Los profesores de la Universidad de Córdoba Antonio Rodríguez y Rosario Ortega han coeditado el libro Acoso escolar, ciberacoso y discriminación. Educar en diversidad y convivencia, en el que también han participado como autores otros profesores de la UCO y de Ecuador, y orientadores del sistema educativo. Esta publicación parte del análisis y plantea propuestas de intervención educativa, basados en los dos casos en la evidencia científica, para la prevención de estos fenómenos, y fue presentada ayer en el Rectorado de la UCO. Antonio Rodríguez explica que la obra es resultado, en cierta medida, del trabajo con el sistema educativo y la investigación. Se trata de un proyecto de la cátedra de Cooperación al Desarrollo de la UCO que ha contado con el apoyo del Ayuntamiento de Córdoba, y han previsto donar 80 ejemplares para los colegios de la provincia.

-¿Qué porcentaje de alumnos se ven afectados en algún momento de su vida escolar por el acoso?

-Habría que revisar la prevalencia del fenómeno en función de los roles de participación en los distintos estudios que se vienen realizando. Todos los estudios no se hacen en base a un instrumento único, pero sí es verdad que en los últimos estudios que hemos realizado se observa que el nivel de implicación de agresores-víctimas suele rondar en torno a un 8% o un 10%.

-¿Quiere decir esto que alrededor del 8% de los estudiantes se ven implicados en situaciones de acoso o discriminación?

-Sí, ahí tenemos que meter también a los espectadores.

-¿Qué es el acoso escolar?

-El acoso es un fenómeno que, básicamente, tiene tres características. Para empezar, es un fenómeno de violencia entre iguales, también intencional, en el que el agresor tiene la intención de causar daño a la víctima y someterla; existe un desequilibrio de poder claro y se repite a lo largo del tiempo.

-En su trabajo también abordan el ciberacoso, que parece un fenómeno más reciente.

-No necesariamente. Indudablemente, el aumento de la presencia de las personas y la interacción a través de los medios tecnológicos o, más concretamente, del ciberespacio, hace que formas de conducta interpersonal agresiva se produzcan también en ese ciberespacio. Es un poco la traslación del acoso en el espacio físico al ciberespacio, más también algunos fenómenos que son específicos como el sexting, que es la difusión, a través de la red, de contenidos de orden privado y de naturaleza sexual que pertenecen a una persona para que otros lo vean.

-¿Es más difícil de detectar el ciberacoso?

-Se hace más opaco en algunas ocasiones, pero a través de la observación de las potenciales víctimas se pueden ver síntomas de alerta.

-‘Educar en diversidad y convivencia’ es el subtítulo de su libro, ¿es ser diferente uno de los factores que inciden en el acoso o la discriminación?

-El sentido de trabajar la diversidad en este libro es, precisamente, poner en el centro de atención que existe un porcentaje de los casos en los que los chicos y las chicas son víctimas de estos fenómenos porque tienen o se les presupone un rasgo identitario que difiere de la mayoría. Por ejemplo, chicos y chicas de minorías étnico-culturales, con necesidades educativas especiales o discapacidad, incluso la orientación sexual minoritaria. En las propuestas educativas hemos puesto especial foco en la diversidad mirada como un potencial para la convivencia. No reflexionamos muchas veces en que, realmente, lo que se esconde detrás de un acoso es que hacemos diferente a la víctima.