Mañana, 25 de mayo, hará 50 años que la Policía Municipal femenina comenzó a patrullar por la ciudad. Eran diez mujeres valientes que dieron el paso adelante e irrumpieron en un acotado reservado exclusivamente a varones. Esa actitud, al ser pionera, las convirtió en referente en todo el territorio nacional e, incluso, en algunos otros países. Fue una imagen diferente de un cuerpo policial cercano y querido por los ciudadanos. La mujer conquistó, en aquel lejano 1970, una parcela más de un mundo totalmente masculino.

Lola y Delfi Tapia Olmo, Paqui Serrano Corpas y Loli Romero Escobedo, cuatro de aquellas diez pioneras valientes, siguen viviendo en Córdoba. Otras cuatro, Begoña Quiroga Salvador, Mª Ángeles Blanco Berenguer, Paqui Osuna y Mª Carmen Jiménez García, residen fuera de la ciudad y Manoli Rodríguez Quintana y Ana Vega Repiso fallecieron hace algún tiempo.

Las cuatro vecinas de Córdoba recuerdan que su inclusión en el Cuerpo de la Policía Local no fue, precisamente, un paseo de rosas. Aunque, en general, fueron bien recibidas, algunos compañeros no las aceptaron y no encontraron en ellos la colaboración necesaria para desempeñar su labor, asegurando que influyeron en ellos sus esposas, que no veían muy claro que la pareja laboral de sus maridos fuera una mujer.

La idea de incorporar a la plantilla de la Policía Local la figura femenina nace en el seno de la Corporación que presidía el Alcalde Antonio Guzmán Reina. Un alcalde que iba por delante de su tiempo cuando convocó, a través de los medios de comunicación, diez plazas de policía local exclusivamente para mujeres. Las pruebas de acceso consistían en un examen de cultura general, y las que lo pasaban tenían que superar una segunda prueba. Las diez seleccionadas se curtieron durante un mes en la Academia de la Policía Local y el día 27 de abril el alcalde les entregó la credencial acreditativa de su condición de policía, aunque su primera salida a patrullar no tuvo lugar hasta un mes después, justamente el día 25 de mayo, primer día de feria.

Una vez concluida la feria, realizaban servicios de patrullaje por la zona de la Judería, la Mezquita-Catedral, el Potro... Y como es natural fueron el objetivo de miles de fotografías de los turistas que las miraban con simpatía. Igualmente, la labor de las nuevas policías se centró en la regulación del tráfico, ya que apenas había semáforos en la ciudad y existían puntos muy conflictivos. Además, era una manera de «ponerlas en valor» como una nueva joya cordobesa.

Las flamantes agentes posan en el patio del Ayuntamiento en 1970. / LADIS

Cuentan que los días de fútbol y toros las situaban en los puntos de tráfico más retirados del estadio y la plaza, mientras los varones se colocaban en las cercanías para acceder al recinto una vez que la zona quedaba tranquila de tráfico. «Una discriminación tremenda», dicen. Entre las policías que ingresaron en el cuerpo estaban Lola y Delfi Tapia, dos hermanas, hijas del jefe de la Policía Local de Villa del Río, y fue precisamente Delfi la elegida para mostrar ante los componentes del pleno municipal los tres modelos de uniformes para elegir el que lucirían en la vía pública. El equipo estaba formado por falda pantalón por debajo de la rodilla, guerrera, gorro, corbata, guantes blancos, medias, zapatos de tacón de seis centímetros y bolso de correa larga para colgar en el hombro. A todo esto había que añadir pendientes de perla.

Por debajo de la rodilla

Delfi rememora una anécdota muy sabrosa de la picaresca que tuvieron para no parecer mojigatas. Cuando ella lució los uniformes ante los ediles, vestida de policía local, le pidieron que se sentara y cruzara las piernas para comprobar que no se le veía nada. Los moralistas concejales dieron el visto bueno y se le entregó a cada agente su equipación, pero ellas se pusieron acuerdo para dejar las faldas por encima de la rodilla. Los medios de comunicación más diversos realizaron un peregrinaje a la ciudad para conseguir imágenes y realizar reportajes de las agentes, que se convirtieron en un icono y ejemplo.

Pero cuando fuera de Córdoba se miraba con cierta simpatía la figura de la mujer policía, a los cordobeses les costó asimilar que una mujer les dirigiera el tráfico, les diera indicaciones e, incluso, les multara. Y era habitual que recibieran insultos, frases soeces y desprecios. Cuentan que fue duro hasta que se convirtió en una rutina ver a una mujer uniformada y con autoridad en las calles de la ciudad, allanando el camino a las 32 mujeres que hoy en día forman parte de la plantilla de la Policía Local cordobesa.

La página negra

A quien no han podido olvidar estas mujeres es a sus compañeras Marisol y Mª Ángeles, que fueron asesinadas en acto de servicio el 18 de diciembre de 1996, cuando perseguían a los atracadores del banco de Santander. Aquello, se lamentan, fue «un palo muy duro para toda la Policía Local», dicen, agradeciendo a la ciudad su sensibilidad al perpetuar su memoria con la instalación de un monolito en el lugar donde fueron abatidas. En definitiva, estas mujeres guerreras y luchadoras se saltaron tabúes anacrónicos y fueron capaces de dar el paso adelante en una época en la que su decisión se podía ver como una temeridad. Y gracias a estas diez valientes cordobesas la mujer conquistó una nueva parcela en su pugna por la igualdad