Alba Blanco estudia Integración Social y hace dos años hizo prácticas con la Fundación Don Bosco atendiendo a menores extutelados, una experiencia enriquecedora que la llevó a continuar como voluntaria. «Me sentía útil y valorada, no sabría decir quién recibe más, si ellos de mí o yo de ellos», afirma, «aprendo mucho de ellos, soy fan de su capacidad de superación y adaptación pese a la cantidad de obstáculos que se encuentran en su camino».

Durante la pandemia, han tenido que luchar por mantener la actividad «para no abandonar a los chavales en un momento tan crítico». En este contexto, encerrados en casa, «la crispación y frustración de estos chavales aumenta, no conocen el idioma, están sin trabajo, sin referentes... así que no quedaba otra que adaptarnos a la situación y a sus necesidades».

Según Alba, la crisis sanitaria no nos ha hecho más solidarios. «Si antes había un individualismo feroz en cuanto a lo económico y laboral, ahora se ha acentuado aún más», afirma. De cara a la Navidad, la Fundación Don Bosco ha organizado algunas actividades. «Hemos decorado la fundación y escrito postales navideñas a ancianos de residencias y ahora buscamos familias colaboradoras para preparar algún detalle para estos chicos de cara a los Reyes y que se sientan un poco protagonistas». Su deseo para el 2021 es «que levantemos la cabeza y que aprendamos a ayudarnos unos a otros y que algún día, nuestros chicos puedan acceder a las mismas oportunidades que el resto de jóvenes».