Dentro de los profesionales que estos días de aislamiento debido a la crisis sanitaria del coronaviruscrisis sanitaria del coronaviru aún están al frente de sus trabajos se encuentran los empleados de tintorerías, los de pequeñas tiendas de barrio o técnicos de Endesa, indispensables para solucionar problemas de suministro eléctrico, tanto en empresas como en hogares. Todos ellos están estos días al pie del cañón y se sienten valorados por ello, aunque hay casos en los que se discrepa sobre la necesidad imprescindible de su labor, como es el de José Luis Verdejo, responsable de las tintorerías Solymar, que tiene dos establecimientos en la ciudad, uno en la Avenida de Barcelona y otro en Ciudad Jardín. «Los tintoreros pensamos que decidir la apertura de nuestros establecimientos se debe a una confusión, porque nosotros no nos dedicamos a lavar ropa de hospital, que es lo más necesario en estos momentos», ya que su trabajo consiste, principalmente, en la limpieza en seco de prendas personales, y ahora «no acuden clientes solicitando ese servicio, puesto que no les corre ninguna prisa, ya que no pueden salir de sus casas», dice Verdejo.

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Para este empresario, esto supone un problema porque, «aun sin tener facturación alguna, no podemos acceder a las ayudas que ofrece el Gobierno a otros negocios que sí han tenido que cerrar», continúa Verdejo, que teme las repercusiones económicas de esta situación, sobre todo, porque «esta es nuestra época fuerte». En efecto, este año no llegarán a las tintorerías los trajes de nazareno, la ropa de Semana Santa o vestidos de comunión y de novia, ya que todo este tipo de celebraciones han quedado aplazadas. «Ahora es cuando tendríamos que empezar a ganar algún dinerillo, lo que no va a suceder».

Por otro lado, «si nos entrase alguna prenda infectada del virus no tenemos medios adecuados para tratarla a la distancia impuesta, lo que sí pueden hacer las lavanderías hospitalarias, que tienen la capacidad y maquinaria necesaria para hacerlo», dice. «No creemos ser un servicio básico, la prueba de ello es que el público no lo está utilizando», continúa Verdejo, que asegura que en una de sus tiendas entraron cuatro personas la pasada semana y en la otra, ninguna, «mientras yo sigo con los mismos gastos», se lamenta Verdejo, que asegura que «todos los tintoreros de España nos estamos movilizando para intentar solucionar este problemón».

David Lázaro y Shelia Montes, ante la frutería de la calle Tras la puerta. A. J. GONZÁLEZ

«PREFIERO TRABAJAR» // Un poco más optimista se muestra Sheila Montes, empleada en la frutería de David Lázaro. Ambos siguen tras el mostrador de esta pequeña tienda de barrio, a la que también está acudiendo mucha menos gente de lo habitual. «El primer viernes y sábado de aislamiento sí vino mucha gente, pero a lo largo de la semana la afluencia ha sido muy escasa», dice Montes, que espera que en las jornadas cercanas al fin de semana «la clientela habitual venga a reponer fruta y verdura para varios días».

Pese a todo, ambos se sienten satisfechos de ofrecer un servicio a la población en estos duros momentos y, en el caso de Sheila, agradece «no tener que estar todo el día en casa», pese al riesgo de contagio que corre estando frente al público. En este sentido, la empleada asegura que los clientes están siendo muy «responsables», guardan las distancias adecuadas y esperan su turno en la calle. Lo que sí nota esta trabajadora es el «extraño» ambiente que reina en la calle Tras la puerta, habitualmente muy bulliciosa, así como toda la zona de la Viñuela, ahora con las tiendas cerradas. «Pero nosotros hablamos con los vecinos que se asoman a sus ventanas y tratamos de animarnos unos a otros», continúa Montes, a la que se le iluminan los ojos cuando recuerda cómo el pasado miércoles ella y una compañera «nos pusimos a bailar en la calle mientras la gente desde sus ventanas y balcones nos hacían de palmeros».

¿QUÉ HARÍAMOS SIN LUZ? // Un poco más protegido del contagio, pero también al pie del cañón, está Juan Barea, coordinador de incidencias de Elecnor, empresa colaboradora de Endesa. Desde su oficina, este técnico se encarga de organizar al personal para que cubra los servicios que vayan surgiendo, trabajadores que le trasladan cómo desarrollan su labor. Según Barea, este momento está resultando «especialmente complicado», pero el personal laboral «está muy concienciado de la necesidad de sus servicios».

En cuanto al trabajo de campo, «te encuentras de todo, aunque los ciudadanos también están colaborando mucho», reconoce Barea, que asegura que «solo llaman para lo estrictamente necesario, sobre todo, para faltas de suministro, tanto en hogares como en empresas». Por otro lado, los técnicos acuden a los servicios debidamente ataviados con equipos de protección individual, que consisten en un mono desechable con capucha, gafas, mascarilla, guantes y unas polainas para proteger los pies.

Y así entran en los hogares, lo que provoca «mucho asombro entre los clientes», que, por otro lado, «lo agradecen porque se sienten más seguros contra el contagio», aunque parezca que vivan por momentos en una película de ciencia ficción. Entre las incidencias que se reciben, los problemas no han cambiado mucho, según manifiesta Barea, que también asegura que «hay menos servicios a los que acudir, pasando de una media de 15 o 20 al día, a unas 6 o siete». Pese a todos los inconvenientes de esta situación, tanto Barea como su equipo se sienten «orgullosos» de ser un gremio necesario para la sociedad. «Hay psicosis ante lo desconocido, pero los trabajadores están mostrando un gran sentido de la responsabilidad, asumiendo que hay que estar al pie del cañón».