El ex coordinador general de IU y antiguo alcalde de Córdoba, Julio Anguita, recuerda estos días su paso por la alcaldía de Córdoba hace 40 años, cuando se convirtió en el primer regidor comunista de una capital de provincia de España desde la II República, y cuando, según recuerda, comenzó su fama de servidor público hosco pero serio.

"Yo nunca fui un alcalde suave. Es más, nunca me ha gustado el populismo", confiesa Anguita en una entrevista con Efe con motivo del 40 aniversario de la constitución de los primeros ayuntamientos tras el franquismo, que en Córdoba dieron lugar a un gobierno de concentración liderado por el Partido Comunista (PCE), con el apoyo del PSOE, la UCD y el PSA.

Julio Anguita era entonces un joven recién licenciado con otros planes de futuro cuando el 3 de abril de 1979 se convirtió en el primer alcalde democrático de Córdoba (1979-1986), apenas unas semanas después de que en Córdoba hubiera vencido la UCD en las elecciones generales.

"SIN ORGANIZACIÓN NO HAY NADA"

"No lo esperábamos, aunque sabíamos que el resultado no iba a ser malo, por una cosa que los políticos de hoy desprecian: la organización. Sin organización no hay nada", sostiene el exalcalde, que recuerda que el PCE "era un partido fuerte con células en las fábricas de Córdoba y en asociaciones de vecinos”.

El PCE obtuvo en Córdoba entonces más de 32.000 votos, por delante de la UCD (30.336) y el PSOE (27.598), y Anguita se convirtió en alcalde con un gobierno de concentración en el que el pacto fue, al contrario de lo que pueda pensarse, "bastante fácil", puesto que "eran tantos los problemas y tan necesarias las soluciones" que no hubo dudas.

En este escenario, el nuevo alcalde pisó por primera vez el Ayuntamiento el 20 de abril de 1979 y lo primero que hizo fue saludar a los funcionarios de la alcaldía, reunir al interventor y la secretaria, ante los que planteó lo que estaba por venir: “Venimos a aprender, pero yo como alcalde represento al poder popular y eso es muy importante”.

De este modo, Anguita comienza a gestionar el Ayuntamiento de Córdoba, una administración que, según su memoria, contaba "con unos funcionarios muy buenos", pero estaba "completamente abandonada".

"Los ayuntamientos eran los administradores de la miseria. Una máquina muy desvencijada con un sistema de impuestos muy antiguo. Se pagaba por canales, por las ventanas, por las rejas…", recuerda entre risas Anguita, que no tardó en chocar con quien hasta entonces solía mandar en la ciudad, el gobernador Civil.

Ocurrió al poco de ganar las elecciones, cuando organizó una comida con los alcaldes comunistas de la provincia y recibió una llamada del gobernador exigiendo explicaciones. “Mira, las cosas han cambiado. Yo he sido elegido por el pueblo y, por lo tanto, no tengo que darte cuentas. Así que ni te he pedido permiso ni te lo voy a pedir”, le dijo entonces el alcalde, en un ejercicio, el de explicar los nuevos tiempos, que se convirtió en habitual.

"NUNCA ME HA GUSTADO POPULISMO"

“Yo nunca he sido un alcalde suave. Es más, nunca me ha gustado el populismo. Yo, para tomar copas, con mi familia y mis amigos. No creo en él (el populismo). Eso sí, soy un servidor público que va donde haya que ir y discuto lo que haga falta", mantiene Anguita, que recuerda que, desde el principio, recibió "llamadas amenazantes y anónimos" para él y su familia.

Así, al poco de ser nombrado alcalde descubrió que la dirección del PCE le había puesto escolta, a lo que él se negó y se sacó su licencia de armas.

El 23F, el alcalde comunista estaba en la calle cuando se enteró del golpe de Estado y corrió a refugiarse en su despacho a esperar, únicamente acompañado por el jefe de la Policía Local, Rafael Torre Galán, que "era muy leal a la corporación", aunque llevaba un parche de la división azul en el traje, y que le comunicó que había gente de extrema derecha concentrada en las Tendillas (conocida plaza cordobesa).

“Si entra el ejercito, no tengo problema. Me pasará algo, pero después. Pero si entran aquellos…”, recuerda haber pensado el alcalde, que cogió su pistola, la montó y la dejó debajo de unos folios en su despacho.

Finalmente, los que entraron por la puerta fueron los concejales de su partido y de otros dos partidos del ayuntamiento -el cuarto, del que no apareció ninguno, Anguita se niega a decir cuál es-, y se convocó un pleno para el día siguiente.

Su relación con la extrema derecha no terminó ahí y vivió un nuevo episodio el 4 de diciembre, en la manifestación por la autonomía, en la que hubo un choque entre los seguidores de Fuerza Nueva y los manifestantes.

"La gente recordará que cogí un micrófono y que se oyó en todas las Tendillas: ‘Os habla el alcalde de Córdoba. Quietos, compañeros, no caigan en provocaciones’. Así que cargaron, y la gente nuestra se defendió. Recuerdo que hubo un herido por arma blanca de ellos. Y fui por la noche al (Hospital) Reina Sofía a visitar el apuñalado, pero no me dejó la familia entrar. En cualquier caso, yo cumplí con mi obligación de alcalde", sentencia Anguita, sobre una época que le marcó.