Córdoba celebra el 25 aniversario de la declaración por parte de la Unesco de su conjunto histórico como Patrimonio Mundial por sus valores universales excepcionales. Detrás de la designación hubo una historia de intenso trabajo técnico y una apuesta política decidida, que se inició en la década de los 70 con una moción que el entonces alcalde Antonio Alarcón llevó al Pleno del Ayuntamiento para declarar la Mezquita Monumento Internacional. Por aquella fecha se abrió el debate --hoy impensable-- sobre la posibilidad de trasladar la Catedral de Córdoba fuera de la Mezquita para devolver la integridad al edificio islámico.

En el año 73 se celebró, además, una reunión de expertos sobre temática de conservación de monumentos en Córdoba, con miembros de Icomos, que culminó con la Declaración de Córdoba, en la que se recoge de nuevo el interés de la Mezquita de ser reconocida como Monumento Mundial.

Con la llegada de la democracia, Julio Anguita retoma la aspiración de la ciudad y es en el año 84 cuando finalmente se declara la Mezquita Patrimonio Mundial, junto a la Alhambra, la Catedral de Burgos o El Escorial. «Córdoba es el diálogo, la tolerancia, felicitémonos y sigamos trabajando para que sea patrimonio de todos», dijo el regidor tras conocerse la noticia. Una década después, llegó la nominación que hoy celebramos.

La arquitecta de la Gerencia de Urbanismo Rosa Lara matiza que, estrictamente, la declaración del centro histórico del 94 no fue una nueva declaración, sino la ampliación de la concedida a la Mezquita. El número de registro del principal templo de la ciudad, de hecho, es el 313 en el caso del templo, y el 313 bis, en el caso del centro. Ya en el informe del Comité de Patrimonio Mundial que incluía la primera declaración en el año 1984 se recoge «el deseo de que, como indicaron las autoridades españolas, una gran zona de protección asegurará que el entorno visual de la Mezquita no se viera perjudicada por las construcciones modernas».

«EL MEJOR REGALO DE NAVIDAD»

En diciembre de 1994 era alcalde de Córdoba Herminio Trigo, y presidente de la Gerencia de Urbanismo Manuel Pérez. «Es el mejor regalo de Navidad para la ciudad», declaró el alcalde de IU a este diario el día de la designación, para añadir, premonitoriamente, que, ante todo, el nombramiento era «una responsabilidad para todos». Al día siguiente, los cordobeses de la capital empezaron a poder visitar gratis la Mezquita.

Manuel Pérez, por su parte, subraya ahora, 25 años después de todo aquello, el papel clave de varias personas en el logro de aquella declaración de la Unesco: por un lado, Francisco García Verdugo, geógrafo municipal y autor de varios libros como Córdoba, burguesía y urbanismo, y por otro, Pedro Roso, director del área de Cultura del Ayuntamiento de Córdoba y catedrático de Lengua y Literatura. Además, habría que incluir al concejal de Cultura que presidió la comisión que el Pleno creó con este fin, Juan Carlos Hens; los arquitectos Juan Serrano, Gabriel Rebollo, Gabriel Ruz; los profesores de la UCO Pedro Ruiz, Ángel Estévez y Cristina Martín, y Rafael Ruiz, más tarde director de la Red Municipal de Bibliotecas, entre otros.

Manuel Pérez recuerda el esforzado trabajo que precedió la declaración y cómo apenas dos días antes de que ésta se produjera, el técnico de Icomos que debía dar el último visto bueno decidió que el informe no era válido. «Recuerdo que era un señor de Brujas, que apenas dos días antes decidió que el trabajo que habíamos hecho era nulo», comenta para recordar, a continuación, cómo Francisco García Verdugo convenció al técnico a lo largo de un largo paseo por el casco de Córdoba, que terminó a altas horas de la noche. «A la mañana siguiente, cuando llegó a la Gerencia, donde estábamos todos hechos polvo, entró con cara sonriente y nos dijo que estaba todo arreglado».

Aunque quizá en la actualidad impera el concepto de las declaraciones de la Unesco más como reclamo turístico, estas conllevan una serie de responsabilidades importantes para las ciudades que tienen los títulos. «Si lo usas solo como arma de venta es insuficiente. Debe servir como acicate y defensa del patrimonio», añade Manuel Pérez. En la misma línea se pronuncia Rosa Lara: «Por una parte, nos da un sello de calidad, nos hace únicos porque demuestra una singularidad, pero por otro, es muy seria y nos pone tareas». La Unesco ha revisado en dos ocasiones la salud de la zona protegida, en el 2006 y en el 2014. Las dos veces puso deberes a la ciudad.

Pero no solo vigila la Unesco. Córdoba cuenta --amén de las leyes de patrimonio-- desde el 2003 con el plan especial del casco, que posibilitó la tendencia seguida por otras ciudades que machacaron sus centros. «En principio tenemos todos los mecanismos y la protección está asegurada. Lo estamos haciendo bien. Otra cosa son amenazas, como el monocultivo del turismo, los apartamentos turísticos, la pérdida de viviendas y del comercio, el envejecimiento de los vecinos del casco o los numerosos eventos que se celebran en él. La gente sigue viendo muy penalizada la vida en el casco», lamenta Rosa Lara.