Rafael y su mujer tienen un negocio de alimentación, una tienda de barrio de la que obtienen los ingresos familiares para ellos y su hija. Él sufre una enfermedad grave que le obliga a tomar un tratamiento que mantiene sus defensas bajas, lo que le hace especialmente vulnerable a los virus. De ahí que el sábado decidieran tomar algunas medidas de precaución para reducir el riesgo de contagio del covid-19.

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De momento, han optado por tomar medidas de precaución. «Yo trabajo con mascarilla gracias a un vecino que tenía porque ya no hay ni siquiera para los enfermos», relata. «Hemos pedido a los clientes que entren de dos en dos y el resto que espere fuera y desde el lunes abrimos solo por la mañana, y por las tardes, limpiamos bien todo con desinfectantes», explica Rafael, pendiente aún de estudiar con detalle las medidas anunciadas por el Gobierno para los autónomos. «Los autónomos parece que no tenemos derecho a ponernos malos», indica.

«Por lo que sabemos, no podemos cerrar la tienda porque no nos darían ayudas, por ser una tienda de alimentación, así que no nos queda otra que trabajar», explica Rafa, que aún no tiene claro que exponer su salud le vaya a ser rentable. «El fin de semana hubo un pico de ventas, pero ya se ha recuperado la normalidad y como la gente ha comprado tanto en los supermercados, es posible que la cosa se calme y no vendamos como para cubrir gastos, aún no lo sabemos».