Sebastián de la Obra es el director de la Casa de Sefarad, un centro cultural y museístico privado creado en Córdoba en 2006. De la Obra hace hincapié en que «es un centro cultural y no religioso, que no tiene nada que ver con la religión, sino con la memoria».

-¿Qué pretende la Casa de Sefarad?

-Es un centro cultural y museístico privado, independiente y libre, sin un solo recurso público.

-¿De qué trata?

-Es un ejercicio de la recuperación de la memoria de los judíos hispanos, conocidos como sefardíes.

-¿Por qué cree que hay que visitarla?

-Por lo mismo que visitan las iglesias fernandinas, Medina Azahara, la Mezquita, la Axerquía o la Judería, porque forma parte del patrimonio de Córdoba.

-¿Qué dificultades encierra la tradición judeo española?

-Sobre todo que es muy difícil de identificar. Frente al enorme, rico y hermoso patrimonio hispano cristiano y al enorme, fantástico y espectacular patrimonio hispano musulmán, el de la tradición judía no se ve ni se toca. No hay grandes monumentos, no existe una Alhambra, una Medina Azahara ni una Catedral de Burgos. Esa dificultad es un reto. A nosotros nos gustan los retos y lo que hacemos es desarrollar un trabajo, por una parte de investigación y, por otra, didáctico, para dar a conocer aquello que no se ve a simple vista.

-Cuando llegan estas fechas celebra una actividad concreta relacionada con el Holocausto. ¿Qué han preparado este año?

-La exposición se titula La Biblioclastia: la destrucción de los libros. El origen surge de una frase muy hermosa y alertadora del poeta judío alemán Heinrich Heine, que en 1817 ve a unos jóvenes que llevan libros hacia un castillo y en el patio de armas los lanzan al suelo y los queman. Dejó escrita una frase que decía: «Esto es solo el preludio. Ahí donde se queman libros se terminarán quemando personas». Esa frase es el enunciado de nuestra exposición, donde mostramos, a través de textos, láminas, banderolas de seda, libros, documentos y manuscritos la historia de la destrucción de los libros. Donde se queman libros y bibliotecas se terminan quemando personas. Hablamos de los personajes que queman libros, pero también de los que salvan libros.

-¿Por qué este amor a la cultura?

-La persecución de la diversidad y la diferencia es una nota común en la historia de la humanidad. La tradición judía, de los diversos judaísmos que hay en el mundo, la Sefardí judeo española o la Asquenazi del centro de Europa, ha habido siempre un enorme amor a lo que significa el elemento cultural. Es un pueblo alfabetizado desde hace muchos siglos por el nomadismo. El hecho de estar siempre en disposición de salir huyendo hace que el esfuerzo que se haga sea cultural para que te puedas mover en cualquier lugar del planeta.

-¿Cree que llegará a desaparecer el papel para comunicar?

-Jamás. La humanidad ha escrito sobre seda, láminas de bambú, barro, tela, papiro, pergamino y papel. Ahora tenemos una cultura digital pero la del papel no va a desaparecer. Es más, hay una especie de bucle histórico en el que vuelve a ser un objeto apreciado el olor a papel de una revista específica o de un libro. Lo que sí está provocando la desaparición es la cultura de la lectura. Cada vez son menos los que leen, pero los que lo hacen son mucho más.

-¿Cómo ve a Córdoba?

-Es una ciudad eminentemente cultural. Otra cosa es que seamos cultos, que es diferente. Tenemos un patrimonio arquitectónico espectacular. Un barroco único en Andalucía. Tenemos una huella intangible de la tradición judía que está ahí. Esta ciudad es cultura. Debemos creérnoslo.