Juan Luis López Vázquez nació en Córdoba hace 42 años y, aunque se siente profundamente unido a esta ciudad, reside en Italia desde hace varios años. Llegó a ese país en el 2000 como estudiante de Erasmus, mientras cursaba su licenciatura en Historia por la Universidad de Córdoba. Regresó a su ciudad natal un año después, donde logró obtener un máster sobre gestión de destinos turísticos y comenzó su aventura profesional de la mano de la consultoría de Innovación y Formación Rural (FIR).

El destino le llevó de nuevo a Italia, tras ganar una beca de Turespaña en Milán. Estando allí se convocó una plaza para la Oficina de Turespaña en Roma. La ganó, así que desde 2007 vive en la Ciudad Eterna, donde es responsable de la promoción turística y marketing de España tanto en el sur de Italia como en Egipto, Israel, Túnez, Grecia y Turquía.

-Para un amante y un experto en Historia no está mal eso de nacer en Córdoba y vivir en Roma.

-Mi trayectoria vital está siempre ligada a ciudades con un fuerte pasado histórico, con una riqueza patrimonial potente, y es algo que me hace sentir bien. Roma, en principio, no es una ciudad fácil para vivir, pero la verdad es que muchas veces me siento un privilegiado porque tenemos la oficina en el centro de la ciudad, muy cerca de la Fontana de Trevi, y los paseos por la mañana para llegar a la oficina son un gustazo.

-Usted se pasea en bicicleta por Roma, algo que no es muy habitual en la Ciudad Eterna.

-Como todo el mundo sabe, el tráfico en Roma es bastante intenso y no existe una cultura de la bicicleta como sí hay en otras ciudades italianas. Hay carriles bici, pero no están muy extendidos por Roma y en los tiempos que corren la bicicleta debe ser un medio de transporte cada vez más extendido. Hace años que adopté ese medio de transporte como propio y me siento muy cómodo, vivo cerca de los Museos Vaticanos y en un tiempo razonable estoy en el centro.

-¿En Córdoba ocurre algo parecido?

-Córdoba es una ciudad perfecta para ir en bicicleta. La verdad es que me llama la atención cómo, con una buena red de carril bici, todavía no se ha implantado la cultura en la ciudadanía de ir en bicicleta. Pero eso es una cuestión que se trabaja desde el punto de vista político y social y Córdoba presenta todos los puntos positivos para convertirse en un referente en ese sentido.

-¿Salvando las distancias que separan a ambas ciudades, qué diferencias existen entre Roma y Córdoba en cuanto al modelo de gestión del patrimonio?

-Roma, posiblemente, es una de las ciudades más importantes desde el punto de vista patrimonial. No tiene parangón mundial en cuanto a recursos patrimoniales, pero creo que la gestión en Italia deja mucho que desear. Aquí hay una situación muy peculiar porque en Roma está la capital de dos estados y, claro, el patrimonio de valor histórico-artístico es absolutamente abrumador, con lo cual, si no existe una gestión cultural muy organizada y muy estricta, que no es el caso, las carencias, en muchos aspectos, resultan evidentes. Entiendo que cuando tienes un patrimonio tan desmesurado es muy complicado coordinar todas las políticas. Pero, sobre todo, lo que más cuesta aquí es el mantenimiento y la puesta en valor. Hay proyectos muy interesantes y bonitos, pero la gestión en lo que se refiere a la puesta en valor y el acercamiento a la población, con cuestiones como el uso de las nuevas tecnologías aplicadas a la interpretación del patrimonio y todo este tipo de cosas, sí que tienen un camino importante por delante. En Italia quizá sea ese uno de los retos que tiene: actualizarse, modernizarse en ciertos aspectos y dar valor a todos esos recursos que tiene. En el caso concreto de Córdoba tengo una visión muy optimista de la situación. Viéndolo desde la distancia, porque llevo prácticamente catorce años fuera de la ciudad, aunque voy con frecuencia, poco a poco noto que la ciudad da pasos adelante. Pero sí que existen determinadas cuestiones que son debates abiertos que nunca terminan de cerrarse, sobre cuestiones patrimoniales y de puesta en valor de determinados recursos.

-Póngame algún ejemplo práctico para ilustrarlo.

-Desde el Museo Regina al C3A, que creo que su puesta en marcha está siendo más lenta de lo esperado, o el cambio de la sede del Museo de Bellas Artes y Julio Romero de Torres. Son debates que han estado abiertos en la ciudad, como la puesta en valor del templo de Claudio Marcelo, que ha costado, y se han necesitado muchos años para recuperar ese recurso arqueológico, insertarlo en el tejido urbano de la ciudad y darle contenido.

-Y se ha avanzado en otros aspectos.

-En estos últimos años Medina Azahara ha dado pasos de gigante y tiene un centro de interpretación que es un ejemplo. Seguramente se le podrá sacar más partido, pero bueno, ese paso está dado, y yo creo que, dentro de lo que cabe, la imagen que tiene Córdoba desde el punto de vista turístico como una ciudad patrimonial cultural suele ser muy positiva. Córdoba es una ciudad que no deja indiferente y eso es una señal inequívoca de que tenemos una joya entre las manos y tenemos que gestionarla entre todos.

-Entre todos incluye la iniciativa privada. ¿Cree que en Córdoba el sector privado se está involucrando lo suficiente en la promoción de la ciudad o es necesario mayor empuje?

