La plaza de Santa Teresa se llama precisamente así porque en ella se refugió la doctora de la Iglesia cuando visitó Córdoba en 1575, según escribió, por encontrar la ciudad, al otro lado del río, en Carnaval y «con los demonios sueltos». Pues bien, ayer la santa no hubiera tenido dónde esconderse ya que precisamente del entorno de la Calahorra volvió a salir el pasacalles más diabólico, desenfadado y divertido que cruza el casco histórico cada año.

Así, y custodiados por la mirada de la estatua más venerada del Arcángel San Rafael, la del Puente Romano, más de 300 diablillos carnavaleros, componentes de más de tres decenas de chirigotas, comparsas y un cuarteto que arrancaron sonrisas y carcajadas a los cordobeses y sorprendieron a muchos turistas que miraban (y grababan) con los ojos como platos.

Y es que en Carnaval hay diablos disfrazados de ángeles y querubines que visten de demonio, que ya llegará la Cuaresma y otros tiempos de penitencia en la vida para poner a cada cual en su sitio.

De entrada, en el pasacalles de ayer del Puente Romano no había distinción entre ganadores y el resto de clasificados en el 36º Concurso de Córdoba. Fue otro de los momentos del programa del Carnaval en la calle en donde cantar y obtener una sonrisa y una carcajada es el único y mejor premio.

Puerto Rico y Taiwán

«¿Pero esto es por Carnaval?» decía extrañado, pero sin perder la sonrisa, el portorriqueño David Vigo, acostumbrado a otros carnavales americanos concebidos para disfrutar bailando, no para ser cantados como en Córdoba o Cádiz. Por su parte, Janny y May, llegadas desde Taiwán, no dejaban de tomar imágenes al paso de las chirigotas Un gaché mu cordobés, Las brujas del caralibro y Soy un cromo. Las jóvenes no tenían forma de saber una de esas pequeñas-grandes historias del Carnaval Cordobés, como que estas tres agrupaciones tienen un único espíritu con familias repartidas entre las tres formaciones. Eso sí, Janny y May gastaron tarjetas de memoria a todo trapo. O sea, que gracias a las redes sociales a estas alturas lo mismo son más conocidos en Taiwán que en su propia ciudad. No sería extraño. Y tampoco que sean las únicas agrupaciones que, sin saberlo, ya sean famosas en muchos puntos del mundo.

En todo caso, se trató de un desfile que, además de servir de reclamo turístico, promovió la fiesta en la ciudad y, por supuesto, dio la oportunidad para que los carnavaleros pudieran reencontrarse con viejos y nuevos amigos y compañeros de otras agrupaciones. Una mañana con diablos disfrazados de ángeles y viceversa a la espera del próximo fin de semana, donde el Carnaval se vivirá en las calles con más tradición de San Agustín y San Lorenzo. De hecho, la concejala de Promoción de la Ciudada, Carmen González, hacía suyo ayer el llamamiento de la pregonera, Carmen García Koski, para que los cordobeses se sumen el próximo fin de semana a la fiesta.

Y entre los serafines que se lo pasaron en grande en el Puente Romano estaba, es otro ejemplo, Pablo Romero, con 5 años, vestido de sherif del Oeste, pistola de juguete en mano y que correteaba entre las agrupaciones bajo la agitada mirada de su madre, Irina. «Le pega a todo. Si es carnaval, es el más carnavalero; si es Semana Santa, con las cofradías; si es la Feria, ahí está el primero…» decía su padre, Rafael. Ya ven. El futuro de la fiesta: otro angelical diablillo de Carnaval.