La fiesta que salpica la ciudad de miles de flores en forma de cruz atrajo ayer a cordobeses y visitantes, que llenaron (literalmente) rincones y plazas de la ciudad en el pistolezo de salida del intenso mayo cordobés, del que ya hubo un fuerte aperitivo la pasada semana con la Cata del Vino. Se hizo evidente que había ganas de calor y jarana, que comenzó al mediodía, inundando de música y diversión las 53 instalaciones que este año serán escenario de esta tradición, convertida ya en un importante reclamo turístico.

Animados por la luz, el día festivo y la temperatura con la que la meteorología obsequió y llenó de optimismo y buenas expectativas a los organizadores, familias y grupos de amigos no tardaron en rodear las barras con las que cuentan estas instalaciones, alrededor de las cuales la fiesta no tiene fin, eso sí, respetando algunas horas para el descanso del vecino y del propio fiestero, que por la noche repitió sesión, a esas horas con un público más juvenil como protagonista.

Hermandades y asociaciones de vecinos vieron correspondidos con elogios el esfuerzo y la creatividad que cada año vuelcan en estas instalaciones florales efímeras, muchas de ellas esculturas de claveles de colores que merecería la pena conservar, algo imposible, aunque siempre están las fotografías para retener en la retina tanta belleza.

Pero no solo de flores vive la fiesta. El baile, el vino y la gastronomía también forman parte importante de esta celebración, que en muchos casos supone una buena parte del sustento de los colectivos que la organizan, especialmente las hermandades, que gracias a estos ingresos pueden continuar preservando su patrimonio. Este es el caso de la Hermandad de las Penas de Santiago, cuyo hermano mayor, Rafael Moreno, en la plaza de San Andrés, reconocía que esta fiesta significa «un apoyo económico muy importante». Y patrimonio también son las plazas en las que estas cruces se ubican, como Capuchinos, San Basilio, Las Tendillas, La Trinidad, San Hipólito o Santa Marina -donde hubo hasta cante y guitarra en directo-, que se transformarán hasta el domingo en improvisadas zonas de ocio y de restauración.

«No hay nada como saborear un buen salmorejo cordobés a la sombra de una cruz», decía uno de los privilegiados que consiguió entrar en el recinto de la calle del Queso, donde no cabía ni un alfiler, quizá debido al pacto entre la Hermandad del Cristo de Gracia y la peña Los Emires, que este año han decidido unirse en esta fiesta. «Nos ofrecieron montar la cruz conjuntamente, y parece que a la gente le ha gustado la idea», comentó el hermano mayor de la hermandad, Ricardo Rojas, que aseguró que «el marco del patio, con la fuente y su tradicional decoración de claveles rojos, son las características que hacen que esta cruz tenga tanta demanda», animando al público a asistir y con ello poder ayudar a «aumentar las obras sociales que realiza la hermandad».

Cruz de Mayo en Santa Marina, en el monumento dedicado a Manolete. Foto: A.J. GONZÁLEZ

Este traslado ha dejado sin vecina a la cruz que habitualmente monta la Hermandad de la Merced, que también rebosaba de gente con ganas de pasarlo bien entre sevillanas y rumbas. Una situación que se repetía en otros muchos barrios, engalanados como el mes más importante del año en Córdoba exige.

Y mientras las cruces bullían de gente al arrancar la tarde, la plaza de las Tendillas comenzaba a vivir otra fiesta, la que habitualmente ofrece el Certamen de Academias de Baile que organiza la delegación de Promoción del Ayuntamiento y que abrieron los alumnos y alumnas de los centros Flamenkeando, Nanes Luna y Jorge del Pino, ofreciendo sus conocimientos ante un gran número de personas, que hoy podrán seguir disfrutando de la danza en el mismo escenario, igual que de la fiesta que se genera en torno a las cruces.