La compra de fincas rústicas ha recuperado su importancia como inversión refugio en Córdoba por la alta rentabilidad que están dando algunos cultivos y el poco interés que pagan las entidades financieras por el dinero. Los especuladores que llegaron al campo en los años anteriores a la crisis económica han desaparecido y ahora son empresarios que buscan ingresos en algunos cultivos cuyas producciones alcanzan un gran valor. Eso ha provocado que las ventas de fincas rústicas lleguen a los niveles anteriores a la crisis y que los precios hayan registrado un incremento en el 2015 y en el 2016 tras caer al mínimo en el 2014. Durante el pasado año se adquirieron en la provincia 2.959 fincas rústicas, lo que supone un 11,7% más que en el 2015. Ésta es la cifra más alta desde el año 2008, cuando se transmitieron 3.288. Además, el Instituto Nacional de Estadística (INE) refleja que ese incremento se ha mantenido durante el primer mes del 2017, cuando las ventas crecieron un 34,3% respecto a enero del 2016.

El ingeniero agrónomo y tasador de la empresa Promasta (Tecnitasa), Luis López-Crespo, destacó ayer la tendencia alcista que se está produciendo en las ventas y en el precio de la tierra. «Hay dinero. Empresarios de otros sectores ven una inversión segura en las fincas, aunque solo en aquellas que ofrecen una alta rentabilidad de sus producciones», dijo López-Crespo, que destaca el interés que existe en la tierra de labor de regadío para su transformación en olivar intensivo o superintensivo, pero también en otros cultivos como el almendro o los cítricos en variedades que tienen gran demanda. También registran alzas de cotizaciones, según López-Crespo, «las dehesas de municipios como Villanueva de Córdoba, Cardeña o Pozoblanco por los buenos precios del porcino ibérico».

En algunos de estos cultivos se recupera en pocos años la inversión en la adquisición de la tierra. Así, el tasador cordobés pone como ejemplo el olivar en superintensivo, que en seis o siete ha obtenido unos ingresos similares al coste de la finca. Eso sí, por una hectárea que recupera la inversión destinada a la compra de la finca en seis o siete años al obtenerse rendimientos de más de dos mil kilos de aceite por hectárea. Los precios más altos, precisamente, se están pagando en el olivar en regadío, por el que llega a abonarse hasta 50.000 euros por una hectárea en algunos municipios. El valor medio supera los 32.000 euros en el regadío y los 27.000 euros en secano.

Por el contrario, se han venido abajo las fincas de recreo o la tierra de labor en secano. «Las explotaciones que se destinan a la caza valen diez veces menos que hace una década», afirma este experto. Asimismo, también siguen reduciéndose las cotizaciones de la tierra destinada a aprovechamientos como el girasol o el trigo, muy afectadas por el descenso de precios de estos productos agrarios.

La Consejería de Agricultura dio a conocer hace unos días la encuesta de precios de la tierra en Andalucía correspondiente al año 2015. El valor medio de la hectárea ascendió en la provincia a 16.646 euros, un 0,4% más que en el 2014. Este incremento, no obstante, está muy por debajo de la subida registrada en Andalucía, que fue del 6%. Solo en Granada se produjo un descenso de los valores (-10,3%), mientras que el mayor crecimiento se dio en Jaén, con el 8,4%.