El centro de Córdoba es una de las zonas de la ciudad que ha experimentado mayor transformación a lo largo de los siglos. Desde época romana hasta nuestros días ha sido uno de los enclaves preferidos por los cordobeses, los de entonces y los de ahora, por eso en este entorno se encuentran algunos de sus edificios, públicos y privados, más emblemáticos. Y aquí, en el centro, es aún visible la huella que las distintas culturas que sentaron las bases de la actual urbe.

El barrio de San Miguel-Capuchinos, tal cual lo conocemos ahora, comenzó a configurarse como tal en el siglo XIII, tras la conquista de la ciudad por el rey Fernando III de Castilla. El monarca mandó construir varios templos cristianos en diversas zonas de la ciudad que, además de lugares de culto, se convirtieron en las cabezas administrativas de los barrios o collaciones de Córdoba.

En este contexto se edifica la iglesia de San Miguel, cerca de la ermita de San Zoilo, una construcción gótica medieval a la que se realizaron intervenciones posteriores. Se levantó siguiendo los cánones estéticos de la época y en ella es visible el estilo mudéjar de la portada aunque en el siglo XIX estuviera «embadurnada por multitud de capas de cal y ocre», como se queja Teodomiro Ramírez de Arellano en sus Paseos por Córdoba, una obra que vio la luz en 1873.

El templo fue reedificado en 1749, fecha en la que «harían nueva la torre», algo que no le gustó a Ramírez de Arellano ya que en su opinión «desdice mucho de lo demás del edificio y es de un gusto artístico detestable». El periodista critica también las distintas intervenciones realizadas en el tiempo, «malentendidas reformas» que llevaron a que «el interior» perdiera «por completo su antigua arquitectura» salvo «un precioso octágono con su linda cúpula, separado del edificio y alumbrado por una linda ventana de su época».

La iglesia guarda en su interior un pequeño tesoro arqueológico, una inscripción hebrea realizada sobre una columna que en realidad es un «cipo funerario procedente del desaparecido cementerio judío de Córdoba de época emiral y califal, reutilizado en la construcción del templo y situado en el ábside central», como señala la Red de Juderías. Y allí se puede leer «Meir hijo de rabí G..... descanse su alma en el haz de los vivientes».

Tendillas

Muy cerca de allí se encuentra la Plaza de las Tendillas, «plazuela», según Ramírez de Arellano, ya que la actual plaza se diseñó a principios del siglo XX, aunque la última transformación data de 1999.

La plaza albergó en el siglo XV el convento de los Caballeros de la Orden de Calatrava; en el XVIII un mercado y en el XIX cambió su fisonomía con la construcción de grandes edificios modernistas que aún se mantienen. Se perdió, no obstante el Hotel o Fonda Suiza, «una de las mejores de España, con muchas, cómodas y elegantes habitaciones, amplias galerías, preciosas escaleras y todas las demás oficinas necesarias á esa clase de establecimientos, por lo que se han hospedado y se hospedan en ella cuantas personas notables vienen á Córdoba»

En la misma época, y muy cerca de allí, nacía en 1854 el Real Círculo de la Amistad, Liceo Artístico y Literario, ubicado en el antiguo convento de Agustinas de Ntra. Sra. de las Nieves. Por él han desfilado desde entonces personalidades nacionales e internacionales de la cultura, la política o la banca, como Frank Liszt o Alexander Fleming.

En el barrio se encuentran también imponentes casas señoriales como el Palacio de los Cruz Conde, el de los Marqueses de Valdeloro, hoy convertido en restaurante, muy cercano a la vivienda en la que nació Manolete, o la antigua Casa Castejón, que en la actualidad es un hotel que conserva en sus sótanos los restos de una vivienda romana,

Justo detrás descubrimos la Plaza de Capuchinos, con su Cristo de los Faroles, uno de los lugares reconocibles de la ciudad y escenario de varios rodajes cinematográficos. Está muy cercana a la calle Osario, donde antiguamente había una puerta abierta en la muralla que daba acceso a una gran necrópolis de origen romana, a pocos metros de la Puerta del Rincón, ubicada al comienzo de la calle Alfaros.

La huella de Roma está presente en todo el barrio, de hecho la actual Calle Cruz Conde conserva en el subsuelo restos de la de la ciudad fundacional romana, ya que fue uno de sus centros neurálgicos.

Este viario se creó en la década de los 20 del pasado siglo bajo el mandato del alcalde José Cruz Conde en un momento en el que se hizo necesaria la transformación urbana, la apertura de nuevos viarios y la reorganización de algunos existentes para facilitar la comunicación con la estación de ferrocarril, una infraestructura que llegó a Córdoba en 1959. Para hacer realidad esta nueva vía «se elaboraron numerosos proyectos, pero será «el redactado por Félix Hernández, en 1925, el que materialice su configuración definitiva», tal y como señala el informe elaborado para la peatonalización de Cruz Conde.

El viario se peatonalizó en 2011 y desde entonces se ha convertido en de los lugares más concurridos y visitados del centro de Córdoba.