-Esta es una cuestión que la veo un poco desde lejos y a lo mejor mi visión no es con suficiente criterio porque no tengo todos los datos en lo alto de la mesa, pero sí que es verdad que hay determinados proyectos que no acaban de tener la dimensión que podrían coger y convertirse en referente nacional o internacional. Evidentemente, la apuesta del sector privado en las políticas culturales, al final, en Córdoba se reducen a unas cuantas empresas con bastante implantación en la ciudad, tanto bancarias como empresas internacionales que tienen negocios en la ciudad, que son las que patrocinan las actividades cultural. En este sentido, se tienen que crear políticas que dinamicen la ciudad y para ello es fundamental que haya una buena coordinación público-privada y que el sector privado apueste también por todas esas políticas.

-En los últimos años se ha multiplicado la oferta hostelera en la ciudad.

-Uno de los puntos fuertes de la oferta turística de Córdoba es, sin duda, su gastronomía y es interesante que ese tipo de cosas no se pervierta, entre comillas, que se conserve su identidad y que ésta conviva con una cocina más contemporánea que responda a las corrientes de los tiempos en los que vivimos. Dicho esto, la política cultural, así como el desarrollo de la propia ciudad, tiene que ir un poco de la mano porque, si la ciudad es capaz de desarrollar una vida activa desde el punto de vista cultural que sea atractiva para la propia ciudadanía, eso será un factor de atracción para los visitantes que tenga la ciudad.

-¿En qué sentido?

-Creo que las ciudades que son culturalmente activas, no para los visitantes sino para los propios ciudadanos, son ciudades que se convierten en referentes para los visitantes porque todo visitante intenta convivir un poco con la realidad de las ciudades. Córdoba tiene un buen casco histórico, que está bastante bien conservado y donde hay posibilidad de realizar unas visitas que te permiten entablar una relación cercana con la vida cotidiana de la ciudad, y eso no lo tiene todo el mundo. Es importante que la tradición conviva con las corrientes culturales que se ponen en marcha y den un sentido completo a una ciudad con un pasado y con un presente importante.

-Su área de trabajo desde la oficina de Turespaña se centra en el sur de Italia y en otros países del Mediterráneo, como Israel o Turquía. ¿Cómo se ve en estos países a Córdoba?

-Córdoba es una ciudad reconocida internacionalmente porque tiene un peso y un espacio dentro de las ciudades históricas. En concreto, en países como Israel quizá sea todavía mucho más señalada su importancia porque el pasado judío de Córdoba es notorio. No en vano una de las figuras judías más importantes, Maimónides, nació en Córdoba y eso la coloca en el mapa de las ciudades con peso en el mundo hebreo. Por otro lado, Córdoba fue capital del califato y ese peso cultural la hace estar dentro del imaginario colectivo de las ciudades que han tenido relevancia. En todos estos destinos Córdoba es una ciudad que se conoce. Y, además, está dentro de una región que se conoce bien, Andalucía, que es un circuito cultural bastante conocido, sobre todo el triángulo de las ciudades culturales, Sevilla, Granada y Córdoba, y eso es una valor añadido, el poder apoyarse en ese tipo de recursos. Porque Córdoba no es una isla o un oasis en el desierto, es decir, convive en un territorio y tiene que saber gestionar en ese sentido a la hora de promocionarse.

-Ahora se habla mucho de los procesos de ‘gentrificación’ y ‘turistificación’. ¿Qué hay que tener en cuenta a la hora de abordar estos asuntos en una ciudad como Córdoba?

-Esto es un debate que en el sector lleva abierto muchísimo tiempo. Es una cuestión delicada. La gentrificación es un proceso que parece que ha nacido ahora con el alojamiento turístico, pero es algo que todas las ciudades históricas han vivido a lo largo del siglo XX, fundamentalmente. Córdoba ya vivió un proceso de gentrificación entre los años 50 y 60, cuando se despobló su casco histórico y se crearon los barrios periféricos, a donde se marchó gran parte de la población. Y el casco histórico, durante muchos años, quedó despoblado y luego se volvió a repoblar con gente ajena, española en este caso, pero ajenos a las costumbres y a los ritmos del barrio. Es decir, la gentrificación no es algo nuevo que ha llegado como consecuencia del turismo, pero sí que es verdad que en los últimos años, con esta aparición de empresas de alquiler turístico, se ha generado un fenómeno que, al no estar legislado en ciudades con cierto movimiento turístico, está generando problemas. Al no existir un control de la capacidad de alojamiento se ha perdido un poco el control de cómo la ciudad se puede desarrollar turísticamente. La implantación de muchos apartamentos turísticos que no están dentro de un registro puede generar un problema de convivencia en los mismos centros históricos, puesto que provoca un cambio de rutina de la población y de los ritmos de vida de los propios barrios, pero, además, genera un problema de descontrol de la capacidad de alojamiento. Incluso si los alojamientos turísticos no responden a las características y a las necesidades que se marcan con la ley y que tienen que ver con la calidad, evidentemente, puede dañar a la propia imagen del destino y crear, además, una saturación en determinados momentos del año.

-Por cierto, ¿tiene intención de volver a Córdoba?

-Siempre hay una mirada de reojo a mi tierra. Nunca se me ha ido de la cabeza el poder devolver todo lo que Córdoba me ha dado, mi formación, mi primera fase de vida laboral y todos los conocimientos que allí adquirí y que he desarrollado en el extranjero, así como poder poner mi granito de arena para que la ciudad crezca y se desarrolle de la mejor de las maneras posibles. Tendrían que darse las circunstancias idóneas pero la ilusión está ahí siempre.