Las decenas de personas que, sobre las dos de la tarde, aguardaban para entrar ayer al Alcázar de los Reyes Cristianos eran los resquicios de una muchedumbre que, a lo largo de la mañana, se acumuló frente a las puertas, esperando para pasear por la historia de la ciudad. Algo parecido ocurría al mismo tiempo en la Mezquita-Catedral. En este caso, la gente buscaba la sombra a lo largo y ancho del patio de Los Naranjos. El sol no perdona. «Hace dos horas, las colas llegaban hasta ahí», dice un vendedor de agua y helados mientras señala con el dedo. Esta frase se repite varias veces. No sin dejar ver cierta sorpresa. «Hay unas colas impresionantes», comenta. En apenas unos minutos, atiende a varias personas. «Llevo aquí una semana y todos los días suelen ser así», cuenta el vendedor, que ha cambiado recientemente la zona de trabajo, pero se lamenta de no haberlo hecho antes. «No he visto una cosa igual».

Esta situación conlleva que la entrada se demore. Una pareja francesa, en la mitad de la cola para entrar al Alcázar, calcula que lleva unos 15 minutos esperando. Cerca, ya refugiados en la sombra tras haber concluido su visita, dos jóvenes catalanes estiman que se les ha ido una media hora en la cola. Por su parte, la persona de control cuenta que la acumulación se alivió rápido y que no es normal que haya tanta gente, algo que achaca al día festivo. «Otros agostos no está igual», apostilla. A unos metros, en la Mezquita-Catedral, una guía turística refuerza esa afirmación: «Otras veces hay colas que dan la vuelta al patio, pero no en el mes de agosto». Según ella, esta situación puede deberse al puente. Aunque también apunta al nombramiento de Medina-Azahara como Patrimonio de la Humanidad.

La guía, también, afirma que una gran parte de los visitantes suele llegar «de paso» estos días, como ocurría con dos parejas de chicos y chicas que acababan de comprar las entradas para visitar la Mezquita-Catedral. «No hemos venido por el puente. Nos pillaba de paso y estaremos un par de días». A la sombra de un naranjo, una pareja italiana explica que es su primer día en la ciudad, a la que han venido, entre otras cosas, por su historia. Se hospedarán dos o tres y se irán a Cádiz, a la playa. Eso sí, encantados con la «muy buena comida y las tapas». Sin embargo, no todos notan esta afluencia. Según un taxista de la zona, «los turistas vienen en el autobús, se bajan y se vuelven». De una forma u otra, el vaivén de gente se diluye cuando el mediodía avanza hacia la tarde. Y la marea sube hasta las terrazas de los restaurantes.