Tres mujeres están al frente de tres de los distritos más grandes y conflictivos de la ciudad. Juana Pérez, médico de familia, lleva las riendas del Distrito Centro; Conchi Sánchez, histórica del movimiento vecinal, conduce el destino del Distrito Poniente-Norte mientras Teresa Caballero, funcionaria de la Administración de Justicia jubilada, lleva la voz cantante en el Distrito Noroeste. La que menos, está involucrada en las reivindicaciones vecinales desde hace 20 años, tiempo más que suficiente para merecer el homenaje que hoy les rendirá la Federación Al Zahara, que les hará entrega del cervatillo de plata.

Son muy distintas, pero las tres tienen en común un punto de pragmatismo y convicción que las convierte en huesos duros de roer cuando se trata de reclamar derechos. «En el movimiento vecinal, se consiguen cosas a base de ser muy constantes e insistir, insistir...», explica Juana, «a veces te cansas porque pasas años reclamando las mismas cosas sin que te hagan caso».

A ellas no les van los colores políticos. «Los partidos entran y salen del gobierno, pero los vecinos seguimos ahí cuando ellos se van, así que lo que nos importa es que nos solucionen los problemas y eso depende más de las personas que de si son de izquierdas o de derechas», coinciden cargadas de sentido común. Durante años, han compatibilizado, por amor al arte, familia, trabajo y reuniones de vecinos que en más de una ocasión les han robado el sueño. Según Teresa, «Este es un trabajo invisible y muy desagradecido porque todo el mundo se acuerda de ti cuando quiere que arreglen su calle, para quejarse por el tráfico, cuando las viviendas turísticas proliferan, pero cuando los conflictos, después de mucho pelear, se resuelven, si te he visto no me acuerdo». Pese a todo, siguen al pie del cañón movidas por el compromiso con sus barrios y por la falta de relevo generacional. «En las asociaciones es difícil encontrar jóvenes dispuestos a coger los mandos», afirman, «esto quita mucho tiempo». En el año del feminismo, las mujeres reciben honores, aunque el machismo, afirman, sigue latiendo. «Algo hemos mejorado», afirma Concepción, que empezó en esto hace 25 años, «yo entré en mi asociación porque era muy práctico tener una mujer en las verbenas para cocinar y tuve que pelear mucho para que eso cambiara». Menos mal que ellas son guerreras.