Estoy, como siempre, a las duras y a las maduras, con vosotros. Entre mis libros, aquí donde escribo, aquel olivo de plata que un día me regalaron en un pueblo de Córdoba. Abajo, en el solar de la casa, donde tienen ustedes a su amigo, su paisano, su casi hermano, que en su día fue jardín de la Casa de Córdoba, hay un olivo que crece, si bien de forma salvaje, y que da la oliva negra, de la que goza el portero. Tiene ya no sé cuántos años, y todos los días lo veo. Es un milagro, no crean, al pie de un edificio de oficinas. ¡Qué milagro¡ Por mi parte, he regalado algunos que forman parte ya de la historia de la vieja Judería y que no voy a contarles de nuevo.

En fin, que aunque exiguamente, soy de los dos oficios, mínimo olivarero, y además, aparte del san Eloy que me mira, un premio que respeto mucho. Resulta que cada día cuando me cuelgo mi cruz del cuello está Córdoba en la memoria, sobre mi vieja piel de lagarto, porque un platero de Córdoba se encargó de unirme para siempre a aquel rosario que me traje de la Guerra de los Seis Días, y que compré por unas monedas a un capuchino andaluz, y a la que uní para siempre una pequeña cruz hecha de hueso de tiburón, cazado en Costa Rica, cuando en Costa Rica hacía televisión, hace ya muchos años.

En fin, que tengo las dos querencias, la verde del olivo y la de la plata, sobre todo la de Córdoba, donde el platero es honesto, humilde, verdadero, el mejor de los mejores, que hacen con su trabajo, su tradición y su historia que la plata sea oro, o más que el oro. Y yo, que de las dos cosas tengo, por poco que sea, ya saben, con los míos, por encima de cualquier cosa.

En la radio dije el viernes, «cuidado, que el verso de Miguel Hernández dice ‘olivareros altivos’, que se pueden convertir en ‘olivareros activos’»...

Siempre, siempre, jugando a lo mismo, a las palabras, ya saben, escritas o lanzadas al viento. Alegría en lo cultural, que leo en mi periódico, que es este, el nuestro de toda la vida, que nace una nueva revista que va a cuidar la cultura y que se llama, un buen titulo, La Novicia, en este planeta nuestro tan lleno de conventos de las letras y las bellas artes.

En la nueva edición de la tele que trata de los modistos, tierra en la que manda Córdoba tanto, tanto y tan merecido, me han dicho que van a dar un gran homenaje a nuestro Elio Berhanyer, que fue en lo suyo un icono, uno de los mas grandes de su tiempo. Por eso queda, nos queda, el recuerdo de su ejemplo, de su obra.

Y una pregunta que dejo en el aire de este domingo ya de febrero: ¿Qué sabemos de don Antonio Gala, del que no se sabe hace tiempo?

Es lo que dice mi amigo el de Fuente Obejuna: «No te preocupe ¡que algo grande, como siempre, estará escribiendo¡»

A veces, ¡lo echo tanto de menos¡

Lo de Rosalía, ya han visto, ya han leído, en la entrega de los Grammy. Y la división de opiniones, que eso no quita el que esté deseando, según me dicen que dice, «volver a cantar y a bailar, y a rosaliear que es un verbo que ahora mismo me invento, porque hay dos fases en su vida, antes y después de nuestro nombre y de nuestro apellido.

Y es que Córdoba da suerte, que el Zurito, por ejemplo, presume casi en su tarjeta de visita de «haber sobrevivido a la misma cornada que se llevó a Manolete, en la plaza de toros de Madrid hace no se cuántos años».

¡Ah, mi querido Manuel Piedrahita!, que sigo si recibir tu novela, que me dicen que es muy buena. ¿Dónde puedo encontrarla? Y si hay que ir a Baena, pues a Baena que voy, a esas casa tuya que yo recuerdo todavía y de la que estuve a punto de ser vecino tuyo.

Y así de paso vería a mi amigo de toda la vida ya Paco Ariza, del que acabo de repasar ese libro de bolsillo que publicó la Fundación Boti. Y es curioso, compañero, porque de los dos aceites vivo, bebo, cada mañana, el de oro y ese de plata, que hace a mano como quien hace una escultura. Paco ha hecho el mejor monumento a los olivareros de Andalucía, y que es nuestro pintor preferido.

Y por si fuera poco, José Luis Perales, que acaba de hacer publico, y a las pruebas me remito, «Cantaré en Córdoba un solo día y en septiembre. Es poco para lo que Córdoba merece. Así que aviso con tiempo. Que cantaré dos noches seguidas».

Siempre es bueno acabar con una buena noticia, que un día me lo confeso César González Ruano, poeta en los ratos libres: «La cronica siempre hay que acabarla bien, como una buena tarde de toros. Con algunas verónicas en el texto, y al final de una sola estocada».

¡Estocadas de la palabra! ¡Cuántas cicatrices tengo!

El El diseñador Elio Berhanyer, la cantante Rosalía, el matador de toros Zurito y el periodista Manuel Piedrahita. Fotos: SÁNCHEZ MORENO / EFE / MANUEL MURILLO / CÓRDOBA