Quien quiera montar caseta en la Feria de Córdoba que vaya contratando aire acondicionado. A estas alturas de la película, en plena vorágine del cambio climático, con ocho ferias de cada diez ambientadas con temperaturas medias por encima de los 35º, no hay mejor inversión. Basta con echar un vistazo al Arenal en hora punta para comprobarlo. Los cordobeses se han acostumbrado a lo bueno y ya no es tan fácil conseguir que las familias o los grupos sucumban a una oferta de 2x1 o un flamenquín más barato si las condiciones de habitabilidad del recinto no cumplen unos mínimos. Esto no es Sevilla, ni estamos en abril, aquí todas las casetas son abiertas al público y, puestos a elegir, ¿quién quiere pasarlo mal? Según Blanca y Carmen Gracia, dos hermanas fieles a la cita casi diaria con la Feria, «las cosas han cambiado en los últimos años y hay cada vez más casetas con aire acondicionado, con buena cocina y con baños en condiciones», lo que ha hecho que el público se vuelva más sibarita. «Es normal, a lo bueno te acostumbras rápido», coinciden. Las casetas tradicionales, que hacen una inversión importante en sus recintos, parecen haber contagiado al resto y cada vez son más los colectivos que optan por ofrecer calidad a los usuarios. En La Reja, mejor caseta de la Feria 2019, el plato estrella ayer era arroz con bogavante. Valga como ejemplo. Lo del todo vale para hacer caja, cada vez es menos rentable en la Feria de Córdoba. Lo barato sale caro. Enrique, uno de los responsable de la caseta Los Quintos, detrás de la cual está la asociación cultural del mismo nombre, tiene claro que el éxito radica en que la gente esté a gusto. «Este año tenemos cien metros más y hemos abierto un patio», explica, «por las noches, se agradece, gusta mucho». Además de climatización, cuentan con actuaciones diarias de academias de baile que generan un ambiente «muy familiar a mediodía, también hay comidas de empresa, grupos de personas de fuera que se asoman y se quedan», asegura, «y por la noche, cambiamos el tercio y nos centramos en el copeteo».

Cada cual cuenta la Feria según le ha ido y, a poca distancia de Los Quintos, un camarero nos cuenta que en su caseta, una con el corte clásico de merendero abierto, este año no salen las cuentas. Centrados en la venta de carnes, chorizos, arroces y fritos en espacios abiertos sin aire, resultan poco atractivas en un entorno donde cada vez se apuesta más por la estética y menos por hincharse de comer a precio de saldo. Es lo que hay, los tiempos van cambiando y con ellos cambia también la Feria. Lo que no cambia es el gusto de la gente joven y/o madurita por ciertas casetas ya emblemáticas como ASPA o Juan XXIII, que mantienen su sello y atraen a un público muy variopinto, dispuesto a mover el esqueleto hasta la madrugada. Con un ambiente y un tipo de música diferente, las casetas de La Gaviota o la de La Prensa siguen siendo también punto de encuentro de muchos jóvenes. Este año, la mirada vuelve a estar centrada en prevenir cualquier agresión machista, algo que según Rosa, una de las voluntarias del brazalete morado, está sirviendo para sensibilizar y visualizar el mensaje de rechazo a cualquier tipo de violencia de género. El lema de la campaña lo deja claro: No es no. «Nuestra labor es esa, que las chicas no se sientan solas y sepan que hay un equipo de psicólogas, voluntarias y casetas donde pueden acudir a pedir ayuda». En el plano de la feria, esas casetas están señalizadas con un símbolo morado. Ya son más de treinta. Pese a todo, según los datos que maneja Rosa, «se están produciendo incidentes que las afectadas están denunciando directamente en Cruz Roja y en la comisaría de Policía del recinto ferial». La Feria toca a su fin y los caseteros esperan un sábado movidito. Los que no hayan huido a la costa este fin de semana, tienen una cita ineludible con El Arenal hoy. Ya saben.