Pablo, Lucía, Miguel, Simón, Uxue o Víctor son algunos de los pequeños músicos, de entre 11 y 15 años, que van a poner la banda sonora al cierre del Concurso de Patios de Córdoba en uno de estos recintos, el Patio Vesubio, cuya propietaria, Virginia Molina, ha improvisado estos recitales musicales en apenas unos días.

Y es que, tal y como explica Molina en declaraciones a Efe, ella cree firmemente en la importancia de los patios como enclave cultural, como recintos donde, junto a las flores, brotan los conocimientos, suena la música o se recitan poesías.

Se trata, según indica, de volver a lo que siempre han sido los patios de Córdoba, una fiesta en la que podía aparecer un guitarrista, colarse entre los visitantes, y ponerle sonido al vaivén de personas, que, por norma, encontrarán en esta estampa la imagen mental que muchos tienen de los patios y del sur de España.

Por eso, desde la calle, en el Barrio de San Lorenzo, los visitantes acudían este viernes al Patio Vesubio atraídos por los acordes de "Entre dos aguas", de Paco de Lucía, cuando Pablo, de 11 años, y Lucía, de 14, ambos alumnos del Conservatorio Profesional de Música, empezaron a tocarla a las 18.00 horas.

Al principio, los visitantes casi se quedaron petrificados y permanecieron como espectadores a varios metros de los dos jóvenes intérpretes. Con la segunda canción, los visitantes ya comienzan a acercarse y a ver el patio alrededor de Pablo y de Lucía, y con la tercera y la cuarta, los dos intérpretes ya han acabado rodeados de personas, de otros músicos que se han sumado con un cajón, e incluso de un coro rociero.

Para cuando acabe el concierto, en el que habrán sonado Paco de Lucía, Paco Cepero o Sabicas, Pablo y Lucía habrán vivido su primera experiencia flamenca pura.

"Yo sí que sabía que el flamenco se hacía en los patios", afirma Pablo, que confiesa que, eso sí, nunca se había imaginado a sí mismo tocando la guitarra en uno. Lucía, por su parte, confiesa que estaba ilusionada, y contenta con el repertorio escogido, formado por rumbas, tangos y granaínas, entre otros palos.

Los dos se enteraron de que Virginia Molina estaba ofreciendo su patio como auditorio esta semana, después de que la propietaria repartiera unos carteles en el conservatorio con la complicidad del profesor Ernesto Blanco.

CONCIERTOS IMPROVISADOS

Al final, por la premura de la iniciativa, esta se ha cerrado con dos únicos e improvisados conciertos, el de Pablo y Lucía, que tuvo lugar el viernes, y el que tendrá lugar este domingo, para despedir el concurso de patios, y que contará con un violista, un violinista, un trompetista, y con Víctor, el hijo de la propietaria, que es percusionista.

Todo ello en una casa con cuatro siglos de antigüedad, bautizada Vesubio después de que sufriera un incendio en la cocina, y uno de los enclaves más combativos en lo que a la vertiente cultural de los patios se refiere.

Molina defiende esto último, la necesidad de que la fiesta recupere su esencia festiva, cultural y libre, tras años en los que el turismo se ha centrado casi exclusivamente en la vertiente estética de los patios y el murmullo turístico ha ahogado la música que se improvisaba en muchos de los recintos que concursan.

Y el millón de visitas con el que el Concurso de Patios de 2018 va a cerrarse es un murmullo enorme, que, en cualquier caso y en el patio Vesubio, no va a silenciar la música que un puñado de jóvenes van a tocar, haciendo de este modo las visitas a los patios todavía más sensoriales.