Juan Carlos Caselles Pérez se considera a sus 61 años un hombre sano y con la fortuna de no haber pisado a penas la consulta de su médico. Este covid lo tuvo claro y decidió «irse de vacaciones» al cuerpo de este oriolano, mientras su mujer, Inmaculada, estaba recuperándose del virus tras 15 días de aislamiento. Entonces «el bicho se coló por cualquier lado» pese a las medidas de seguridad que habían adoptado en casa. Los primeros síntomas le hicieron ingresar en Urgencias del Hospital Vega Baja el 18 de noviembre y allí permaneció hasta el día 2 de este mes, 15 días «llenos de experiencias». Cuando llegó al hospital y lo vio la doctora «me puse el primer camisón de mi vida» y tras varias pruebas, la habitación 157 se convirtió en su trinchera de aislamiento, con una puerta medianera donde los sanitarios le veían a él y a la pantalla de datos a través de una cristalera. Gracias al móvil recibía todos los días la videollamada de su mujer, su hijo y su nuera, enfermera supervisora de planta en el Hospital de la Arrixaca (Murcia), la única que junto a los sanitarios del centro hospitalario conocían la gravedad del caso. A él en todo momento se lo ocultaron.

Bajo la supervisión de la neumóloga Sonia Martínez, participó en un programa novedoso donde recibió plasma hiperinmune de pacientes curados, combinado con el oxígeno de alto flujo, al no responder favorablemente al tratamiento farmacológico para curar la neumonía bilateral, a la que se sumaba el alto valor de Ferritina en sangre.

Esta sanitaria, definida por Juan Carlos como «un ser maravilloso que no olvidará jamás», explica la mejoría que tuvo al hacerle la transfusión «del plasma rico en anticuerpos», un ensayo clínico en el que el Vega Baja lleva participando cinco meses. «Al cabo de tres días la radiografía había dado un cambio espectacular y también en la analítica empezamos a ver que todos los parámetros que normalmente quedan alterados por la infección por coronavirus empezaban a remitir».

La tercera rama en el tratamiento que este oriolano recibió es la Oxigenoterapia de alto flujo por cánula nasal, una «terapia avanzada que administra oxígeno a dosis altas pero metiéndolo con un aire caliente y a presión. El paciente se coloca en la nariz unos tubos que están metiéndole un aire muy enriquecido en oxígeno a presión y llega más en profundidad al pulmón que cuando se pone la terapia convencional en gafas nasales», explica Martínez. Un procedimiento «que está dando muy buenos resultados y evita al paciente la UCI en la mayoría de los casos». Tras estar unos seis días con el tratamiento de alto flujo, comenzó el «destete» seguido de las gafas de oxígeno tradicionales.

Tanto tiempo solo da para mucho. Él «tiene la gran suerte de ser creyente» y sabe que nunca ha estado solo. A ello le suma «el gran trato profesional y humano» de todos los sanitarios que le atendieron y aunque no los conozca bien «porque van protegidos con gorro, gafas, mascarilla y pantalla» redactó unas palabras de agradecimiento que su mujer les llevó impresas.

Ahora, ya en casa, las secuelas son variadas. El primer día, tras levantarse de la cama «quería andar y no podía». Igual que vino se fue. Otra jornada amaneció con la tráquea inflamada, otros dos tuvo una molestia «muy intensa» en la rodilla al moverse. Todos se fueron. El que sí se quedará «y me dicen que durará meses» es el dolor en el pecho producido por la tos nerviosa y constante. En cuanto a tratamiento «medicación en principio nada», tan solo educar sus pulmones para recuperar el 100% de su capacidad.

Todos los que le conocen saben qué a paciencia y buen carácter no le gana nadie ¡y mucho menos el bicho! Pero sí tiene que subrayar algún momento incómodo y desagradable, al margen de la impotencia al no poder moverte de la cama, recalca el asunto del aseo personal, «tienes que cerrar los ojos, hacer un esfuerzo y dejarte hacer». Al igual que el cambio de pañales, «al principio cuesta mucho, la sensación de pudor es muy grande, pero todo pasa». Así, cuando tuvo una extensión del oxígeno, pudo bajar de la cama e ir al baño la alegría era «indescriptible, ¡esa sensación de libertad no tiene precio».

La enseñanza vital tras este trayecto con el «bicho» en su cuerpo es clara: «El covid se cuela por cualquier rincón y se lleva por delante a los más débiles, desgraciadamente a nuestros mayores. Esos que han hecho tanto por nosotros y es injusto el trato que reciben ahora por nuestra comodidad y egoísmo, en bastantes casos». Por ello a los más jóvenes les demanda concienciación ante la situación. «Solo tienen que extremar la precaución, son jóvenes, les queda mucha vida para disfrutar. Paciencia unos meses y que no arruinen la vida de algunos de sus seres sus queridos» añade.

Este oriolano es hoy una persona agradecida a la vida tras un bache del que se levantó «con más positivismo y energía». Espera «poder donar plasma para ayudar a otras personas que necesiten este tratamiento» y valorar aún más « este regalo que es la vida».