-¿Conoce a alguna mujer que no compre o que no le gusten las flores?

-Yo misma. No me gustan las flores. Solamente las compro, de vez en cuando, para los demás. Y he empezado a comprármelas, como mis protagonistas, para mí misma.

-¿La mujer actual cómo entiende el feminismo?

-Entiende el feminismo, no como una lucha de sexos, sino como una necesidad de que la sociedad se adapte a la nueva mujer que ha nacido, fruto de la revolución feminista.

-¿Cómo cree que será la mujer que está naciendo, la mujer del futuro más inmediato?

-Es una mujer que no necesita tanto ganarse las alas, sino que cree que la libertad pasa por la plenitud y la búsqueda de la felicidad. Y eso supone comer con ganas, envejecer a gusto, reírse con ganas, disfrutar del sexo con ganas, incluso vivir con ganas, decirlo y no sentirse culpable.

-Sus protagonistas se reúnen en una floristería de Madrid para hablar de ellas.

-Las flores que se compran estas mujeres son el símbolo de darse un efímero y también hermoso momento de placer, pero son en el fondo una recompensa por todo lo que trabajan o por todo lo que se sacrifican.

-Quería escribir una historia de mujeres, pero no desde el dramatismo. ¿El drama siempre llama cuando hablamos de mujeres?

-Hay un tipo de mujer, entre las cuales me hallo, que estamos entre los 35 y 45 años, que huimos del victimismo y que huimos del concepto de guerra de sexos. No concebimos el feminismo como algo agresivo sino como una lucha por entendernos y por buscar nuestro puesto en la sociedad.

-Reivindica el derecho de las mujeres a no sentirse culpables. ¿Culpables por qué y de qué?

-Culpables de disfrutar y de decir que quieres disfrutar de las cosas, de lo que te hace feliz con independencia de los demás. Eso no es egoísmo, eso es salud mental.

-Entre los síndromes que describe, dibuja el de la Bella Sufriente. Cuanto más dolor, más enamorada se siente.

-(Ríe). Es un tipo de mujer educada en el sacrificio. Piensa que el dolor la dignifica. Aquí su hombre no le proporciona más que dolor. Considera un reto que la quieran o que la respeten.

-Gala representa el prototipo de la mujer que no quiere envejecer. ¿Es quizás un prototipo demasiado generalizado?

-No. El prototipo más generalizado es el síndrome de la superwoman. El síndrome de Galatea es una mujer que recoge la herencia de esa epidemia de anorexia y que somos las mujeres que ahora tenemos 40 años. Piensa que las mujeres tenemos todos los derechos, menos el de envejecer.

-Entonces la ‘superwoman’ es la que más abunda.

-Es la descendiente de las mujeres feministas de los 60, nuestras abuelas y madres, que ganaron los derechos elementales de las mujeres sobre papel pero que no les dio tiempo a ejecutarlos. A nosotras nos toca la difícil tarea de hacerlos reales.

-¿Cómo es Victoria?

-Es otro de los ejemplos que más abunda. Es una superwoman llevada a la enésima potencia, porque es además madre. Está en una especie de estrés vital corriendo detrás de su propia vida y dándose cuenta de que la sociedad no está preparada para una mujer como ella.

-Habla de la conciliación de la mujer para con ella misma. ¿Es esa la asignatura pendiente?

-Sí. Hemos basado la revolución feminista en conquistar los despachos. Pero donde estamos más retrasadas es en la conquista del espacio propio. Conciliación no tiene que significar solo trabajo y familia, sino tiempo para dedicárselo a una misma.