Su familia no lo quiso ver, pero Christian siempre supo quién era, aunque haya tardado 32 años en dar los pasos para su cambio de sexo. «Yo sabía lo que me pasaba, pero para mi padre tener un hijo trans habría sido una deshonra y mi madre y mis hermanos no querían verlo», relata. Desde muy niño, odiaba los vestidos y lazos con los que su madre se empeñaba en vestirlo pese a que se quejaba, protestaba y los rompía cada vez que podía. «Yo pedía balones y coches y los Reyes me traían muñecas, siempre iba con la bicicleta, jugaba al fútbol, me subía a los árboles y me daba coraje no poder entrar en el baño de los chicos como los otros niños", explica pausado, "daba igual si lloraba o dijera que eso no era lo que yo quería porque nadie me preguntaba".

Cuando llegó el momento de hacer la Primera Comunión, le dijo a su madre que quería hacerla con el traje de marinero y se negó a que le compraran uno de niña. "Pero la hice con el traje de mi hermana", recuerda, "nunca me preguntó qué era lo que me pasaba y yo no era capaz de decirlo". Dejó de estudiar para ponerse a trabajar cuando acabó 4º de la ESO, primero en una tienda y luego en una empresa de limpieza porque en casa hacía falta el dinero y aunque empezó a comprarse calzoncillos como ropa interior, tampoco nadie dijo nada. "Era como si nadie en mi familia viera quién era yo".

Durante su infancia y su adolescencia, lo salvó su facilidad para hacer amigos. "He tenido mucha suerte con eso, siempre estaba con los niños de la clase jugando a lo que fuera y jamás he tenido una mala palabra ni he sentido rechazo ni de ellos ni de los profesores", afirma, "y eso que eran otros tiempos, ahora se habla de estas cosas con más naturalidad, pero entonces era todavía un tabú".

Nació en Mallorca, pero el trabajo de sus padres, él camionero y ella empleada en una empresa de limpieza, llevaría a la familia hasta Valencia. «Viví allí hasta que mi tío vino a buscarme y me trajo aquí porque mi padre nos pegaba a mi madre y a mí», recuerda, "en ese momento, yo pensé que tenía que quedarme para proteger a mi madre y ahora pienso que era ella quien debía protegerme a mí". En Córdoba empezó a trabajar como empleada de hogar «con un uniforme que me hacía sentirme disfrazado», recuerda, "no podía verme, era como si mi vida fuera una mentira".

Después de dos intentos de suicidio, habló con su tío y con su prima, a los que considera un padre y una hermana, "los pilares" de su vida, y les contó qué era lo que le hacía tan infeliz. A partir de ahí, su vida dio un giro. Contactó con la asociación TT Córdoba y allí le ayudaron a tramitar el cambio de nombre en la partida de nacimiento y el DNI y a solicitar el tratamiento hormonal que ahora sigue. «Desde que empecé a notar los cambios sentí que por fin podría mirarme al espejo y verme a mí mismo, antes me veía y no me reconocía», explica.

En este tiempo, ha visto morir a su padre, a quien acompañó en su enfermedad y de quién se despidió después de hacer las paces. «Se lo conté y me dijo que me querría igual me llamara con nombre de chico o de chica y le perdoné todo lo anterior», afirma sin rencor. Su madre aún no acepta quién es su hijo. «Sigue llamándome por mi nombre anterior a pesar de lo mucho que me duele que lo haga», explica sincero, «no lo entiendo». Pletórico y feliz a pesar de la situación de confinamiento que vivimos, trabaja duro desde hace siete meses en Supermercados Piedra. «Nunca podré agradecer lo suficiente a Javier Piedra, Mª Ángeles Cantillo, a Antonio Cano y Loli Jiménez lo que han hecho por mi, por ser tan humanos y hacerme crecer profesional y personalmente».

Cuando ve a los padres con hijos transexuales pequeños en la asociación TT (Todes Transformando), echa de menos haber tenido ese apoyo familiar cuando era pequeño y sentía que nadie lo entendía. Cada pequeño cambio en su fisonomía y en su aspecto físico es "un paso de gigante". A las personas que se sientan como él se sintió durante más de 30 años, les anima a "luchar por lo que son, a no vivir toda la vida una mentira y a buscar la felicidad". Muchas veces soñó de pequeño despertar siendo un niño por fuera, como lo era por dentro. "Que no tengan miedo, que llamen a TT Córdoba, porque debe ser muy triste llegar al final de la vida en un cuerpo que nunca ha sido el tuyo".

El pasado martes 31 de marzo, se celebró el Día Mundial por la Visibilidad de las Personas Transgénero.