Es, sin ningún género de dudas, la fuerza de las palabras. Sobre todo de las palabras escritas, que las otras, aunque sean por soleá, generalmente se las lleva el viento. Así que no saben lo que me alegro de que sea Santiago Muñoz Machado, nuestro cordobés ilustre, el director de la Real Academia Española de la lengua, que ya hablan más de 500 millones de personas en todo el mundo, de lo que me siento orgulloso. Aunque en la lid haya perdido Juan Luis Cebrián, que fue mi jefe en el papel de un par de periódicos. Lo siento mucho, Cebrián. Bienvenido don Santiago, que tanto sabe de libros. Por lo pronto, ya ha pedido que haya garantías para que siga trabajando a fondo lo que ya va a presidir.

Es como lo de Rafa Nadal, que es tan nuestro, aunque sea manacorí, con acento en la «i». que ha puesto en pie de nuevo su corazón y ha mordido la plata, en este caso el oro, y ha regalado de su propio patrimonio ¡un millón de euros!, que se dice pronto, para el pueblo de Mallorca, cercano a donde él nació, tras la riada de hace unas fechas. Y desde luego, el nombre de Laura (Luelmo), a la que el Montoya mató. Que esté el rostro de Laura, la maestra, en nuestra hilera de ventanas de este domingo. Después de la lotería de navidad y antes del lunes de Nochebuena. Que un día escuché en una radio un villancico de El Pele, que ya ven, me puse a llorar. Yo, que ya he perdido las lágrimas, de tanto llanto escribiendo.

Y del llanto al canto. Carmen Calvo, que está en todas las fotos de esta misma semana, y en la que a veces me parece ver, igual son presunciones mías, como un gesto de aguante, de resignación. A veces los gestos son mas fuertes que las mismas palabras. Aunque la palabra escrita, ya saben, escrita queda para siempre. Y eso que toda la semana escuchando que esa calle de El Campillo se llama Córdoba… Menos mal que, por ejemplo, el nombre de Los Pedroches, por lo menos, y a pesar de los chinos, va a llevar con sus jamones, sin duda los mejores del mundo, la alegría a más de cincuenta mil casas. Y darles el nombre de nuevo, de nuestra compañera Eva Ruiz, que va a darnos las doce uvas con su voz y su bello rostro, tan andaluz siempre, malagueña universal, compañera de mi programa, que es el suyo, de La Tarde aquí y ahora de todos los días por la tarde en Canal Sur. Y tengo que dar un montón de gracias. A Pascual Rivera, la vuelta al mundo en ochenta burros, que me ha enviado, como hace ya tantos años, siempre cumple su palabra, mi caja de dulces de Rute, que trae a mi mesa camilla gran parte de mi alegría navideña. Y a don Paco Ariza, que ya me ha mandado su mensaje del aceite puro, que él hace en su molino antiguo. El más verdadero del mundo, trabajado con sus propias manos geniales, que dan a su zumo de olivo un color como los suyos, diferente a todos los verdes del mundo, porque es un verde bíblico y celestial.

Ah, y ese puñado de cosas buenas que me envía nuestro torero El Puri. Puro Puri, lotería de su casa de trabajo, sonido de las gasolineras que son siempre eternas, y de la misma calle, con su película aquella, el almanaque inmenso, y una carta para guardarla en este tiempo en el que ya nadie escribe cartas.

Siempre, siempre, Córdoba conmigo. Muchas gracias, cordobeses. «Para el más granaíno de los cordobeses». Olé… cierto, verdadero.

Y Moratinos, que quiere resucitar en Córdoba aquella Alianza de las Civilizaciones, que es una buena idea solo que no está puesta en pie del todo. Moratinos, tan de Córdoba, al que hace años, aquel día, a la puerta del hotel al otro lado del Guadalquivir, di la mano y deseé mucho éxito. Amo los buenos recuerdos y mejor si me los ha dado, y me sigue dando, tantas veces Córdoba. Como ahora, el deseo que tengo de acudir siquiera corriendo a ese Salón Rico para asombrarme de nuevo.

Un conjunto musical, con el que coincido como siempre de paso, me descubre:

-Agatha Ruiz de la Prada nos ha hecho la portada del disco, y nos ha dibujado nuestra camisa de lunares.

Está más contenta que nunca, y cuando pinta lunares, es lo que dice siempre, lunares que viven de cómo es la luna de Córdoba que un día vi. Mejor dicho, una noche vi.

Y no quiero olvidar que se me murió Chiquetete. Y digo se me murió porque me cantó a mí solo muchas veces. ¡Que descanse en paz!

Pero es tiempo de villancicos. En mi caso, ya saben, de villanticos. Te recordaré mucho, como siempre, Córdoba en estos días que ya vienen. A mí me tocó la pedrea de mis amigos de ahí. O sea, como a quien le toca el gordo. Y mañana, Navidad. Que ya lo dice la copla. Dame Córdoba mercedes que me quiero emborrachar. Feliz Navidad.