Todo el mundo a cubierto y sálvese quien pueda! La jornada de Feria de ayer, que empezó más temprano que el lunes, con temperaturas por encima de los 30 grados, convirtió a los miles de cordobeses que habían quedado en verse el martes en El Arenal en auténticos héroes que tuvieron que hacer de tripas corazón para no salir corriendo. En días como estos se agradece más que nunca que el recinto ferial esté lleno de casetas con aire acondicionado, una especie de oasis en medio del desierto donde dar cobijo a los caminantes. Cuando los defensores de la tradición abogan por cumplir con las normas del protocolo y acudir a El Arenal con chaqueta, y hasta con corbata mientras sus mujeres se visten con hermosos pero pesados trajes de faralaes de manga larga, se les olvida que la Feria de Córdoba no es la de Sevilla y que hace falta valor para aguantar los envites del termómetro, máxime cuando junio está ya a la vuelta de la esquina y no ha caído ni una gota de agua del cielo en semanas. Habría que ver a los sevillanos celebrar su feria en esta fecha. No hay más que leer las crónicas de este año, en el que la Semana Santa les ha obligado a retrasar la fecha y sacarla de abril y llevarla a mayo, para comprobar que lo nuestro es amor a la tradición. Allí llegaron a 30 grados un par de días y no se hablaba de otra cosa, cuando, para nosotros, 30 grados es la gloria. Ayer se alcanzaron en el aeropuerto los 38, así que en la Feria se superaron los 40 fijo. Montarse en un cacharrito con esa temperatura, como no sea la olla loca y uno quiera entrar en ebullición, es una auténtica locura, así que la Calle del Infierno estuvo ayer muerta hasta que se puso el sol.

Las mujeres no tienen escapatoria. La moda de trajes de gitana, antaño de tirantes, ha impuesto ahora la manga larga, el cuerpo entallado, el mantoncillo (cosa muy sevillana) y los tejidos elásticos, así que hay que conformarse con tirar de escote en el mejor de los casos para poder respirar o seguir a rajatabla aquello de las bragas de agujeritos para que entre el fresquito por alguna parte. Bendito sea el señor, cuánto sufrimiento vano.

Cuesta imaginar cómo se sienten esos señores que estoicamente se visten de punta en blanco para departir con los amigos en el real, salvo que tengan garantizado permanecer a cubierto durante las horas del bombardeo solar. Algo que no siempre es posible porque, al ser esta una feria tan abierta, siempre hay huecos por los que se sale el aire. Y si no, que se lo digan a los que llevan la caseta del PP, por cuyas aberturas laterales lo mismo entran que salen los pájaros que pueblan el recinto. A este paso, las casetas tradicionales no les van a dar nunca el premio. El aire acondicionado no tira. En cualquier caso, los del PP paran poco en La Gaviota. Los políticos, de todos los colores, se pasan la Feria paseándose de caseta en caseta para cumplir con los colectivos de la ciudad, comiendo a salto de mata .

El caso es que, volviendo a la política, el resultado electoral que ha trastocado el panorama político local hasta ponerlo literalmente del revés en cuestión de unas horas, tiene su eco estos días en el recinto, donde asistimos a una Feria bicéfala, como la llamó ayer algún colega, en la que un alcalde que aún no lo es y una alcaldesa en funciones están ejerciendo a la vez como tal de cara al pueblo. Cuando hablo de pueblo me refiero al electorado y, en concreto, a los colectivos que en su día reclamaron la presencia de las autoridades en sus recepciones y ahora andan confundidos sobre a quién hay que poner en primer plano en la foto. Para eso están los fotógrafos y los periodistas, que cada día recorren kilómetros de asfalto (o de arena) para cubrir los eventos antes de que se vaya el alcalde o alcaldesa del lugar en cuestión. Ni se imaginan lo que corre un político en la Feria y lo que cuesta seguirle el rastro. Aunque el verdadero mérito sea el de los mayores y discapacitados que siguen plantando cara a las dificultades para disfrutar de la fiesta. El calor nunca es un impedimento si uno se lo propone, por eso El Arenal volvió a llenarse ayer de gente valiente. Durante el día, las calles se usaron poco para pasear, mientras las casetas eran un bullir de público entregado al cante, el baile, la amistad y hasta la poesía, que también pisó ayer el recinto de la mano de Juana Castro, que ofreció un recital para la asociación Amigos de Los Pedroches. A partir de hoy, señoras y señores, la Aemet promete ir de 38º a 35º. Algo es algo.