El secreto mejor guardado. Durante más de dos años, Antonio Blázquez y Cristian Tena consiguieron ocultar al gran público que ellos dos, en noches de intrépida aventura, fueron los artífices del famoso Callejero Pirata, una iniciativa de arte urbano que cautivó a cordobeses y foráneos. Ocurrió en la primavera del 2010, cuando esta pareja de artistas decidió poner en práctica una idea largo tiempo amasada con la que Córdoba, embarcada por aquel entonces en plena carrera hacia la capitalidad cultural del 2016, se dejó seducir, guiada por el encanto de unos rótulos que dejaban mucho campo a la imaginación.

"Por fin te he encontrado" fue el primer letrero que vio la luz, a modo de prueba, en abril de hace dos años. Fue colocado con nocturnidad y alevosía justo enfrente de la casa en la que aún reside uno de los autores, para poder ver de cerca la reacción y el efecto que producía su visión.

Luego llegaron otros como "Contracorriente", "Yo paso", "Sigue buscándome", "Por aquí podemos atrochar" o "El quinto pino" y con ellos el morbo se desplegó en internet. Una página web, lacallejadelasflores, se interesó pronto por la iniciativa, al tiempo que los habituales del casco histórico empezaban a preguntarse por el sentido de aquellos extraños mensajes.

El día 12 de mayo, este periódico se hacía eco en portada y en páginas interiores del fenómeno, que cada vez tenía más adeptos. A partir de ahí, Diario CORDOBA siguió durante semanas el rastro del francotirador del arte, a quien el Ayuntamiento indultó sus pecados a mediados del mes de mayo, cuando se hizo público el anuncio de que no se eliminarían los rótulos, colocados todos en edificios particulares, muchos de ellos en estado ruinoso. Precisamente ésa era una de las llamadas de atención que perseguían los autores, poner el foco sobre edificios mal conservados que florecen, ayer y hoy, en lugares emblemáticos de la ciudad.

Muchas fueron las teorías que se forjaron en torno a esta idea, que pronto se descartó fuera fruto de alguna actuación ligada a Cosmopoética o a la capitalidad. Mientras algunos buscaban con desesperación al autor, otros se afanaban en encontrarle tres pies al gato y atribuir significados globales a la iniciativa, imaginar juegos de rol o achacar el invento a artistas urbanos anteriores como los autores del Hombre Río o las intervenciones de la calle Imágenes. Desde sus casas o paseando por la ciudad y observando a los viandantes, Antonio y Cristian disfrutaron durante meses con la evolución de los acontecimientos. "Para nosotros fue una sorpresa, nunca imaginamos que tendría tanta repercusión, era alucinante ver cómo la gente iba de un lado a otro esperando encontrarse con un nuevo rótulo, se hacían fotos... Fue algo increíble y desde el punto de vista del arte urbano, funcionó bastante bien", afirma Antonio Blázquez. El fue el encargado de la selección de las letras, fabricadas en papel fotocopiado, muy parecidas a las de cerámica que se utilizan en el rotulado de las calles, se hizo utilizando internet. "Al principio eran muy perfectas, así que las modificamos un poco hasta dar con lo que queríamos", señala.

El callejero pirata fue instalado en dos fases. "25 o 30 una vez y

otras tantas después", comenta el autor, mientras recuerda que apenas fueron vistos. "Una noche nos cruzamos con un par de borrachos cuando estábamos colocando un rótulo por el Palacio de Orive y se sentaron en frente hasta que acabamos. Y otro día, en la Cruz del Rastro, mientras pegábamos el letrero de Contracorriente, vimos que el guarda del Soho nos estuvo observando con el móvil en la mano hasta que vio lo que ponía y se fue".

El callejero, del que aún sobreviven muchos rótulos, otros se conservan solo a medias o han perecido, tuvo su momento de esplendor en el mes de mayo, cuando los turistas optaron por alternar la visita a los patios con la ruta del callejero pirata. Un ingeniero cordobés, Rafael Agüera, se decidió entonces a documentar la idea y abrió una web en facebook (Callejero pirata ), aún activa, en la que decenas de personas volcaron sus fotografías. Para evitar sanciones, siempre había uno que vigilaba que no viniera la Policía y otro que colocaba rápidamente las letras. "Todos los rótulos fueron colocados de madrugada, a veces lloviendo incluso, uno de nosotros llevaba preparadas las letras y el otro se subía a la escalera y las pegaba una a una en apenas minutos", recuerda Antonio, que decidió desvelar la autoría esta semana en la cadena SER. "No fue algo premeditado, voy a dar un curso de arte urbano a finales de mes y utilicé las fotos de esta intervención para publicitarlo, pensé que ya había pasado el tiempo suficiente y ni siquiera lo consulté con Cristian, pero al ver el cartel alguien ató cabos...", afirma. El curso de Antonio Blázquez, para el que aún quedan plazas libres, promete nuevas sorpresas para la ciudad. Empezará a final de mes en El Arsenal, un espacio de creación contemporánea capitaneado por varios artistas cordobeses de distintas disciplinas. "Ahora estamos promocionando el curso, pero en cuanto empiece, nadie sabrá a qué nos dedicamos", asegura Antonio, así que habrá que tener los ojos bien abiertos.

La otra parte implicada, Cristian Tena, afirma que hubiera preferido que todo quedara como hasta ahora. "Había gente conocida que lo sabía, pero no hemos hablado de hacerlo público, no me ha gustado enterarme por la radio de que se hacía público", ha dicho Cristian, contrariado con el desenlace de la historia. Un desencuentro que ha impedido la foto de los autores junto a su obra. Lástima que lo que el arte urbano unió, el mismo arte urbano lo haya empañado.