Como loco estaba el artista Pepe Amate ayer en la inauguración de la muestra haciendo fotos de la exposición. «No he podido traerme a mi padre (José Amate Vargas), que fue jefe de talleres de ajustes, y sé que estas fotos le va a levantar el espíritu... tiene 96 años».

Amate no era, ni mucho menos, el único emocionado en la apertura de una exposición pionera de su género en Córdoba por su tratamiento humano, histórico, documental y hasta antropológico. Ni el único que disfrutaba del evento con los ojos vidriosos y hasta con alguna lagrimita mal disimulada.

Tendrían que haber visto al exsecretario provincial de CCOO Francisco Ferrero señalar como un poseso y con una sonrisa de oreja a oreja bajo el bigote la foto en la que se le veía, con 17 años, en la formación del equipo de fútbol Cultural de la Electromecánicas. O a Ángeles Martínez reconociendo a su abuelo en un panel y emocionada al saber que en 1924, si los primeros 80.000 teléfonos de España funcionaban, era gracias al cable que se fabricaba en Córdoba. O a Enrique Sánchez, cuyo rostro es el cartel oficial de la exposición, y que ayer, con medio siglo más de edad, posó junto a uno de los paneles que hablan de personajes que ponen rostro a lo más importante del legado de La Letro: sus personas, los trabajadores, los vecinos de antes y de ahora.

El trabajo previo

En todo caso, tan emotiva y especial exposición tiene mucho trabajo detrás, comenzando por recopilar los cientos de recuerdos que los vecinos de la Electromecánicas y Turruñuelos tenían guardados y que ya la AV Nuestra Señora del Rosario, al menos en parte, expuso en una muestra el último trimestre del pasado año en su sede.

Y en segundo término, la labor sistemática que ha realizado el equipo encabezado por Rafael Obrero para, con el apoyo de la Diputación y el Ayuntamiento, dar forma a la muestra. «Aquí solo se ve una mínima parte de todo el material, el trabajo es tremendo y, conforme voy andando por la exposición, nos están ofreciendo los vecinos más y más material», decía ayer a este periódico el concejal de Presidencia del Ayuntamiento de Córdoba, Emilio Aumente. Y eso sin contar con el archivo de la empresa, que se perdió en un incendio en 1974.

Pero quizá la joya de la corona de este proyecto sea la que no se puede ver en la exposición: 47 entrevistas con una metodología científica realizadas a vecinos y trabajadores de La Letro recogidas en 52 sesiones y que ocupan 98 horas, que han pasado a disposición del Archivo Municipal, explicaba ayer el comisario de la muestra, Rafael Obrero.

Fotografías de gran tamaño (desde la más antigua que se ha encontrado hasta la de la última manifestación pidiendo la fallida viabilidad de Locsa), tres de aquellas bicicletas que durante décadas se relacionaban con el transporte más común de los miles de trabajadores de La Letro («¡Esa era la de mi padre, Agustín, y la mía!» decía señalando Francisco Ferrero), maletines de los especialistas químicos de la electrolisis del cobre, documentación del personal de la fábrica, los primeros planos de la urbanización de la zona en 1917, cedidos por la Gerencia de Urbanismo, o un vídeo informativo del investigador Juan Manuel Cano Sanchís al terminar el recorrido son algunos de los elementos de un viaje en el tiempo y en la identidad de Córdoba.

Por cierto, y es un detalle curioso: acompañando este recorrido, entre los paneles y carteles de la cronología de la industria hay unos listones metálicos de... cobre, por supuesto.

En todo caso, si quieren disfrutar de la muestra, nada mejor que el consejo que dio Rafael Obrero al abrir la exposición: «Péguense a alguien que haya vivido esos años, cójanse de su chaqueta y dejen... dejen, dejen que les cuente».