plazas, aunque me lo han ofrecido. Y si accedí a ser el de Córdoba fue porque me lo pidió Antonio Pérez Barquero y mi mujer también lo vio bien.

--¿Quiénes trabajan junto a usted en el equipo médico-quirúrgico de Los Califas?

--Celso Ortiz Sáez, Javier Moya González, Miguel Marín Luján, Luis Muñoz, Luis Maldonado, María José García, Rafael Alonso, Bibián Ortega y Raúl Arce.

--¿Qué opina de la evolución de la afición taurina en Córdoba?

--Córdoba tiene el inconveniente de estar muy próxima a Sevilla y que la fiesta taurina de mayo coincide en fechas con Madrid. Otro hándicap es que Los Califas es una plaza excesivamente grande. Llenar sus 16.000 localidades no es fácil. Tras la retirada de Manuel Benítez El Cordobés , un fenómeno de masas en España e Iberoamérica, Córdoba entró en una especie de somnolencia taurina hasta que apareció Juan Serrano Finito de Córdoba . Se llenaron aviones para ver a Finito torear en México. Juan Serrano no ha atravesado buenos momentos en los últimos años y la afición ha decaído en Córdoba. Su resurgir pasaría por que apareciera aquí un torero con tirón, pero esas circunstancias no se dan tan habitualmente. Luego ha habido una serie de dificultades con las empresas encargadas de gestionar la plaza. Al ser éste un coso de primera categoría, los toreros exigen un caché y los empresarios pierden dinero al no llenarse la plaza.

--¿Se merece Finito ser nombrado sexto Califa del toreo?

--Tendría muchos méritos, pero yo no soy nadie para opinar de ello. Ha sido una figura importante en el mundo del toro, pero no sé si alcanza las cotas de los cinco Califas anteriores. Manuel Benítez y Machaco también fueron cuestionados, pero Manolete, Guerra y Lagartijo no. Finito tiene un sentido del toro extraordinario, se mueve con una seguridad tal que apenas le ha tocado toro alguno en más de 1.000 corridas.

--¿Qué toreros le han gustado más antes y en la actualidad?

--Mi padre me llevó de chico a ver torear a Manolete, pero no lo recuerdo. Sí tuve la oportunidad de disfrutar con Luis Miguel Dominguín y con Ordóñez en Sevilla. También he visto a Antonio Bienvenida, Julio Aparicio, Antoñete, Curro Romero, El Viti, Paco Camino, Pepe Luis Vázquez y El Cordobés. Este último me ha dado muchas satisfacciones, como cuando salió por la Puerta del Príncipe en Sevilla. Por otro lado, me gustan a su vez Enrique Ponce, Finito, Morante, Manzanares, El Juli, Perera, José Tomás y José Luis Moreno.

--Usted preside la Casa del Toreo. ¿Con qué fines trabaja esta asociación?

--Apreciábamos que había una dispersión de aficionados a la cultura del toreo entre distintos colectivos y hemos intentado reunirlos en la Casa del Toreo, junto a figuras que forman parte de la fiesta (matadores, banderilleros, entre otros)

--¿Qué opina de la retirada de José Luis Moreno?

--Su decisión nos deja huérfanos de su toreo. Es un torero que por razones que escapan a lo puramente taurino triunfa en Córdoba, pero luego no consigue tener esa continuidad fuera de la provincia y no es llamado para torear en plazas de fuera en las que triunfó anteriormente.

--¿Y qué le parece el planteamiento de prohibir los toros?

--Entra dentro de la línea de que mientras más se prohíba mejor. Son minoría quienes lo piden, al margen de la zona norte del país donde esta demanda está mezclada con connotaciones políticas. En Barcelona ha llegado a haber hasta dos plazas de toros. Aquí en el sur es más difícil que

se prohíban los toros, pero también nos llaman asesinos.

--¿Cómo se reponen los toreros tan pronto tras una cogida?

--Son gente joven, con una ambición enorme por no dejar de actuar una sola tarde. He tenido que recoser puntos a toreros en la misma plaza.

--¿Qué cogida más grave recuerda hasta el momento?

--La de El Califa, que le provocó un destrozo enorme, pero que afectó solo a zona muscular y vasos sanguíneos colaterales, sin verse dañada la safena o la femoral. Tuve que operarlo en la misma plaza porque no daba tiempo al traslado debido a la enorme pérdida de sangre.

--¿Qué espera de la reaparición de Manuel Benítez en el festival benéfico de la Asociación Española contra el Cáncer?

--El está fuerte, a pesar de su edad. Se cuida mucho. Lo importante es que colabora a ensalzar un festival que organiza la AECC para obtener fondos para la lucha contra el cáncer.

--¿Fue testigo siendo un niño del entierro de Manolete?

--Sí. Desde la azotea de mi casa se veía la plaza llena el día del entierro de Manolete. No cabía un alma. Era impresionante el silencio. Una avioneta arrojaba flores. El paseíllo de la comitiva fúnebre fue sobrecogedor.

