En las últimas cuatro décadas, su nombre se dejó ver poco en los escaparates de ficción de las librerías, pero Rafael Sánchez Ferlosio (Roma, 1927) no paró de escribir en ese tiempo. De su pluma salieron opúsculos y artículos en los que sometió a su implacable juicio asuntos tan dispares como la lingüística, la actualidad española y la geopolítica mundial. La editorial Debate lleva ahora a cabo la ímproba misión de reunir todos esos ensayos en una colección cuyo tercer volumen, dedicado a la guerra y los conflictos internacionales, acaba de ver la luz. En Babel contra babel, el látigo del polemista vuelve a mostrar su nervio, aunque él confiesa sentirse tan alejado de esas cuitas como el habitante de otro planeta.

-En 1980, fecha del artículo más antiguo de este libro, en el mundo había una cosa que se llamaba guerra fría. Hoy esa amenaza no existe, ¿pero diría que vivimos en paz?

-Seguimos viviendo en un estado de guerra, ¿es que no lo ve? ¡Los Caínes y los Abeles están por todos lados! Lo llamativo es que hoy es más difícil que nunca decir quién es Caín y quién es Abel, del lado de quién debemos estar. Pero, además, toda unilateralidad es una regresión al punto cero de la moral: el de buenos y malos.

-¿No hemos avanzado nada?

-Ni lo haremos mientras el negocio del armamento siga siendo uno de los más rentables. Si uno saca un cohete, otro inventa un escudo contra ese cohete, y a continuación aquél saca otro invento contra ese escudo. Y así vamos. La guerra es un motor económico imparable. Aunque prohíban el negocio de las armas, siempre habrá quien las venda a escondidas a alguien, y ese las venderá a otro.

-En sus escritos de aquellos años, usted retrataba la guerra casi como un rasgo humano. ¿Somos presos del instinto de la victoria?

-Es que forma parte de nosotros. Los griegos ya lo vieron hace 2.500 años. Ellos hablaban del agón y contaban cómo el antagonismo conducía irremediablemente a la contienda. Le diría más: la guerra engendró el concepto de la mujer objeto que hoy seguimos arrastrando. Lo puede ver en el rapto de las sabinas, un mito originario. Los vencedores se quedaban con las propiedades de los vencidos, que incluían riquezas, posesiones y mujeres, como un objeto más.

-Tantos siglos de civilización deberían haber servido para algo.

-Deberían, sí, ¿pero quién sabe dónde reside el ama de los humanos? ¿En su humanidad? ¿En su animalidad? No sabemos nada. En la Dialéctica negativa, de Theodor W. Adorno, hay, sobre esto, una página decisiva, titulada, tal como conviene, entre signos de interrogación: ¿Es contingente el antagonismo?

-Me pregunto cómo verá desde aquí algunos conflictos bélicos de los que hablaba en esos artículos. Por ejemplo, la guerra de Irak.

-Aquello fue una gran mentira inventada para atacar a un país. Sigo pensando lo mismo.

-¿Y Oriente Próximo tiene solución?

-No, mientras Israel siga siendo el estado número 51 de EEUU.

-Usted dedicó muchos ensayos a hablar del Vaticano. ¿Cómo recuerda la figura de Juan Pablo II?

-Karol Wojtyla era un caso de vanidad escandalosa. Clamaba al cielo, nunca he visto nada igual. Recuerdo el día en que reunió a 20.000 mexicanos en Puebla, todos de clase obrera, y les gritó: «¡El trabajo no es una maldición, es una bendición!». ¡Y la gente lo ovacionaba! Ese día le hizo un gran regalo al liberalismo. ¿Cómo que el trabajo es una bendición? ¿Y en qué quedó la maldición bíblica de ganarás el pan con el sudor de su frente?

-¿Cómo ve al Papa de ahora?

-No estoy seguro de que esté a gusto donde está o que acabe dimitiendo. Joseph Ratzinger es el más inteligente de los tres. Por algo se fue.

-Donald Trump va a gobernar en EEUU. ¿Qué le parece?

-Dice que va a crear trabajo y a poner en marcha la productividad de su país. Fíjese, es un keynesiano. Bueno, también se decía que John Maynard Keynes se había inspirado en Miguel Primo de Rivera, quien lanzó a la calle un millón de sueldos para recuperar la economía durante su dictadura.

-Muchos ven a Trump como una amenaza. ¿Usted qué opina?

-Me da miedo que acabe iniciando una guerra contra China. Temo más lo que pueda liar en el Pacífico.

-¿Le preocupa el futuro que van a encontrar las próximas generaciones?

-El mundo camina hacia la destrucción, el capitalismo es un sistema que lleva a la autodestrucción. Solo ha de ver cómo está la atmósfera, el aire que respiramos. En la teoría de juegos, los de resultado cero son aquellos en los que todo lo que se gana por un lado se pierde por otro. El capitalismo pertenece a este tipo, un juego de resultado cero. Si sigue extendiéndose, su final es la autodestrucción, volver al cero.

-¿Sigue al día la actualidad?

-Lo justo. Sigo leyendo periódicos, pero no como antes. Ahora me veo obligado a leer con una lupa de 80 dioptrías y tardo mucho, así que solo miro los titulares y algunas noticias. Antes leía seis periódicos al día. Ahora, en casa entran dos o tres, como mucho.

-¿Se maneja en internet?

-No, yo aparatos tecnológicos no uso. Llevo siempre un móvil colgado del cuello por si me llama la familia.

-En diciembre de este año cumplirá 90 años. ¿Cómo lo afronta?

-A ver si llego, aunque a veces dudo si no convendría irse antes.

-¿Qué le ilusiona ahora mismo?

Nada en absoluto. Todo es aburrimiento y vergüenza.