Si no es el recinto que más arte tiene, sí es el que más obras arqueológicas artísticas acogió (en número, más incluso que actualmente el patio del Museo Arqueológico) y el que más obras de arte ha parido, valga la expresión. Por si fuera poco, era un patio que visitaban reyes. Y es que si el Palacio de Viana se convertía en la casa de Don Alfonso XIII cuando venía a Córdoba, había otro de visita real casi obligado para el esparcimiento, la tertulia, el saber, el arte y la convivencia (curiosamente, algunos de los valores que ahora la Unesco protege con la Fiesta de los Patios como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad): se trataba del patio de la casa de los Romero de Torres.

Un privilegio de reyes que cordobeses y foráneos están volviendo a disfrutar desde el pasado día 27 de abril hasta, al menos, el término de la Fiesta de los Patios. Porque, como recordó el pasado día 26 en la reapertura del recinto Francisco Alcalde, delegado de Cultura de la Junta en Córdoba, el patio fue visitado en su día por la Infanta Isabel de Borbón y Borbón, en 1915; en 1927 por Alfonso XIII siendo príncipe de Asturias y acompañado por su hermano Jaime, o la Reina María de Rumanía, en 1929. Y, después, por personajes tan altamente aristocráticos como republicanos, como el Conde de Romanones, o el de Vallellano, Manuel Azaña, Marcelino Domingo, Indalecio Prieto...

El caso es que ya cientos de visitantes han tenido este año la la oportunidad de conocer este recinto de reyes: unos 500 el pasado lunes, otros tantos el martes, 800 contabilizados solo en la mañana del miércoles, primer día laborable del Concurso de Patios... unos datos que dan cuenta de la expectación por conocer este recuperado recinto, explicaba ayer José María Palencia, director del Museo de Bellas Artes y gran impulsor del proyecto de recuperación del patio.

El trabajo hecho

Pero recordemos la historia reciente: el patio de la casa de los Romero de Torres, tras décadas de estar cerrado, se reabrió por primera vez y pudo ser admirado en el 2014. También en aquella ocasión el logro fue fruto del convenio firmado en 1990 entre la Junta de Andalucía, la Diputación y el Ayuntamiento que, aunque tardó en dar frutos (para muchos, quizá demasiado), permitió una primera reapertura en el 2014 con las piezas arqueológicas islámicas que, muy al gusto de la época, coleccionaba e integraba en su patio la familia de artistas. Por entonces ya se invirtió dinero, tiempo y esfuerzo. Pero aún quedaba mucho por hacer.

Así, en el 2015 volvió a cerrarse el patio para arreglar las infraestructuras y el saneamiento (apenas tocado desde 1940), lo que supuso casi 22.000 euros, a lo que hay que sumar el acondicionamiento de la dependencia que se llamaba el Lavadero (58.324 euros) con la limpieza y catalogación de las 400 piezas arqueológicas que ahora alberga. Y sobre todo, rehabilitar el estudio de los Romero de Torres, con un coste de 50.000 euros, a lo que hay que sumar otros 12.000 para los enseres y musealización del material que trajo de la casa de la calle Pelayo de Madrid el hijo del pintor, cuando su padre murió. Una joya junto a esa otra joya que es un patio, si no romántico por su estilo, sí por la atmósfera que se respira en cada rincón, que transporta a una época de gigantes del arte, la cultura y el pensamiento en una sociedad que se daba su tiempo para degustar estos valores.