Los sanitarios que trabajan estos días en los hospitales de la provincia de Córdoba describen una misma realidad: su centro de trabajo es un lugar dinámico, en ocasiones cambiante, donde algunos espacios se transforman convirtiendo salas de espera en consultas y donde los protocolos asistenciales han ido mutando a medida que el coronavirus evolucionaba. Hay «trasiego de pacientes», pero con el descenso del número de personas que acude a Urgencias «no hay colapso» según narra un médico de este servicio del Hospital Reina Sofía que añade que «hay más silencio, nos sentimos más unidos como equipo y se nota la tensión». «El estrés es distinto al que tenemos en una guardia de las de 500 pacientes, pero en este caso lo que sí aparece en ocasiones es el miedo», asegura.

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Según ha informado el Hospital Reina Sofía, el Ministerio de Sanidad ha centralizado desde hace días toda la información que sale de este y otros centros así que este sanitario prefiere quedar en el anonimato como todos los que participan en este reportaje. A él le llama la atención la gran cantidad de «jóvenes con tos» que acuden al hospital. «Yo les digo que no vengan para eso, ya que sus casos han de resolverse por otros cauces», añade, y opina que «se está haciendo bien» ya que se ha establecido desde hace días dos circuitos independientes: uno de ellos para pacientes sin dolencias respiratorias, para que en ningún momento se crucen con un caso dudoso o diagnosticado de coronavirus. «El problema es que vengan con síntomas respiratorios, entonces sí van a entrar en ese circuito, tengan o no el virus».

«Lo más duro es trabajar en Respiratorio»

Entre los sanitarios, «el ánimo está bastante bien porque hay mucho compañerismo» y «son constantes los agradecimientos de unos a otros por las colaboraciones en las guardias del día anterior». «En el momento en el que te pones un traje EPI para trabajar empiezas a sudar, es insoportable y a veces tienes que pedir un relevo. Siempre hay un compañero dispuesto», afirma. En ese circuito donde están los pacientes aquejados de problemas respiratorios, «el ambiente no es malo, pero de un ritmo intenso»; «si los pacientes son graves, sí hay un gran silencio». Al preguntar por los elementos de protección, como mascarillas, gafas y trajes dice que «hay, pero están justitas, justitas». Cuando acaba la jornada, igual que otros compañeros, vuelve a casa donde ya ni siquiera comparte habitación con su mujer, «para evitar riesgos».

Varias enfermeras describen como «caótica» la gestión

Varias enfermeras con las que ha contactado este medio, coinciden en haberse sentido «presionadas y desprotegidas» y califican de «caótica» la gestión de Urgencias. Aseguran que durante las primeras semanas en las que empezaron a aparecer los primeros casos en otras ciudades les reñían si usaban mascarillas quirúrgicas «porque decían que generábamos alarma». Una de ellas, enfermera que tuvo que aislarse durante cinco días al haber entrado en contacto con un paciente que luego dio positivo, critica que no le hicieran la prueba del coronavirus y que no recibió ni siquiera la llamada de sus superiores. «Ahora, el protocolo ya ha cambiado. Yo fui la cobaya», dice, resignada. «Me he sentido desangelada por parte del sistema, se han portado muy mal», afirma. «Lo que está ocurriendo nos hará crecer como profesionales, como personas y espero que se reconozca la labor que hacemos especialmente ahora con grandes dependientes a los que sus familias no pueden ayudar». «Es muy emocionante el calor humano», concluye.

Otra enfermera de Urgencias lamenta que, ante la «racionalización» del uso de las mascarillas hayan tenido que sacar muestras nasofaríngeas sin protección a pacientes que posiblemente tenían el virus. «Ahora están llegando sanitarios contagiados», añade, algo que es respaldado por la información que ofrece otro sanitario: «en la UCI hay dos médicos de primaria, uno de Levante y otro del centro de salud de Aeropuerto». A la escasez de mascarillas se suma la ausencia de gel hidroalcóholico. Hemos vivido la experiencia de un «hospital de guerra», añade.

La UCI, «menos humanizada»

«Yo llevo fatal no poder trabajar con la medicina con la que siempre he trabajado». Lo dice una médica de la UCI que lleva años defendiendo que el contacto con los pacientes y sus familiares cura. «Cogerles de las manos, abrazar a un familiar, ahora no podemos hacerlo; cuando llega el paciente me ve directamente ya vestida de astronauta y perdemos la parte humana», dice. Ella lo califica de «dictadura epidemiológica» y defiende que igual que en su caso asume un riesgo, «se debería permitir a los familiares entrar, vestidos con la protección oportuna para al menos poder darle un último adiós».

Esta profesional, con varias décadas a sus espaldas de trayectoria, dice que no sabe si está preparada «para una medicina así». «Estoy hecha a tomar decisiones rápidas, pero esto no es el ébola, que se muera tu madre y no puedas despedirte es muy duro». En la UCI se han hecho dos grupos: «El equipo Covid y el Equipo No Covid», para «equilibrar los esfuerzos» y mantener una atención óptima hacia los enfermos que están en esta unidad pero que no están contagiados. Sobre la ocupación de la UCI afirma que «está bien, controlado, ha habido anticipación y el plan de contingencia está funcionando, pero porque la acción ha venido de abajo, no de arriba». Esta facultativa afirma que han pedido teléfonos para que los enfermos puedan hacer videoconferencias con sus familiares, pero no ha habido una respuesta satisfactoria por ahora. «El ser humano tiene alma y cuidar el alma cura», concluye.