En las calles de Illescas (Toledo) la nieve casi forma cuatro paredes. De principio a fin, un manto blanco cubre un pueblo que recuerda su última nevada como un hecho anecdótico hace más de 10 años. Entre la monotonía del hielo desde hace días, los picos y las palas sorprendían ayer a los vecinos de Illescas, en Toledo, que encontraron, sin esperarlo, a los militares de la Brigada Guzmán el Bueno X de CórdobaBrigada liberando sus calles de la espesa nieve que dificultaba el acceso a estas. «Ya puedo salir por lo menos de mi casa», contaba un residente de la urbanización Viñas Perdidas. Para llegar allí, hay que circular por una extensa vía secundaria amurallada por la nieve acumulada y casi cambiar de localidad. «Son los primeros y los únicos que vienen», afirmó el mismo vecino. Desde que los 52 efectivos de la BRI X llegaron a Toledo el pasado lunes, trabajan, diariamente, desde la mañana hasta la noche. «A veces incluso terminamos a las 12 de la noche», reconocen cuando dan tregua a las placas de hielo para responder a las preguntas. Con un manto blanco cubriéndoles hasta las rodillas, cinco efectivos accedían ayer al Colegio Público de La Constitución para abrir camino hasta la entrada, además de los aparcamientos. El próximo lunes empiezan las clases para cientos de niños del pueblo y sin la actuación de los equipos de la brigada montones de nieve les dificultarían el paso.

La nevada ha borrado caminos del mapa, pero también ha paralizado la rutina de los habitantes del municipio. El principal cometido del equipo desplazado es ayudar a la población civil a llevar a cabo su vida normal, ya que muchos de los servicios básicos han quedado interrumpidos. En la capital, especialmente, trabajaron desde inicios de la semana para que los servicios sanitarios de urgencia pudieran acceder a las calles de la ciudad, tras la nevada histórica que dejó la borrasca Filomena. «Nos activaron el domingo por la noche y el lunes por la mañana ya estábamos saliendo de Córdoba», relata el capitán Daniel López Godoy. En Toledo el trabajo fue duro, explican algunos miembros. A la ingente cantidad de nieve se sumó la condición de las vías: estrechas y de adoquines. Eso dificultó su liberación por los problemas para usar las propias herramientas. Además de tener que apartar bloques de hielo de hasta 20 o 30 kilogramos.

A pesar de las complicaciones, los militares despejaron con éxito las calles de la capital, pero detrás de la efectividad en la actuación, hay un gran trabajo previo. «La iniciativa y la instrucción en situaciones de emergencia» del cuerpo militar hacen posibles respuestas como estas, explicó el capitán Godoy. Después de limpiar la capital, se dividieron, ayer mismo, entre Illescas y Seseña, donde su labor se hace necesaria. Para llegar al primer destino, hay que admirar Toledo, aún reluciente por los destellos del sol en sus calles, y continuar más de unos 30 kilómetros hacia Madrid.

Con la experiencia de los primeros días y aprendiendo sobre la marcha a tratar con un terreno tan desconocido como el que estos días pisan, los militares se desplazaron rápidamente. A pesar de lo duro de la experiencia, «es muy satisfactoria», aseguraba Juan Antonio Meléndez, un soldado originario del barrio cordobés de La Fuensanta. Cuando, entre un espeso manto de hielo y nieve, los militares de la brigada le abrieron paso a un hombre mayor que llevaba encerrado una semana en su casa toledana, la emoción llegó a las lágrimas, cuentan los propios miembros del cuerpo. «Ni los vecinos podían acceder a la vivienda para llevarle comida». A la vieja usanza, los efectivos tratan de amontonar la nieve para que , posteriormente, una máquina la cargue y la aparte hacia un lado. Y así hasta el anochecer, con temperaturas que, como hace unos días, baten récords de frío. Agolpada en los laterales, los caminos comienzan a vislumbrarse. Pero saben que el trabajo que les queda por delante aún es arduo. Organizados en cuatro grupos, los militares iniciaron durante la mañana de ayer las acciones para despejar hasta tres colegios y una urbanización de casas a las afueras del municipio toledano durante el día. Viñas Perdidas, incomunicada desde el inicio de la borrasca, funcionaba gracias al coche de uno de los vecinos que era de los pocos capaces de superar las barreras dejadas por el temporal. Él se ofrecía, incluso, a hacer las compras de los otros residentes, explicó. Pero gracias al esfuerzo de los efectivos del Ejército de Tierra, la circulación se ha vuelto a hacer posible con total normalidad. «Ahora podemos ir a dar un paseo con la pequeña», decía alegre un vecino. Y es que nadie esperaba un escenario como aquel.

