Antonio Guerra es director del colegio de la Compañía de María de Puente Genil y presidente de Escuelas Católicas en Córdoba. Defensor a ultranza del pacto educativo, reivindica el mantenimiento de la red pública de centros para que no se pierdan unidades públicas ni concertadas.

-¿Cómo van las negociaciones entre Escuelas Católicas y la Junta de Andalucía?

-Desde hace una semana, podemos hablar de que estamos en conversaciones, después de un periodo de opacidad total. Las comisiones de concierto se estaban absteniendo en las unidades de Infantil y eso generó un malestar que ha movilizado a la comunidad educativa concertada, pero debo destacar la receptividad de nuestra delegada y su apertura a la negociación real. Ahora estamos a la espera de la resolución. Mientras tanto, hemos decidido aplazar las protestas por un principio de prudencia.

-Susana Díaz dijo que había mucho ruido pero que pocas unidades en cuestión, ¿de cuántas hablamos en Córdoba?

-Nosotros creemos que no sobran unidades, ni públicas ni concertadas. Porque aquí no hay enfrentamiento, formamos todos parte de una red plural que debe ser reflejo de una sociedad plural.

-Pero ¿cuántas había en riesgo?

-La presidenta habló de 2 y supongo que ella sabe más de lo que pueda saber yo. De momento, no se ha concretado nada. En cualquier caso, lo que pensamos es que los recursos que se destinan a educación, siempre escasos, hay que mantenerlos para dar más calidad, no reducirlos.

-¿Aunque haya que mantener clases con dos o tres alumnos? Según CSIF, en cuatro años se han cerrado 60 unidades públicas.

-No sobra ninguna unidad, pero hay que reestructurar los recursos. En los centros hay alumnos de tres tipos, los que están en aulas normales, los que requieren algún refuerzo y los que necesitan estar en un aula especial. De estos dos últimos cada vez hay más, lo que nos debería llevar a pensar que hay que reducir la ratio y dedicarse con más atención a este alumnado. Los docentes tenemos que luchar por la defensa de la educación, pero no desde el enfrentamiento entre concertada y pública.

-Igual no ayudan argumentos como los que esgrime Escuelas Católicas cuando dice que una plaza concertada cuesta 3.000 euros menos que una pública.

-Eso refleja únicamente unos datos que demuestran que la concertada recibe poco.

-¿De dónde salen esos números, qué se tiene en cuenta?

-Eso lo ha hecho una empresa de consulting y cualquier padre lo puede hacer sumando el presupuesto que se destina a la pública y a la concertada y dividiendo entre el número de alumnos.

-Sin embargo, la pública llega donde no llega la concertada, poblaciones donde es menos rentable porque hay menos alumnos como las escuelas rurales... En esos sitios, los padres no tienen derecho a elegir.

-El 54% de las escuelas católicas están en poblaciones, no en ciudades. En la mayoría de nuestros pueblos tenemos un centro. Y en Málaga, por ejemplo, hay más colegios rurales concertados que públicos.

-¿Cómo se consigue cuadrar los números con menos dinero?

-Bueno, en la concertada los profesores cobramos menos, damos más horas de clase y tenemos plantillas menos numerosas...

-En el plano académico, ¿también hay mejores resultados?

-Eso no se puede evaluar de forma estándar porque en los resultados académicos del alumnado influyen muchas variable, hay que tener en cuenta el contexto social de los centros.

-Eso dijo la consejera de Educación cuando se presentó el informe Pisa...

-Nuestro sistema es mejorable, hay muchas carencias, pero yo creo que Pisa no nos favorece porque evalúa ciertas competencias y obvia otras igualmente importantes. Los resultados no hacen justicia por la selección de criterios que hace. E insisto, los contextos son muy importantes.

-La natalidad no deja de caer...

-Las cifras son escalofriantes. Este año, en Andalucía hay 14.000 niños menos. Pero creo que habría que aprovechar para dar un empujoncito a la calidad de la enseñanza e invertir en mayor apoyo pedagógico. El principal déficit que tenemos en la educación es la falta de tiempo de los profesores. Para que la escuela siga funcionando y esté en constante cambio hacen falta profesores pensando. Esto puede parecer una tontería, pero no lo es. Necesitan tiempo para estar al día en las últimas tendencias, incluso a la última en neurociencia, para saber cómo funciona el cerebro de los niños y los adolescentes. El mundo, los trabajos, han cambiado muchísimo y, sin embargo, en la escuela los niños siguen condenados a mirar el cogote del que tienen delante. Innovar no se reduce a cambiar una pizarra normal por una digital sino a investigar, aprender y emplear métodos nuevos, fórmulas novedosas como el trabajo cooperativo. La escuela necesita estar en reforma constante y los profesores tiempo para revisar sus métodos de trabajo. Y digo más, la fuga de cerebros no se da solo entre los ingenieros, también se da en el ámbito de la docencia y eso no debemos aceptarlo.

-¿Cree que la escuela concertada sale perdiendo con gobiernos de izquierdas?

-Creo que no. En Andalucía, siempre ha habido mucho diálogo y creo que estamos preparados para abordar un pacto educativo.

-¿Con qué se queda de la Lomce?

-Yo no me quedaría con nada. Desde mi punto de vista, la LEA era mucho mejor y proponía una avanzadilla de un pacto real.

-Están en plenas jornadas sobre el pacto educativo. ¿Está cerca?

-Yo pienso que sí por las circunstancias políticas, que parece que han predispuesto a los partidos al diálogo. Estuvo muy cerca con Gabilondo y debió haberse firmado en ese momento. Ahora estamos en ello, es muy necesario para los que vengan después.

-En una sociedad cada vez más laica, ¿no sorprende que la demanda de plazas en la escuela católica siga creciendo?

-Es que es posible que no nos cojan por ser un centro religioso sino por otros motivos. El último alumno que se ha matriculado en mi centro es musulmán. El padre me dijo que era más lo que nos une que lo que nos separa.

-¿Hay muchos ateos en las aulas de Escuelas Católicas?

-No tanto ateos como personas de otras religiones. Musulmanes, de la Iglesia evangélica, testigos de Jehová... Vienen porque los valores éticos mínimos son los mismos y cada uno, según dónde ha nacido, pone una etiqueta a Dios. Yo mismo, si hubiera nacido más al sur, en Marruecos, lo más seguro es que fuera musulmán.