--¿Ha conocido las enfermerías de otras plazas, como por ejemplo la de Pozoblanco antes de la cogida de Paquirri?

--Sí, las de muchas ciudades y de localidades de la provincia. Lo pasamos muy mal el día de la cogida de Paquirri. Aquella enfermería no reunía las condiciones para aquella terrible cogida. Yo no estaba trabajando, sino presenciando la corrida desde un burladero. Pero tengo amistad con el cirujano titular de esa plaza, Eliseo Morán, y con Rafael Ruiz, y me acerqué a la enfermería. Ellos vieron que allí no se podía solucionar la cogida. El traslado de Paquirri lo realicé yo, con un coche de la Guardia Civil que abría camino, y se le paró el corazón en la Carrera del Caballo. Por eso nos quedamos en el Hospital Militar. Se llegó a intubar, pero no respondió.

Eugenio Arévalo se especializó en una disciplina médica, Cirugía Digestiva, muy amplia por las diferentes patologías que pueden surgir desde la boca al ano, que es lo que abarca el aparato digestivo. Cuando comenzó este doctor su trayectoria profesional todo se conocía como Cirugía General y lo mismo operaban un cáncer de mama que otro problema muy distinto. Se siente orgulloso de haber trabajado en todas las parcelas de esta cirugía, que ahora se está dividiendo en subespecialidades, como la cirugía coloproctológica, hepatobiliar y pancreática o de esófago. Arévalo se especializó primero en ciguría hepatobiliar y pancreática.

--Se conoce al Reina Sofía por su actividad en trasplantes, pero menos por los avances aportados por sus cirujanos.

--En el terreno quirúrgico destacamos un importante grupo de profesionales a nivel nacional e internacional, ya que aportamos nuevas formas diagnósticas, como la ecografía intraoperatoria, que empezó a hacerse por primera vez en Córdoba y permitía localizar de forma más directa pequeñas lesiones sin pasar por la pared abdominal. También innovamos en el postoperatorio, en la alimentación enteral y parenteral, parcela que luego fue asumida por Nutrición y Dietética. También hacíamos cirugía esofágica y éramos referentes para otras provincias andaluzas.

--Y con posterioridad en lo que ha sobresalido usted es en la cirugía contra la obesidad.

--No pensé nunca que iba a ser tan necesaria la cirugía de la obesidad, debido al incremento tan grande de pacientes que padecen este problema. La experiencia que traía de Sevilla en este terreno no era buena y, salvo casos excepcionales, no realizábamos cirugía bariátrica. Rápidamente nos convertimos en pioneros y acumulamos mucha experiencia. Después han aparecido técnicas nuevas más rápidas y menos invasivas como la laparoscopia, que a su vez tiene numerosas variantes.

--¿A cuántos pacientes con obesidad ha podido operar en los últimos 20 años?

--Más de 1.000 y quedan muchísimos en lista de espera.

--De los especialistas que comenzaron a trabajar en los inicios del Reina Sofía, conocidos como el Espíritu Reina Sofía, muchos se han jubilado. ¿Qué ambiente de trabajo ha vivido en más de 35 años de labor?

--Muy bueno, porque he tenido una suerte increíble con los colaboradores que han trabajado conmigo. Una pieza fundamental del equipo eran las secretarias, la última Asunción Loza. En el último año y medio nos hemos jubilado varios especialistas de mi servicio, Antonio Gordón, Guillermo Solórzano, Luis Vázquez o Javier Redel. Los facultativos Antonio Membrives, José María Gallardo, Manuel Barrera y Diego Cobo siguen en activo y son los que van a mantener el pabellón lo más alto posible, si no se ven afectados por los recortes, ya que sería una pena que se pierda el prestigio alcanzado. En total, entre jefes y otros cargos de varias especialidades del Reina Sofía nos hemos jubilado 17 profesionales, como Pedro Benito (endocrino), Francisco Cañadillas (neurólogo) o Francisco Guerra (alergólogo) y antes de final de año se marcharán otros 15 o 20. Y en la Facultad de Medicina se está produciendo a su vez una regeneración. Que el Reina Sofía fuera el mejor hospital de Andalucía durante muchos años fue un logro. Cuando abrió jamás pensamos que pudiéramos reunirnos para ejercer aquí profesionales jóvenes de lugares tan distintos del país y con tantas ganas de trabajar. ¡Quién nos iba a decir que el hospital de Córdoba iba a alcanzar tanto éxito!

--¿Y cómo se ha ido llevando con los distintos gerentes?

--He tenido buena relación con los distintos responsables del hospital, a pesar de alguna tensión por si no querían atender peticiones que les efectuábamos. He sido feliz en el hospital Reina Sofía gracias a un equipo fantástico, secretarias extraordinarias y buen entendimiento con la dirección. Tengo un recuerdo imborrable de los muchos años que he pasado allí, trabajando mucho y sintiéndome una persona importante por lo que hacía y querido por mis compañeros.