Sobre las 14.00, los efectivos se reúnen en el punto de encuentro, el Complejo Deportivo El Parque, un pabellón en pleno municipio. Los vehículos aparcados fuera despertaban el interés de los viandantes, mientras un grupo de soldados acomodaban el interior. Sus únicas pausas son para comer. Los jeeps atraviesan calles deslumbrantes que parecen amuralladas y casas arropadas por las heladas. Tras dos horas de tregua tendrán que seguir con las labores. El Ayuntamiento, con quien se encuentran muy agradecidos, reconoce el capitán Godoy, les sirve la comida y las instalaciones para los días que permanezcan allí. El propio pabellón ya está preparado para brindarles un lugar donde dormir y descansar.

La gente, volcada con la Brigada

Caminar por las calles de Illescas y llevar un uniforme militar conlleva recibir un saludo y la sonrisa de unos vecinos que no se ponen de acuerdo para servirles en todo lo que necesiten. Lo mismo sucedió en Toledo. Porque la ayuda desinteresada siempre es bienvenida. A las puertas de un estrecho local de alimentación, el Hannaa, cerca del complejo deportivo, un grupo de los miembros de la brigada levantaba la mano. Al rato, una joven musulmana aparecía con tazas de café y galletas. Y volvía a preguntar: «¿Quién más quiere café? ¿Alguien quiere un té marroquí?». De la casa de al lado, una mujer apareció con una jarra de café y se colocó en el centro del grupo. No faltaba nada para quienes están liberando su casa del peso que le ha cargado la borrasca.

El Ejército de Tierra juega un papel muy importante en tareas de ayuda a la población civil. Y acciones como esta y la operación Balmis de hace unos meses, entre otras, lo demuestran. «Afortunadamente cada vez lo estamos viendo más», dice el capitán de la brigada. «Por nuestra estructura, nuestra forma de trabajar y nuestra cadena de mando, se actúa rápidamente», añade. «Y creo que es muy positivo, porque además así la propia población nos ve trabajando junto a ellos. Y para nosotros no hay más orgullo que trabajar en favor de nuestros propios ciudadanos».

El calor y el aliento de las personas mueve a un equipo que, a pesar de llevar unas horas en el pueblo, se siente arropado como si sus miembros fueran propios vecinos de toda la vida. Y es que los residentes no tardaron en acercarse a ellos para saludar, para ofrecer cualquier tipo de ayuda o, incluso, para echar una mano si era necesario. Pero, además, la actuación supone un aprendizaje para unos militares que, desde el inicio de la semana, ya han visto reforzados sus vínculos. «Lo mejor es el compañerismo», cuenta uno de los soldados a este periódico. Algunos de ellos llevan juntos más de 10 años. La Brigada Guzmán el Bueno X de Córdoba, además, es una familia. Por lo general, la experiencia, a pesar de ser dura, resulta satisfactoria para el cuerpo. Hay quienes, incluso, a su paso por Toledo se han reencontrado con viejos compañeros después de mucho tiempo. Por si no había suficientes emociones. «Se pasan malos momentos, pero estas son las cosas de las que se acuerda uno en el futuro», comenta el teniente Andrés Ariza. Y, mientras tanto, el grupo intercambia anécdotas. «Te acuerdas ayer cuando...», decían. Porque el Ejército de Tierra también está con la gente y, codo con codo, trabaja con ella.