«Ni éramos racistas el año pasado ni tenemos nada contra Cataluña ahora». Puede ser el resumen de lo que afirman los vecinos de Coripe (Sevilla) tras el revuelo que se ha armado por representar a Carles Puigdemont en la Quema del Judas, la fiesta que cada año multiplica su población en el Domingo de Resurrección. En el pueblo están divididos entre los que quieren dejar correr el tema, los que se lo toman con humor o los que incluso han recibido amenazas, porque es raro encontrar un negocio donde, ayer, el teléfono no hubiera sonado para recibir una amenaza, e incluso desconectaron el buzón de voz del Ayuntamiento por este motivo.

Una situación que rechazó el alcalde, el socialista Antonio Pérez: «Ni el año pasado éramos racistas por quemar un muñeco con la figura de Ana Julia Quezada, ni este somos anticatalanes por hacer lo mismo con Puigdemont», y puntualizó que «la gente no entiende que esto no deja de ser un teatro, incluso le dan los tintes políticos, pero es un teatro, una parodia, una sátira, es como las fallas, que se queman muchos personajes y nunca hay esta polémica».

Los partidos políticos, en su mayoría, condenaron ayer la quema del muñeco y lo tildaron de «mal gusto». El número dos de ERC al Congreso, Gabriel Rufián, pidió «responsabilidades políticas» al PSOE por el episodio. Meritxel Batet, del PSC, señaló que aunque «responde a una tradición», se trata de una acción «inadecuada» en campaña electoral. Ciudadanos consideró «inapropiada» la quema del muñeco y desde el PP, Andrea Levy rechazó el hecho, aunque añadió que «los independentistas tienen la piel muy fina cuando les afecta a ellos, pero cuando se insulta a los constitucionalistas no les oímos decir ni pío». La sede del PSC amaneció ayer con pintadas y la de Ciudadanos fue también atacada con pintura amarilla.