Ganado: cinco toros de Virgen María y uno de Santa Ana, de la misma casa ganadera y lidiado en tercer lugar, desiguales de presentación (tres y tres), justos de raza y deslucidos en conjunto.

Antonio Ferrera: estocada caída (vuelta tras petición) y media estocada (oreja tras aviso).

Emilio de Justo: estocada caída (ovación) y pinchazo y estocada (ovación).

Ginés Marín: estocada trasera y tendida (una oreja), y media estocada y descabello (silencio).

Cuadrillas: Jesús Díez 'Fini' y Manuel Izquierdo saludaron tras banderillear al tercero

Plaza: Los Califas (Córdoba). Menos de un cuarto de entrada.

----------------------------------------------------------

Dos horas y media de festejo, y sobraron... Demasiado metraje para una corrida de tan escaso balance. En lo númerico, de una oreja para Antonio Ferrera y otra para Ginés Marín. Y en lo artístico, vacía, de ningún poso, de nulo recuerdo. Así de tedioso resultó el asunto. En gran medida, la culpa para el ganado, cinco toros de Virgen María y uno de Santa Ana (la misma casa ganadera) que conformaron un encierro muy justito de raza, deslucido en conjunto. Aunque también habrá que pararse en la terna que, con matices, tampoco anduvo especialmente resuelta para quedar por encima.

La oreja de más peso, y es decir mucho, fue la que obtuvo Ginés Marín en su primero, tercero de la tarde, precisamente, el único que tuvo más continuidad en sus embestidas. Ante este toro, brutote en el capote y al que lanceó desigual el hombre -los mejores capotazos los dejó en un quite de dos verónicas y una media-, Marín estuvo queriendo tanto como desigual se mostró en la ejecución. De entrada, puso en calor a los tendidos con un inicio de rodillas toreando en redondo en el que hubo ligazón y emoción. Pero ya de pie, tras una primera serie de derechazos con unidad, todo fue a menos. Con el toro desentendiéndose cada vez más y los muletazos por la izquierda surgiendo de uno en uno, además también estuvo el torero a veces fuera de su estilo, atropellado y no siempre bien colocado, como queriendo encontrarse en una faena alargada en exceso y que se quedó a medias.

La otra oreja de la tarde fue a las manos de Antonio Ferrera tras una labor larguísima y sin medida ninguna, hasta el punto de que escuchó un aviso antes de montar la espada. Total, para nada, o muy poco. Porque ante un toro que llegó protestón a la muleta, en el haber del extremeño solo se anotó que le corrigiera el defecto. Por lo demás, todo de uno en uno y muy despegado el torero, con interminables tiempos muertos y jaleándose en cada pasaje hasta lo absurdo para llegar al tendido. Y bien que lo consiguió, porque tras media estocada y no poca puesta en escena se llevó un trofeo.

Y hasta ahí. Ni el propio Ferrera, con parecidas armas, logró llevarse otra oreja de su primero, a pesar de la petición del público, resuelta con una vuelta al ruedo. Eso tras una faena en la que estuvo tirando líneas colocado por fuera, sin terminar de comprometerse ni de redondear nada ante un animal a que le faltó entrega pero que se dejó sin más. Aquí también se jaleó una barbaridad y estuvo más en la cantidad y la gestualidad que en la calidad.

Antonio Ferrera, que también se llevó un trofeo, manejando la izquierda. SÁNCHEZ MORENO

Tampoco Ginés Marín pudo redondear su marcador en el sexto de la tarde, animal nulo que nunca tuvo voluntad de embestir. Ahí estuvo el torero, prodigándose en muletazos pero sin llegar a construir faena ante un toro que llegó a derrumbarse.

Emilio de Justo, de su lado, no pudo pasar de sendas ovaciones tras matar otros dos ejemplares de escaso juego. Su primero, que llegó al último tercio defendiéndose, no tuvo fuelle, quedándose muy aplomado por el izquierdo. El hombre no escatimó en disposición, unas veces para taparle las protestas con las que embestía y otras para darle continuidad a sus viajes, pero la faena no llegó a cobrar fuerza por la falta de más toro.

Derechazo de Emilio de Justo, que se fue de vacío. SÁNCHEZ MORENO

Algo que se repitió igualmente en el quinto. De Justo se topó con otro animal de escaso recorrido, que se defendía cuando intentaba alargarle la embestida o que acudía al paso sin poner nada de su parte. Hubo entrega del torero, que tiró mucho del ejemplar para darle contenido a las series, pero ni una ayuda por parte del toro de Virgen María.

Así es que de Justo se fue de vacío, como vacía estuvo la tarde y vacía, o casi, estuvo la plaza. Menos de un cuarto de entrada, por utilizar una medida generosa. Suenan las alarmas en Los Califas. Llevan años sonando. Claro que después de una corrida de dos horas y media de la que sobraron... ¡Demasiado vacío!