Cuando en 2013 Manuel Castillero pintó «The day in which silence reigned in Congress», el cuadro que proyecta un futuro distópico para el Congreso de los Diputados, no sabía que viviríamos una pandemia como la del coronavirus. En su obra, imagina el día en el que reinó el silencio en un hemiciclo cuyo techo ha caído sobre las bancadas de gobierno y oposición, en el que las maderas nobles de nuestro parlamento empiezan a pujarse por la humedad y por la lluvia que entra por el inmenso hueco abierto allá donde Tejero colocó su firma a modo de disparos el 23F. Impacta ver cómo asientos, pasillos y otros espacios están tomados por la naturaleza, principalmente por malas hierbas, un concepto tan humano como el del propio silencio.

Castillero pintó aquel cuadro como crítica a la clase política, en unos meses de importantes tensiones entre los partidos, y ganó el premio Figurativas 2015. En plena crisis económica, «que tuvo un gran impacto en los artistas», esta obra y la serie que la acompañó fue una especie de «vanitas» que nos recordaba que “cualquier poder es efímero”. Por eso pintó también la Bolsa de Madrid, el Palau de las Artes de Barcelona y el Vaticano, invadidos por el verde salvaje, metáfora de la caducidad de la Economía, la Cultura y la Religión.

Plantas silvestres a las puertas del añorado Limbo, en la calle Juan Rufo. / FRANCISCO GONZÁLEZ

Lo dramático no es saber que algún día el congreso estará así, lo dramático es no ser conscientes de ello. No podemos adivinar si será en el año 2200 o en el 3000, pero es previsible que ocurrirá, como le pasó al foro de Roma, al Partenón ateniense y a otros lugares que hasta hace semanas visitábamos como turistas.

"The Day in which silence reigned in Congress", obra de Manuel Castillero. / CÓRDOBA

No es que la naturaleza se abra paso en nuestras calles, es que es la naturaleza quien recupera su espacio. Afortunadamente, cuando la especie humana apareció en el planeta, ejercimos de reyes de la selva y, como seres con inteligencia la sometimos parcialmente mejorando las condiciones para habitar la Tierra. Las fotografías que ha hecho estos días Paco González para Diario CÓRDOBA nos lo recuerdan. La vegetación crece entre los chinos del pavimento, se hace fuerte en las juntas, hay plantas que no son geranios ni gitanillas que en este mes de abril reinan tranquilas en mitad de una calleja. No hay ningún turista que las pise. Emociona verlas en el umbral de la puerta del bar Limbo, en la calle Juan Rufo, y nos hace recordar lo que vivimos allí.

Cualquier resquicio es bueno para brotar. / FRANCISCO GONZÁLEZ

La sobria plaza de Capuchinos parece ahora una pradera y uno se pregunta si es solo el paso de los hombres y mujeres de esta ciudad lo que mantenía la vegetación a raya. El pintor eligió las plantas que aparecen en su obra a partir de una investigación previa sobre cuáles nacen en interiores. Situó en el atril del Congreso de los Diputados «un árbol, como si fuera el portavoz de la naturaleza». Desde su estudio en Ciudad Jardín, Manuel Castillero, afirma que es el momento de «ponernos delante del espejo, concienciarnos de nuestra condición de efímeros, no por una cuestión ecologista, sino que va más allá: hemos de dejar un mundo mejor y saber que sólo somos un eslabón sobre el que se va a construir algo», dice, mientras se reconoce a sí mismo, también, como un paso más en el proceso creativo al evocar algunas de sus influencias, desde el Ensayo sobre la Ceguera de José Saramago a la película En la carretera, protagonizada por Vigo Mortensen.