Después de un intenso fin de semana en la Feria, el día de ayer empezó al tran-tran en el recinto de El Arenal. Pasado el mediodía la Calle del Infierno estaba prácticamente vacía y sin música. El hilo único que tan poco respetado ha sido durante los primeros días de Feria acalló ayer para respetar a los niños con autismo cordobeses en una acción muy importante. Aunque el horario no fue bien escogido, dado que muchas de las atracciones ni siquiera estaban arrancadas y no lo estuvieron hasta bien entrada la tarde.

Antes se sucedieron las comidas de empresas y de grupos de amigos al resguardo de las casetas. Porque el calor va in crescendo conforme pasan los días de Feria y ayer, a eso de las dos de la tarde, era insoportable. La asociación Autismo Córdoba buscó refugio en la caseta La Castañuela, donde Natalia Alcaraz, miembro de la junta directiva de la asociación y de la caseta, les recibía. Un total de 22 chicos y chicas entre los 21 y los 37 años compartieron un divertido y espléndido almuerzo. Gambas, jamón, flamenquines, salmorejo y una atmósfera de camaradería. Muchos de ellos se conocen desde que eran pequeños, como Nacho y Gonzalo, ambos de 24 años de edad pero amigos desde los siete. Esperaban con ilusión que acabase la comida para marchar a la Calle del Infierno, ya que a Gonzalo le encantan los dardos. «Conseguí una mochila el año pasado y quiero conseguir otra ahora», aseguraba con una sonrisa. Nacho, por su parte, insistía en que lo que él quería era bailar. Es un fanático del reguetón y la música electrónica. «Algunos vinieron hasta la caseta en el tren neumático y otros se montarán luego», explica el responsable de Vida Adulta de Autismo Córdoba, Paco Álvarez, que cree que la iniciativa de eliminar la música de la calle de las atracciones durante unas horas es positiva. «También se está respetando en muchas casetas, el ambiente es hoy (por ayer) más calmado y eso ayuda mucho a los chicos, que pueden comer con más tranquilidad». Barto, Antonio y Juanpi también mostraban sus ganas de charlar. La comida, tema recurrente. Antonio no le hace ascos a ningún plato rico, aunque «el jamón es lo que más me gusta». Y Juampi tiene una lista de los cacharritos que quiere probar cada día. Prácticamente todos, porque no repetirá atracción de aquí al final de la Feria.

El Arenal se va animando conforme cae la tarde y los almuerzos en familia dejan paso a los primeros grupos con ganas de bailoteo. Muy animado llegaron los trabajadores del PAS de las facultades de Medicina, Enfermería y Fisioterapia. José acarreaba más de 15 bolsos para que sus compañeras, ataviadas con camisetas blancas con un pequeño vestido de gitana bordado, se hicieran las fotos de rigor entre bromas a todo el mundo, desde el cámara al pobre José. «Pasadle la foto al Rector», soltaba una de las mujeres provocando la carcajada general, mientras José reconocía que tiene «el cielo ganado» con la tarde-noche que le esperaba acarreando material.

Se iba animando la tarde con Antonio, un jiennense que no pasaba desapercibido con su camisa de lunares atada a la cintura y el ombligo al aire. «Tengo un don, que llamo siempre la atención», afirmaba con arte y salero antes de reírse de su marido «el sobrio», cuyo outfit de polo de mangas cortas no podía competir con el de su pareja. Antonio se marcha. Besos al periodista y un piropo llamativo antes de poner pies en albero para buscar el aire acondicionado de una caseta.

La noche caía y los estudiantes universitarios salían de las bibliotecas donde apuran horas antes de los exámenes para meterse en el albero. En un entorno mucho más tranquilo que el del fin de semana fueron las casetas del Juan XXIII y ASPA las que pusieron el ritmo con música alternativa. Rock y salseo para acabar el lunes de Feria.