Las de maíz, de cuando el cine, y cuando éramos niños, que hace ya mucho tiempo de eso, eran otra cosa. A mí por lo menos me recuerdan viejos tiempos, y a veces también las echo de menos, pero es que además ya no voy al cine, tampoco al de verano que ahora se esta llevando mucho, y que tiene su misterio.

Siempre es bueno, ya saben que lo uso con frecuencia, un toque de la memoria, quizá porque sigo sin decidirme, en el fondo quizá porque lo he contado casi todo, a escribir mis memorias, mis recuerdos o lo que sea…

Si me decido un día, y le escribo a su editorial a nuestro héroe de los libros, que es Manuel Pimentel, al que veo con mucho gusto, haciendo de arqueólogo y tomando notas.

Es bueno, ser arqueólogo, no crean que no, y es que en el fondo es lo que uno es. Mirando hacia atrás, sin ira, siempre, claro, y recordando el pasado, porque claro, el pasado, es a veces, también tu futuro.

Por eso, la alegría de haber visto en Netflix, El cuatro latas, de nuestro Gerardo Olivares hijo, Preciosa película con ese Jean Reno, inmortal ya, actor, de cuándo las primeras palomitas. Qué esas son las de antes, las de raíz, alta espada verde, que hay una civilización, que además de la nuestra del arroz, está la del trigo, claro y también la del maíz, que no hay más que viajar a las américas, para descubrirlo.

Por ejemplo, esa Honduras, de donde ha regresado, acuérdense de lo que les digo, Isabel Pantoja, con mas fuerza que nunca

Un día hace ya muchos años sobrevolé con Julio Iglesias, ahora de tan grande actualidad, ya saben, esos bosques inmensos, las blancas playas donde desovaban las tortugas que una debe llevar en el caparazón mi nombre y el del programa para el que trabajaba, Trescientos millones, que ahora ya serían quinientos, porque el idioma crece y crece. Bueno, pues aquel descubrimiento de entonces que las tortugas no lloran como dice la leyenda, aunque sufran al parir como cuando paren las mujeres. Lloran, porque se echan arena en los ojos al hacer el agujero y, claro, de esa forma, tienen tantas lágrimas las pobres.

Todo eso es historia de cuando uno era un galápago, claro que menos que ahora, que cada día me gustan más las historias de la mar, en cuanto llega el verano.

Y me gusta recordar en este preciso instante a Mariano Aguayo, académico, que además me envía una foto de su hijo más guapo que nunca. Nuestro escritor, cazador, y, bueno, pintor de los más grandes.

La buena noticia es que está preparando una próxima exposición para en cuanto llegue, creo, el otoño.

Y la alegría de vez en cuando de recibir un libro, breve y bravo, de Ánfora Nova, que tanto hace por la poesía cordobesa, un libro del maestro Rafael del Campo Vázquez, lírico entre los líricos.

Cómo recuerdo aquella casa en la que nunca dormí, de las Jaras cerca de aquella otra junto al lago, de mi maestro Paco Solano Márquez, que estará escribiendo, su nuevo libro, de Córdoba, con Córdoba, desde Córdoba, y para Córdoba...

Y debo decirlo también, ¡cómo me gusta el acento -insisto- de la vicepresidenta del Gobierno, en funciones, Carmen Calvo!

La raíz, que está en el titulo, y aunque a veces, una cosa sea la letra y otra cosa sea la música…

Ustedes me entienden..

Eva Longoria, que sé de buena tinta que el otro día, el otro mediodía, estuvo cenando en un lugar de la Córdoba medieval, y que pidió salmorejo, cosa que demuestra que está en la onda, y en la raíz de los sabores, los amores, de Córdoba.

Y le envío a Matías Prats, hijo, hasta su despacho de la televisión de Antena tres, por donde pase el otro día, solamente de paso, aunque con mucho recuerdo una foto encontrada por mí mismo, ahora que me ha dado por buscar las raíces y me llevo tantas sorpresas.

Es una fotografía mía en la que el maestro Matías Prats, padre, estaba dando un lance, él solo, en la eterna plaza de Los Califas, con sus gafas negras puestas, de capote, yo diría que magistral al negro toro del aire…

¡Cómo pasa el tiempo! Antes los niños querían ser astronautas, por ejemplo, y ahora se conforman con ser ayudantes de cocineros. Eso sí, para salir en la tele, a ser posible.

Espero que hagan embajador de Córdoba en el mundo entero a Pascual Rovira, que no cesa de ser noticia y que me acaba de dar la buena nueva, de que mi burrita, Arriera, a la que bautizamos en su día con aguardiente de Rute como Dios y la tradición manda, ya ha sido abuela..

O sea, lo dicho, palomitas de maíz, en este cine de barrio, que a veces es la vida…