Hay fronteras que separan. Se trazan con una línea tan gruesa que en ocasiones resultan incluso inhumanas. Otras, se difuminan. Es eso a lo que llamamos globalización y buena suerte. Y si hay algo capaz de romper barreras (y fronteras) es la música. Es lo que le ha ocurrido a Abhigya y Bharati, un guitarrista indio que hoy pasea por las calles cordobesas. Las nueve horas diarias que le ha venido dedicando a su pasión desde edades tempranas le llevaron a convertirse en el mejor guitarrista del Concurso de Guitarra Española de Calcuta, el principal Festival de Guitarra de Asia. Y la recompensa lo trajo hasta otro festival de la guitarra, pero esta vez en Córdoba, para seguir los cursos formativos y las actividades.

Nacido en el distrito indio de Darjeeling (La tierra del rayo), el guitarrista, fan acérrimo de Pat Martino, descubrió las cuerdas cuando solo tenía ocho años. Con doce años se expuso por primera vez al público, y sintió «que estaba siendo un momento muy importante. Me compré unos zapatos nuevos para el concierto. Pero realmente luego me di cuenta de que todo estaba siendo muy natural, solo tenía que disfrutarlo». Eso es lo que suelen hacer los niños: disfrutar de su inocencia. Bharati aún la conserva cuando coge una guitarra. «Elegí la guitarra porque me siento muy bien tocándola, muy a gusto. Me he dedicado a ella durante muchísimo tiempo y siempre quiero mejorar. Nunca me canso de ella», asegura.

Su vida en la India

El oriundo de Darjeeling no ve distintivo en su talento. Su vida, rodeada de familia y amigos, parece normal cuando quien la narra es Bharati. La realidad es que su historia está ligada a la entrega y el sacrificio. Sus estudios se han limitado a la música: «Nunca he estado en lo que se entiende por conservatorio aquí en España. Estudié en una pequeña academia de rock, que me enseñó el nivel básico. Después de eso, tuve que aprender por mi mismo», relata. Cuando su madre lo introdujo en la música, su hermano mayor ya tocaba el violín, aunque el compromiso del hindú con la guitarra contrasta con el de su hermano, al que la fiebre del violín le duró poco tiempo.

Sus amigos siempre le han «respetado y apoyado. Aunque al principio no entendían nada de lo que estaba haciendo. A veces piensan que tengo una especie de enfermedad con esto, no paro de enseñarles lo que hacen los artistas que más me gustan, pero aun así siguen escuchándome», dice entre risas. Ahora ha tenido que disminuir el número de horas que le dedica a la guitarra para impartir clases de canto infantil, por si fuera poco.

Dedicación

El empeño que supone perseguir un sueño puede verse mermado por el tiempo, la frustración o el aburrimiento. Sin embargo, las palabras de Bharati adivinan una pasión irrefrenable: «Nunca me he planteado la posibilidad de abandonar, ¿por qué iba a hacerlo? Lo que más podría asemejarse a un abandono sería un nuevo aprendizaje. Sí que me he podido plantear aprender a tocar otro instrumento, pero la guitarra nunca dejaré de tocarla, estoy seguro. No concibo mi vida sin la guitarra, viene conmigo a todas partes».

Aunque reconoce que su pasión es la guitarra (sin apellidos), Bharati ha triunfado con la guitarra española entre las manos, y relata que «acaba de irrumpir en mi país y está cada vez es más conocida y usada. Cada vez hay más gente tratando de aprender a tocarla».

Lo que se lleva de Córdoba

Bharati siente el privilegio que Córdoba le ha concedido. Considera que conocer a Leo Brouwer ha sido «como un sueño hecho realidad». Y de las clases que está recibiendo se lleva «detalles de muchas importancia que hasta ahora no conocía». El talento es innato, pero cuando va de la mano de la ilusión y las ganas, el éxito está asegurado.