Algunos empresarios de la hostelería cordobesa decían que el puente festivo que ayer acabó no era demasiado potente porque solo era fiesta en Andalucía. Sin embargo, lo que se podría observar apenas se paseara un poco por la Judería desmentía esa afirmación.

Franceses, ingleses, alemanes, japoneses o argentinos, además de ciudadanos de diversos puntos de España, hacían cola en el Alcázar o se atoraban en la calleja de las Flores aprovechando un magnífico día de primavera adelantada.

Desde Argentina había llegado una familia que confesó llevar una hora esperando para entrar en el Alcázar. Señalaban que ya estuvieron por aquí hace unos años, pero ahora «hay muchísimo más turismo que entonces». Aun así, les parecía magnífico todo lo que estaban volviendo a ver.

De algo más cerca, Albacete, era un grupo que descansaba en un banco mientras planificaba el resto de la ruta. Son trece personas que permanecerán aquí hasta el martes y contestaban al unísono que Córdoba les había causado «muy buena impresión». Esta era una de las muchas familias que transitaban por los alrededores de la Mezquita, cruzándose con grupos de escolares franceses, expediciones inglesas o alemanas o grupos de disciplinados japoneses.

Entre los muchos clientes del bar Santos y sentadas junto al muto de la Mezquita, Verónica y Ana, dos malagueñas que apuraban su trozo de tortilla, aseguraban que «nos ha gustado mucho, hay buen ambiente, es todo precioso y se come muy bien», tanto como que no dudaban en anunciar que volverán pronto. Cerca de allí, una pareja de jóvenes salía esquivando selfis de la calleja de las Flores y, pese a la multitud entre la que acabaron diluyéndose, contaron que una de las cosas que más les había gustado de Córdoba es «los paseos que hemos dado, nos han encantado».

A medida que se acercaba el mediodía, las calles se iban despejando algo y las terrazas y restaurantes iban tomando el relevo. Desde la calle Deanes hasta la Puerta de Almodóvar, pasando por la plaza de Judá Levi, los veladores cotizaban al alza.