La Ribera es uno de esos lugares de Córdoba que siempre ha estado repleto de gente, aunque, todo hay que decirlo, con desigual fortuna. Si bien ha conocido momentos luminosos a lo largo de su historia, también ha sufrido los rigores del abandono, las crecidas del río o una paulatina degradación del entorno, que fue evidente hasta finales del siglo XX. La rehabilitación y peatonalización de La Ribera y de su zona monumental gracias al Plan Urban-Ribera devolvieron la dignidad, la belleza y el merecido respeto a este espacio de Córdoba, una ciudad que durante décadas prefirió vivir de espaldas al río Guadalquivir y a los vecinos que allí residían.

El origen de este barrio, hoy repleto de restaurantes, hay que buscarlo en época romana. En el siglo I, en la etapa final del reinado de Tiberio, Roma construyó un conjunto público y una gran plaza ubicada donde hoy se encuentra la Plaza del Triunfo y delimitada por una antigua puerta que daba la bienvenida a la ciudad en su parte sur, según los datos publicados por el Grupo de Investigación Sísifo de la Universidad de Córdoba.

Esta parte de la antigua Corduba pasó a ser una destacada zona mercantil en un momento en el que el Guadalquivir era navegable en este tramo y lo primero que veía el viajero tras atravesar el primitivo Puente Romano, una obra de ingeniería que conectaba a la ciudad con la Vía Augusta.

En época islámica se mantuvieron y transformaron muchas de las antiguas puertas romanas, entre ellas la del puente, que daba acceso a la monumental Qurtuba, a su mezquita aljama, al alcázar... Finalmente sería Hernán Ruiz II quien en el siglo XVI construyera la puerta que aún hoy se levanta frente al río.

A finales del mismo siglo se construye el primitivo Seminario de San Pelagio dando cumplimiento a las disposiciones del Concilio de Trento para instituir la formación sacerdotal en lugares creados para ese fin.

Bordeando el río se llega a la Cruz del Rastro. Aquí, en 1473, durante una Semana Santa, se vivió uno de los episodios más negros para los judíos cordobeses, como recuerda Teodomiro Ramírez de Arellano en sus Paseos por Córdoba. Esta zona fue testigo de una cruenta matanza de judíos a manos de los cristianos, que les acusaron de arrojar «cierto líquido inmundo» al manto de la Virgen de la Caridad durante una procesión. La venganza fue terrible y tal la matanza de judíos y conversos que el rastro del reguero de sangre llegó hasta el Guadalquivir. De aquí el nombre de esta pequeña plazuela.

De esa misma época es la Posada del Potro, una típica corrala de vecinos de los siglos XIV y XV que vivió e inspiró episodios de las obras de Cervantes.

Justo enfrente se encuentra el antiguo Hospital de la Caridad, del siglo XV, hoy sede de los museos Julio Romero de Torres y Bellas Artes, y muy cerca de allí el Compás de San Francisco, una plaza que ha recuperado los restos de la antigua iglesia y monasterio de San Pedro el Real, del siglo XIII.

En la Ronda de Isasa, anexada a un muro, descubrimos la portada de la desaparecida iglesia de San Nicolás de la Axerquía; un poco más adelante, el Molino de Martos y al final, la ermita de los Santos Mártires, del XIX.

Por eso, de principio a fin, recorrer La Ribera es pasear por la historia de la ciudad.