El decreto-ley sobre el control horario es un auténtico despropósito y bastante inexplicable para quien eche un vistazo alrededor y vea cómo funciona el mundo hoy y hacia dónde camina. Generalmente, y en teoría, cuando de legislar se trata, se intenta mejorar el progreso social y es injusto ponerlo en duda. Ocurre, sin embargo, que, en la práctica, las cosas suelen ser muy distintas y, por supuesto, complejas. En cualquier caso, hay que empezar por la misma naturaleza de la cuestión: ¿es necesario seguir legislando más y más? ¿Con más leyes va a aumentar nuestra calidad democrática? ¿Hay alguna demostración empírica de ello? Es evidente que no. Sigamos pues hasta dar con la clave del asunto: ¿es necesario volver al pasado en vez de pensar el futuro? ¿Hay que retroceder hacia un modelo ampliamente superado en vez de mirar hacia delante para mejorar un sistema en plena y muy profunda transformación a lo ancho y largo del mundo? Siendo claros, es un clásico: la realidad va muy por delante de quienes se esfuerzan por negarla. E incluso de aquellos que tratan de evitarla. Es como la libertad, que siempre acaba abriéndose paso.