«Yo soy travesti, me dedico a pintar las casas, y luego, por la noche, hago la carrera en los llanos del campo de fútbol». La Paquera de Córdoba, para la que el colectivo Trans ha pedido al Ayuntamiento de la ciudad que le dedique una calle, se definía así en la célebre entrevista televisiva que le hizo Mario Fraile en Canal Córdoba (hay otra también interesante en la Televisión Municipal). El periodista la recuerda como una persona «exquisita y bondadosa», a la que sus vecinas querían y respetaban, y que «marcó un hito» en la historia de la ciudad.

Popular y querida, vecina de San Pedro, pintora de brocha gorda, carrerista, cabaretera, perseguida (llegó a estar encarcelada), carnavalera, «que tenía su territorio comanche bajo las arcadas medievales de la plaza de la Corredera» y fue «una bandera de libertad en plena dictadura, capaz de subvertir los tratados morales» y la vetustez de la ciudad. La Paquera reinterpretó el género burlesque para que los cordobeses pudieran disfrutarlo cada mes de febrero en la calle Montero: «Los maricones somos los que realzamos el carnaval cuando no había ni chirigotas», decía también en esa entrevista, que se rodó en una de las casas donde pintaba la Paquera esos días, y en la que reivindicaba, con modestia, aquellos desfiles que rompieron los moldes de la época.

Pese a su popularidad, pocos homenajes se llevó en vida esta mujer nacida en el 39, en cuyo dni siempre se leyó su antigua identidad, Antonio Muñoz Caballero (con orgullo enseñaba a cámara su pecho operado), y que falleció un 6 de abril de 1995 en circunstancias poco claras. De entre los pocos tributos destaca una exposición que se le hizo en 2006, La Paquera y el aire de la Corredera, que contó con las instantáneas de Luis Vida y la organización de la Asociación de vecinos La Axerquía. En la inauguración de la cita, el entonces concejal de Cultura, el tristemente fallecido José Luis Villegas, dijo de ella que fue «un ser extraordinario, dotado de una personalidad humana y artística conmovedora».

Para Raúl Solis, autor de La doble transición, un libro que retrata la vida de mujeres transexuales, la Paquera es un símbolo de la durísima vida de las personas transexuales, a quienes «el régimen condenó a la exclusión social», y castigó con la polivalente ley de vagos y maleantes. «La vida de la Paquera fue una vida llena de violencia como todas las de las transexuales de entonces, pero a pesar de todo, se rieron del franquismo, porque de la mano del sentido del humor y la burla convirtieron su vida en teatro. Quizá sin eso hubiese sido imposible sobrevivir ante tanta dureza», reflexiona. Aquel sufrimiento y las muchas palizas que soportó por su condición sexual desde que era una niña es algo que también recuerda con pena Mario Fraile, pero frente a toda aquella crudeza, siempre: su irreverencia salvadora.