Domingo de otoño, veroño como se dice ahora, esto es mezcla de verano y otoño. Ayer escuché en la radio que Córdoba, por ejemplo, llevaba 150 días de sequía, tanta que hasta la reina Letizia el Día de la Hispanidad --me gusta escribir este nombre y no para denigrarlo, como se ha hecho muchos estos días-- usó el vaso de agua en la mañana del 12 de octubre en el desfile de la Fiesta Nacional, además del abanico, que necesita de un arte especial, de señora, porque hasta tiene su lenguaje propio. Al margen del sol que le daba, menos mal que el Rey demostró que aparte de todo tiene una muy buena sombra.

Bueno, pues además de todo esto de entrada, contarles que agradezco de corazón al presidente de las peñas, Alfonso Morales, mi buen amigo, que haya hecho una reivindicacion lógica de la tradición del perol, porque en estos tiempos difíciles une más que separa, aparte de que alimenta. Muchas gracias, jefe, por la parte que me toca y dar esta muy buena noticia.

Como esta otra de que mejora rápidamente --los toreros son de acero y oro-- Cayetano Rivera, mi buen y admirado hombre de luces, después de la gran cornada del otro día en Aragón. Yo lo recuerdo siempre, aunque lo he tratado personalmente poco, por dos razones.

Una, porque uso siempre desde hace muchos años Loewe 7, que es la colonia que antes anunciaba siempre, y además, dos, porque aquel día que le dieron la de Bellas Artes en Sevilla de Oro a mi compadre Curro Romero nos dimos la mano en aquel patio y me dijo:

-Muchas gracias por lo bien que hablaste siempre de mi madre.

De Carmen Ordóñez, ya saben, aquella Carmen de la que siempre nos quedó su aroma. Por cierto, aroma a nardo, que lo que titulo es porque es un olor cercano, forma parte de nuestro paisaje.

Y digo lo del nardo de más arriba porque era un olor que a Marilyn Monroe, que en paz no descansa, la pobre, le gustaba, y cito textualmente: «Sobre todo en las noches de amor». Y no me vayan corriendo a la perfumería que luego me van a tachar de machista.

A mí me va la olor. Mi madre decía que olor era un nombre femenino del nardo, del jazmín, incluso del alhelí, que ya hemos dicho muchas veces, porque aquí entre nosotros es un olor de tapia, no sé si de convento, nuestro.

Y perdonen si me pongo cursi. Así que lo aparto y me acerco a la noticia taurina de que este año vuelve José Tomás y que sigue pensando en hacerlo, desde luego, una tarde de agosto, por lo de la fecha en Linares, ya saben. Hay datos que lo confirman. El otro día lo vieron entrenar en Aguas Calientes de México, donde volvió a nacer un día.

Y tantas historias más de este domingo. Hoy hay que felicitar a las teresitas, a María Teresa Campos. Por cierto que la otra mañana estuvo rompedora y soriente en lo de los reyes del Palacio de Oriente, y donde aprovecho para decirlo, servidor no acudió donde estaba invitado, y como excelentísimo señor, esposa incluida. Tal vez hubiera debido hacerlo, pero no fui porque mi viejo cuerpo no aguanta tanto rato hasta que llegue la hora de dar la manilla, momento que aprovecho para compadecer al rey y a la reina. Mil quinientas manos seguidas...

Descubrirles, si es que no lo saben ya, que esta noche vuelve a la tele en directo y en vivo nuestro casi paisano Carlos Herrera en TVE. Y ya verán cómo a partir de mañana tendremos paliza del tema, tipo Puigdemont. Eso es. Como Puigdemont, al que por cierto he sabido que le leen todos los días las rayas de la mano y le gusta que le echen las cartas.

Aunque para echar las cartas, una dama de Córdoba que no me atrevo a dar el nombre y que siempre que la veo la aspiro. Huele a nardo de San Rafael de Córdoba. Por cierto, que ya está aquí mismo como quien dice su celebración. Y este versillo, que me he escrito la otra tarde cuando regresaba del sur, camino de Madrid, a mi paso por la nuestra.

Primero están los olivos / luego llegan las encinas / las dehesas amarillas/ más tardes se ven las viñas / y al final, los rascacielos, celos, iras, las envidias.

Tampoco es para inquietar a nuestro poeta Alejandro López Andrada. Es un verso de ventanilla, un poemita de bolsillo con un viejo aroma a nardo de aquella botellita que un día me regalaron que se llamaba Camarón, que anoche vi en una película de la tele. Nardo y yerbabuena, color del clavel, poema de José Zorrilla, que ya llega noviembre, que tambien decía Ernest Hemingway: «Lo que olía aquel torero al que nadie se acercaba». El nardo, o la flor machacada.