Un estudio molecular realizado sobre la avispilla del castaño, Dryocosmus kuriphilus, ha puesto de manifiesto la ausencia de variabilidad genética en esta especie invasora, parásito del castaño, en Europa. Esto se debe a que la avispilla es partenogenética estricta, es decir, las hembras producen más hembras sin necesidad de ser fecundadas por un macho. Esta ha sido la principal conclusión de la investigación, publicada en la revista Scientific Reports, llevada a cabo por investigadores del Instituto de investigación Indehesa de la Universidad de Extremadura, la Universidad de Córdoba, el Creaf y el Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos.

«Es muy probable que la población de avispilla del castaño proceda de muy pocas hembras introducidas accidentalmente en Italia a partir de material vegetal infestado traído de China en 2006. Por ello, su diversidad genética es nula en los genes que hemos analizado», explica el investigador Raúl Bonal. Los investigadores han genotipado avispillas colectadas en zonas afectadas de Andalucía. Los resultados de la investigación muestran que, en las áreas invadidas de Europa, las poblaciones son genéticamente homogéneas surgidas de uno o pocos individuos. Según afirma Bonal, hasta ahora no se han descrito machos de esta especie y la alta capacidad de proliferación y reproducción de las hembras, que se «clonan» a sí mismas dando lugar a hijas genéticamente idénticas, otorgan a este insecto un alto potencial invasor porque un único ejemplar puede dar lugar a un gran contingente de invasores en poco tiempo.

La rápida invasión de la avispilla del castaño implica un considerable daño económico y ecológico el sector europeo del castaño. «La prevención es la mejor baza de la que disponemos ahora, teniendo en cuenta que la avispilla se propaga de una zona a otra a través de los injertos», subraya el investigador. Este insecto del tamaño de un grano de arroz hace la puesta en las yemas de un castaño, pero esto pasa desapercibido a simple vista. Las yemas que dan lugar a las hojas se abren en la primavera siguiente y las larvas comienzan su desarrollo. Durante este proceso se forman las agallas en las hojas y en los brotes del árbol, dentro de las que se alimentan las larvas. «Como consecuencia, el árbol tiene menos hojas y flores, y la producción de las castañas desciende un 80%», advierte Bonal. Para él, «el vivero antes de vender la planta debería ponerla en cuarentena para comprobar que la planta está libre de agallas y brota en condicionescontroladas».