La gala de los Cordobeses del Año 2019 pasará a la historia como la que inauguró la era covid, con un Palacio de Congresos reestrenado por Diario CÓRDOBA (el año pasado, ya se celebró en este enclave) en esta nueva normalidad llena de rarezas, entre obras de reforma simbólicas quizás de una sociedad en construcción tras la pandemia y la consabida señalética sobre los mejores caminos para esquivar al virus. Las galas de la nueva era transcurren a la luz del día, sin ese misterio que aporta siempre la nocturnidad, no llevan el beso ni el abrazo incorporado de serie ni dejan relucir las sonrisas Profident de los invitados, obligados todos a esconder el gesto tras la mascarilla. También pasará a la historia por ser esta la primera gala de la nueva directiva de un periódico que no solo ha cambiado de capitán en el timón, sino que está liderado ahora por el grupo de comunicación Prensa Ibérica, que actuó como anfitrión.

El 35º aniversario de esta fiesta del talento local, que reconoce los valores asentados y los logros archivados por empresas, personas y entidades de la ciudad fiesta del talento local,, no perdió, pese a su afán aséptico sanitario, su pompa (o burbuja que parece que pega más con los tiempos) y boato, por más que las normas de seguridad hayan obligado a suprimir el consabido cocktail o cena de colofón para sustituirlo por un lingotazo de gel hidroalcohólico a cuenta de la casa. Así no hay quien se ponga contento.

A la llegada al edificio, cada cual se buscó la vida para saludar al prójimo entre mil y unas fotos y comentarios jocosos para romper el hielo: "Parece que venimos todos a robar un banco", bromeó alguien de cara enmascarada frente al mismísimo teniente coronel de la Guardia Civil.

En el hall de entrada, mucho choque de codos, de pies, guiños y toques al pecho por aquello de que ahí se aloja el corazón no solo para saludar sino para dar la enhorabuena a los premiados. También algún que otro encuentro significado como el del alcalde de Lucena, Juan Pérez, y el consejero de Salud, Jesús Aguirre, el primero en persona quizás después de la dura situación atravesada por la localidad cordobesa, que intercambiaron un saludo y algún comentario difícil de leer ahora en los labios.

El desfile de mascarillas puso el matiz colorista a la fiesta, mezclándose la higiénica básica con las Fpp2 y las corporativas de más de una institución y empresa. La Guardia Civil, que recogía uno de los premios Cordobés del Año, con su despliegue de insignias, puso el punto uniformado que hizo sentir a todos los presentes un poco más seguros.

Como no podía ser de otra manera, la gala arrancó recordando las medidas de seguridad, las distancias, la obligatoriedad de la mascarilla y la necesidad de respetar los asientos asignados, una retahíla de instrucciones que salvo por la ausencia del tubito hinchachalecos salvavidas, bien pareciera el recordatorio de los aviones antes de despegar. Solo faltaron las azafatas indicando las salidas de emergencia.

Durante la entrega de premios, no faltaron mensajes para los héroes de la lucha contra el coronavirus, representados por los colegios de médicos, enfermería, farmacéuticos y hasta dentistas y veterinarios, que recibieron un cariñoso aplauso del público. El alcalde de Córdoba, José María Bellido, cerró el acto reivindicando el talento y el esfuerzo de los cordobeses, representados entre los premiados. Ese mensaje de la autoestima que tanta falta hace en este momento.

El vuelo, más breve que de costumbre, sin duda agradable y sin turbulencias, transcurrió ágil para aterrizar inmediatamente en tierra firme, desde donde cada cual reanudó su actividad, sin canapés ni nada de por medio. A los premiados de este año habrá que invitarlos a la gala del año que viene. El brindis con vino de la tierra sigue pendiente para ellos. Aviso a navegantes, por muy buena que esté el agua de Emacsa (otro de los premiados), se recomienda brindar con un buen vino.