3ª de abono

Los Califas. Algo menos de media entrada.

Ganadería: Cinco toros de Juan Pedro Domecq y uno de Parladé, lidiado en sexto lugar como sobrero en sustitución del inválido titular. Con la presentación en el límite, resultaron medidos de fuerzas y nobles.

Enrique Ponce: Estocada desprendida y descabello (ovación tras aviso); y estocada caída (dos orejas)

Juan Serrano 'Finito de Córdoba': Dos pinchazos (ovación); y pinchazo, otro hondo y estocada (ovación).

Cayetano: Pinchazo y media estocada trasera (ovación); y estocada (una oreja).

Cuadrillas: Mariano de la Viña destacó con el capote y los palos en el primero y el cuarto.

Simplemente Ponce. Eso fue. Así de fácil. Así de complicado. De nuevo la fórmula de la elegancia, la técnica, el imán de su muleta, la magia a veces, el pulso firme, el temple siempre... Su tauromaquia, en definitiva, llevada a una alta expresión para abrir la Puerta de Los Califas. La décima de su carrera. Así de fácil. Así de complicado. Ponce otra vez. El más puro Ponce.

Fue en el cuarto. En el ecuador de la tarde, faena completa de principio a fin. Ya con el capote, una larga de rodillas de apertura y, a continuación, un ramillete de verónicas muy templadas. La plaza se le entregó ahí y en un posterior quite por chicuelinas. Pero estaba por llegar la labor con la muleta. Tras unas primeras dudas por el ligero cabeceo que mostraba el animal y por unas molestas rachas de aire, la explosión poncista.

Entre las rayas, el torero desplegó toda su sabiduría torera. A las primeras de cambio cosió la embestida a la muleta y dibujó derechazos ligados, aprovechando la continuidad del animal. La lentitud, el temple y la elegancia, con la figura siempre compuesta, llenaron todo el cuadro. Y aunque al manejar la izquierda la faena pareció perder enteros, de vuelta a la diestra, de nuevo la misma receta. Incluso aún más. Con el juampedro ya más apagado, un final de muchas y sabrosas cositas. Hubo bellos cambios de mano, toreo por abajo de mucha prestancia, aguante desafiante en un parón del animal... El más puro Ponce, magistral hipnotizador de toros con el uso tan solo de un tercio de muleta. El más puro Ponce, dibujante de faenas muy bonitas de ver, con mucho eco en los tendidos más allá del poso final en la memoria. Y ese, el más puro Ponce, figura de largo recorrido, desbordante torería y triunfador incansable, fue el que conquistó ayer dos orejas a pesar de un feo espadazo que nadie pareció tener en cuenta a la hora de abrirle la Puerta Grande, la de Los Califas, la décima de su carrera. Así de fácil. Así de complicado.

Y aún pudo llevarse un trofeo más en el que abrió plaza. Al menos el público lo pidió. En este también hubo suavidad en los lances de recibo y al manejar la muleta, pero faltó más continuidad como faltó más toro. Sin entrar en profundidades ante un ejemplar medido de fuerzas y paradito, Ponce estuvo fácil y estético en una faena de muchos tiempos muertos. Resultona, eso sí, pero escasa para el trofeo tras una estocada defectuosa y el uso del descabello.

El otro trofeo de la tarde fue para Cayetano en el sexto. Después de que el titular se echara en la arena tras salir del caballo, teniendo que ser apuntillado, saltó un sobrero de Parladé de tanta nobleza como sosería. El torero, correcto por momentos, también estuvo frío, sin alma y falto de limpieza en los muletazos del primer tramo. Solo muy al final calentó a los tendidos, aunque casi siempre se colocó escondido. Eso sí, recetó una estocada de libro, en todo lo alto y contundente que le permitió no salir de vacío después de que en su primero también ofreciera una labor muy superficial. En ese toro, al que le dio mucha capa pero con escaso brillo, manejó la muleta muy despegado, sin ajuste y siempre al hilo del pitón.

Finito, por último, no tuvo opción de lucimiento y aun así dejó quizás los pasajes sueltos de más peso de toda la tarde, con verónicas, una media y derechazos de mucha rotundidad y sabor. Fue sobre todo en su primero, que le duró un suspiro. Queriendo siempre rajarse, el torero apenas pudo atacarle. El quinto fue aún menos. Estuvo el hombre voluntarioso pero sin posibilidades ciertas. La tarde, al fin, fue para Ponce, el más puro Ponce, el torero de la difícil facilidad. Así de sencillo. Así de complicado.