Mario Roldán llegó a este negocio muy joven, arropado por el saber de su padre, quien le guió en el arte de fabricar sombreros.

La sombrerería Rusi abrió sus puertas por primera vez en 1903, en un local que estuvo ocupado por una sastrería de la que aún conserva muchos elementos. Se creó como el punto de venta de la fábrica de sombreros que por aquel entonces tenía José Rusi en la calle Agustín Moreno. Después abriría un segundo establecimiento en la calle Gondomar que a la muerte del propietario pasó a manos de su hermana. Mientras, la tienda de Ambrosio de Morales pasó a regentarla su viuda y más tarde el padre de Mario, sobrino del señor Rusi, que estuvo al frente del negocio hasta hace muy pocos años.

Hoy, como ayer, esta sombrerería elabora sus prendas de manera artesanal y su clientela procede de los cinco continentes. De hecho, ahora ultima un modelo para un comprador que le ha hecho un encargo desde Bogotá.

Aunque fabrica distintos modelos, el sombrero cordobés, el de pelo de liebre, es el «emblema de la casa», tal y como señala Mario. El clásico, el de cono alto, se perdió en los 60 porque «iconos como la duquesa de Alba o Jackie Kennnedy» comenzaron a usar el bajo. Pero asegura que en los últimos años ha crecido la demanda del sombrero original, el mismo que el propio Rusi regaló a Alfonso XIII en mayo de 1904, «encerrado en un precioso estuche», como publicó El defensor de Córdoba.