La de Antonio Alarcón fue una época de visitas de mandatarios extranjeros y de congresos, como el que en 1975 reunió en el Alcázar a expertos para valorar si la Mezquita se merecía ser nombrada Patrimonio de la Humanidad, distinción que llegó en el 84. "Aquello vino por un plan del arquitecto Rafael de la Hoz, que decía que había que sacar la Catedral de allí y restituir las columnas, que están ahí dentro colocadas en distintos sitios --suelta con naturalidad--. Se iba a expropiar una parte grande de la calle Cardenal González para trasladar allí la Catedral".

--¿Y qué decía la Iglesia?

--No decía nada, la Iglesia no iba a perder nada porque la Catedral iba a quedar al lado, igual de espléndida. Lo que se decía es que vinieran los técnicos de la Unesco a verlo. Así se hizo y se determinó que todo siguiera como estaba, argumentando que no se podían hacer pastiches y menos en un edificio único como ese.

--¿Mezquita o Catedral?

--Yo siempre he conocido el nombre de Mezquita-Catedral. Querer en estos momentos reivindicar Catedral a secas son ganas de meter la pata. Claro, a este obispo le pasa como a los concejales que entran de nuevas en el Ayuntamiento, que se creen que conocen todo. No, hombre, entérese, hable con los que saben y a ver qué le dicen.

Cuando él entró en 1961 en el Ayuntamiento, bajo el mandato de Antonio Cruz Conde, se encontró una ciudad que avanzaba. "Se habían hecho muchas cosas, fue un buen alcalde --dice de quien marcara aquella década llamada "prodigiosa"--. Y Antonio Guzmán, sobre todo, era un intelectual, un hombre que se preocupaba mucho de la cultura".

Pocos saben que bajo la gestión de Alarcón se sentaron las bases del Plan Renfe, operación paralizada que le dejó una herida aún sangrante. "El plan estaba hecho, y había una maqueta. Hubiera sido la primera estación de una capital que se hacía subterránea, sin el montículo que tiene la actual --afirma--. Se sacó a subasta y como estábamos en la transición y pensaban las empresas que iba a haber huelga, fueron al alza, de forma que el presupuesto que tenía la Renfe se disparó. Yo había conseguido por decreto que, aunque costara más, el Ayuntamiento no pagaba más que 500 millones de pesetas. Si el gobierno municipal de Anguita hubiera denunciado el incumplimiento, como yo le aconsejé, se podría haber conseguido entonces la estación. Hubo quien dijo que yo me quería llevar dinero, pero no era verdad, allí no había comisiones ni nada".

--¿Cómo le gustaría a usted ser recordado?

--Un día le preguntaron a mi mujer quién había sido el mejor alcalde, y respondió: "El mejor no sé, pero el más guapo mi marido" (ríe). Pero, hombre, no me gustaría que se me recordara por guapo. Estuve muchos años trabajando por Córdoba. Y no quiero presumir de honrado, pero luché contra la corrupción.