-Gracias por recibirme en su patio, nada menos. Lo tiene magnífico fuera del concurso de Patios, y siguen viniendo sus amigas, algún visitante...

-El otro día en el estanco estaba una pareja preguntando por los Patios. Venían de Huelva. Mire, cuando se enteraron de que los Patios habían terminado…Y yo le dije: véngase usted conmigo que le voy a enseñar un patio. Y aparte, es mío.

-Y cuando lo vieron…

-¡Más contentos se pusieron! No sabían cómo darme las gracias. Y yo les decía: «Que no, mujer, que esto no tiene importancia» (ríe).

-Pero Ana, vamos al grano ¿qué es lo que lleva a abrir el patio 34 años consecutivos?

-Te da una satisfacción... Tú ves que esto te da mucho trabajo y el que vengan las personas, que lo miran todo, que te dicen que está muy bonito, y que se van diciendo que «tenga usted mucha salud para ponerlo el próximo año» compensa. ¡Así estoy yo de bien, con todo el mundo deseándome mucha salud! (ríe).

-Perdone la indiscreción, pero, ¿cuántos años tiene?

-81.

-Pues funciona.

-(Ríe). Yo nací el 16 de septiembre del 36, y como de chica era muy traviesa (no me daba miedo nada, me montaba en los tejados, era un coco…), me decían que, «si has nacido en todo lo malo (en plena Guera Civil), ¿no vas a ser mala?».

-Me encanta verla reír. La veo disfrutando de la vida.

-Por supuesto. Me salgo aquí, al patio, y a cada momento le digo a Rafi: «Hay que ver lo bonito que está». En estos días de la Feria lo hemos tenido medio, aunque con la puerta de la cancela echada. ¡La de fotos que le han hecho!

-¿Ha contado sus macetas?

-No, no, no. Una vez empecé a contarlas y me dijo un hombre que no lo hiciera, que trae mala suerte. Así que paré y… no lo he vuelto a intentar más.

-¿Se acuerda de la primera vez que abrió el patio con el concurso municipal?

-¡Uy, sí! Pero ya lo he contado muchas veces.

-Otra vez, ésta para Diario CÓRDOBA.

-Pues esta casa la compró mi cuñado. Nosotros éramos plateros y pusimos el taller en esta casa. Yo he estado muchos años trabajando en la platería. Y como resulta que era una amante de las flores desde que era un coco, empecé a ponerle flores porque (mire usted, un patio antiguo sin flores es un corral) y durante muchos años le decía a mi hermana: este año voy a poner el patio en concurso. Y no quería, porque decía que entran muchas personas, la casa tiene recovecos, se puede esconder alguien y asustarnos… Y así estuvimos unos pocos años, hasta que llegó un año mi hermano y mi sobrino y la convencieron. Y ya, desde entonces, estoy poniendo el patio. ¡Hombre, al principio no era igual! Porque, aparte de que tuviera arte, de que mi abuela me enseñó cómo plantar, cómo poner una planta de un color aquí, otra allí… todo eso no es nada comparado con la experiencia que tengo hoy. Y eso que el primer año ya tuve un premio.

-Fue la primera cuidadora de un patio unifamiliar que recibió la Mención de Honor, en el 2016.

-Sí, estaba por el barrio, iba a comprar, y el muchacho que ha venido a echarme la foto (se refiere al fotoperiodista de CÓRDOBA Sánchez Moreno) me dice: «No es que te hayan dado el primer premio, te han dado la Mención de Honor». Nos volvimos al patio y yo iba dando saltos de alegría.

-Hemos hablado de experiencia. ¿Qué consejo le puede dar a quienes comienzan presentando un patio?

-¡Uy, no sé! Cada cual sabe qué hacer. Hombre, yo también veo algunos patios que no los ponen al concurso y me digo: yo hacía virguerías con este. Si me piden un consejo: ¡flores! Un patio tiene que tener flores. Hombre, claro, debe haber plantas de verde. Y sí, hay cosas grandes, como las buganvillas pero… ¡Flores, mi consejo son flores! El año pasado con Rafi, que está haciéndome ya el patio, le dije que este año teníamos que poner el arco de la entrada lleno de flores. Con un geranio a un lado y otro al otro y… Precioso, ¡Más bonito que está! O es porque es mío y yo lo veo así de bonito (ríe de nuevo).

-De usted dicen que nació con el dedo verde, el don de que todo lo que planta prospera. Es una magia, casi brujería. También dicen que esos poderes pasan de abuela a nieta.

-Sí, sí... Es que aquí vivió una bruja. Aquí había brujas. La bruja más famosa en la época de Felipe II era la de la calle del Tinte. Y hay aún mucha magia.

-¡Qué me dice! Eso hay que ponerlo en la ‘Guía de los Patios’ del próximo año.

-¿Ve el ventanuco antes de entrar en la casa, arriba a la izquierda? Pues esa ventana no existe. Está tapiada. Dicen que por esa ventana era por donde una mujer que vivía aquí hace siglos vendía las pócimas que le pedían. Era una sanadora, pero la gente hablaba de brujas. Y también fue una casa de hacer tintes, que de ahí le viene el nombre a la calle. Esta casa está desde que hicieron el catastro. Hay documentos.

-¿En el año…?

-Mil quinientos y pico. Y sí. Algo de magia y de brujería hay todavía en la casa, pero de brujería buena, de la que cuida a la gente (ríe).

-¿Es consciente de que en su persona también el premio Cordobeses del Año rinde un nuevo tributo a los cuidadores de los patios cordobeses? No se ha equivocado el jurado.

-Yo me quedé planchada. Muy contenta porque se hayan acordado de nosotros. Al principio me pensé que era una broma. Mi hermana me decía: «Eso es mentira, eso es alguien que ha llamado para reírse de ti. Tú no se lo digas a nadie».

-Pues sí, le dieron el premio.

-Sí. Me llamaron otra vez para confirmarlo y… Sí, era verdad. ¡Ay, muchas gracias! A mí me da un poco de vergüenza. ¿Hay que hablar en la ceremonia?

-Pues no le puedo decir. Una última pregunta aunque parezca obvia: toda esta maravilla de patio no hay dinero para pagarlo, ¿verdad?

-Hombre, por dinero no podría ser. No por lo que se gasta, que es muchísimo cuando hay que reponer plantas, las tres horas de agua que se está regando al día… Pero, ¿y las horas de trabajo? ¿Cuánto sería eso? No, no, no… el patio se abre por otra cosa. Abrir el patio no se hace por dinero, no habría bastante.